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El Telégrafo
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Una singular pinacoteca rinde tributo a la "reina de Los Andes"

En uno de los salones del Museo Cultural, los guías dan charlas explicativas a los visitantes sobre la importancia de la llama en la cultura indígena.
En uno de los salones del Museo Cultural, los guías dan charlas explicativas a los visitantes sobre la importancia de la llama en la cultura indígena.
Foto: Roberto Chávez | EL TELÉGRAFO
29 de agosto de 2019 - 00:00 - Redacción Intercultural

Lana de gran calidad, carne magra y ayuda para las labores agrícolas, es lo que obtienen los habitantes de la parroquia rural Calpi, perteneciente a la ciudad de las llamas, Riobamba.

Esta graciosa y amigable especie de camélido andino es considerada localmente como la “reina de Los Andes”, motivo por el cual allí se ha erigido un colorido museo en su honor.

La localidad, que se encuentra a 20 minutos de la capital chimboracense, posee variados encantos tanto naturales como artificiales.

Uno de ellos es la mencionada pinacoteca, que fue construida en el centro de la comunidad Palacio Real.

Prendas de vestir como buzos, sombreros, bufandas, entre otras, así como gran variedad de tapices, se expenden en el almacén artesanal de la comunidad.

“El nombre se debe a que en alguna ocasión Simón Bolívar pernoctó aquí, en su trayecto al nevado Chimborazo. Los lugareños, honrados por la visita, le consultaron qué tal descansó, a lo que él respondió: “tan placentero como en mi palacio”, explicó Jorge Huilca, octogenario de Calpi.

A más de esto el anciano dio a conocer que la hacienda donde durmió El Libertador fue edificada en 1720, a base de piedra negra sin tallar, barro y maderas especiales.

El lugar pertenecía a la familia Valencia, uno de los apellidos más antiguos y reconocidos de la provincia de Chimborazo y de la Sierra.

“Son pocos los lugares de la región central donde estuvo Bolívar. Por ello, la historia de su estadía es uno de los atractivos de Palacio Real, así como la incidencia que ha tenido y tiene la llama en la vida de los lugareños”, concluye Huilca.

Ambos elementos, además, forman parte importante de la historia, cultura y folclor de la parroquia, por lo que están presentes en los relatos y fábulas que los ancianos del pueblo narran a los turistas.

Historia
Calpi es una de las parroquias más antiguas del país, su fundación se remonta a los primeros años de la colonia, cuando formaba parte de la Real Audiencia de Quito.

Antonio Clavijo, por encargo de la Real Audiencia de Quito, la estableció como asiento indígena en 1575. Hasta la presente fecha tiene 444 años de creación.

Su nombre es una palabra del idioma quichua que, traducida, significa “río de la araña”. Las etnias que habitaron en este territorio fueron: chataucas y capacs (calpis).

Durante la época colonial Calpi fue el centro obrero más importante de la Sierra centro, donde se establecieron grandes obrajes y telares.

Sus ruinas se encuentran en el sitio denominado Huashperia, hasta donde los guías suelen llevar a los grupos de visitantes.

“Quien camina por los polvorientos y antiguos senderos de Calpi puede aún percibir las fragancias de la época colonial. Es decir, de romero y marco, dos especies aromáticas y saludables que trajeron los ibéricos”, asegura Carlos Taipe, guía turístico.

Dichos arbustos adornan los contornos de los añejos caminos que llevan hasta las ruinas de Huashperia.

“El lugar es visitado por historiadores y cronistas de la provincia y el país. Allí corroboran la información que se detalla en varios textos históricos sobre la importancia que tenía Calpi para el comercio y la agricultura regional entre los siglos XVIII y XIX”, agrega Taipe.

Calpi es mencionado en libros de historia nacional, y constituye un referente de los hechos cronológicos más importantes del país a partir de la colonia.

Museo de la Llama
En el centro de la comunidad Palacio Real está la Asociación de Turismo Comunitario del mismo nombre, y también  el Museo Cultural de la Llama. En este último espacio se exponen antiguas artesanías hechas con fibras de lana de las llamas.

Allí se exhibe una muestra fotográfica sobre los hábitos de estos camélidos típicos de la región andina.

“Nuestras vidas están ligadas a las llamas y alpacas desde muy pequeños. De ellas obtenemos fibras con las que tejemos artesanías, la fuerza para cargar herramientas agrícolas y cosechas, así como carne muy saludable”, explicó Carmela Guamán, integrante de la asociación.

Una cúpula y un mural de la pinacoteca cuentan la historia sobre las constelaciones que son visibles desde Sudamérica, en las cuales se pueden ver figuras de llamas y otros camélidos andinos.

“En tiempo de verano, cuando las noches están despejadas, desde sitios con nula contaminación lumínica (luces artificiales), es probable divisar en el cielo la silueta de una llama formada por estrellas”, aseguró Henry Aulestia, fotógrafo y docente  de Riobamba.

Él es uno de los habituales visitantes del museo, además de alumnos universitarios y turistas extranjeros, especialmente estadounidenses, canadienses y europeos.

“La presencia de galaxias en forma de alpacas es un aspecto muy llamativo y curioso. Incluso hay etnias, como la Puruhá (Chimborazo) y Pilahuín (Tungurahua) que hasta hoy conservan la creencia en deidades con forma de camélidos andinos”, expresa Bruno Martínez, antropólogo de la ciudad de Ambato.

El Museo Cultural de la Llama está abierto todos los días del año, desde las 11:00 hasta las 15:00. El costo del ingreso es $ 2 por persona.

Cerca del lugar, en una choza de diseño ancestral,  pueden adquirirse artesanías y prendas de vestir, tales como bufandas, ponchos, sombreros, gorros y guantes hechos con lana de llama, a precios desde $ 0,50. (I)  

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