Los perros “agresivos” tienen rehabilitación
En un patio con piso empedrado, cercos de madera y algunas jaulas metálicas, un grupo de canes realizan tareas físicas y ejercicios dictados por un instructor.
De 07:00 a 14:00, al igual que el horario de un plantel educativo, ejemplares de color café, blancos, negros, de razas chicas y grandes, corren, pasean y juegan en la Escuela de Adiestramiento Canino (Esadcan), ubicada en el kilómetro 24 de la vía a la Costa (en la parroquia Chongón).
El capacitador, que tira de una correa, los hace dar vueltas a algunos, mientras otros, agitados, observan y ladran dentro de sus jaulas. Eso es parte de la terapia y socialización a las que se someten estos canes con el fin de revertir sus conductas agresivas.
Realizan ejercicios de obstáculos para liberar su estrés.
Kiara, una pitbull de cuatro años, llegó allí hace cuatro meses. El ataque frecuente del que eran objeto sus dueños cuando la bajaban de la cama, muebles o de algún lugar del que se apropiaba, le produjo una herida a uno de ellos.
Eddie, un jack russell, fue enviado hasta allí -hace dos meses- por morder los pies de las personas con quienes entraba en contacto. Y Zeus, que es mestizo, está en proceso de recuperación por lanzarse sobre los visitantes y morderlos cuando era regañado.
De los 50 perros que acuden a la mencionada escuela, creada hace 20 años, 40 presentan problemas de comportamiento.
Darwinson Plaza, adiestrador de Esadcan, explica que para revertir la problemática los perros pasan por un proceso de socialización, el cual consiste en reinsertarlos en su mundo animal y hacerles entender que ellos forman parte del hogar, pero no son el centro de atención.
Como parte del manejo conductual, los canes reciben premios cuando hay buenas acciones o se les retira lo que más quieren (juguetes o paseos) para que asimilen el mensaje. “Trabajamos en su área cognitiva para controlar sus impulsos”.
El trabajo incluye paseos controlados y ejercicios de obstáculos para liberarles del estrés y bajarles las energías.
Una vez por semana los dueños de las mascotas tienen que acudir al lugar. El instructor les explica los efectos que conlleva el exceso de cariño y confianza en el animal, sin establecer límites.
Los errores comunes
Plaza advierte que mimarlos demasiado, no darles un espacio dentro de la camada y humanizarlos son errores frecuentes de los propietarios.
Al respecto, la etóloga Fabiola Jiménez explica que la humanización va más allá de vestirlos, ponerles zapatos o permitirles subir a la cama, incluye pretender que el perro tenga reacciones o pensamientos de humanos. Por ejemplo, limpiarles las patas antes de que entren a la casa, mantenerlos encerrados para que no ensucien el piso o no dejar que huelan a otro can (cuando esta es la forma que ellos tienen de conocerse).
La separación prematura del cachorro de su madre influye en su comportamiento díscolo, pues recién a la tercera semana de nacido empieza a identificar con su especie. “Cuando se comete ese error los animales creen que el humano es de su clase”.
Desde que la mascota llega por primera vez a la casa -sin imponer o amedrentar- se le debe establecer horarios de comida, salida y que aprenda a relacionarse de forma apropiada. “Cuando pierde el respeto hacia sus dueños o cuidadores, porque no hubo un buen manejo, entra en conflicto al punto de morder, gruñir y atacar”.
Para Gabriel Carrión, experto en mascotas y fundador de Lord Guau, la humanización ha provocado que los problemas conductuales se vean con más frecuencia.
Una de las consultas recurrentes es qué hacer con un perro agresivo. Revertir estos comportamientos -afirma- es una tarea compleja que requiere de compromiso de los dueños. Y aclara que no hay perro malo. “El propietario puede provocar reacciones negativas”.
Dayana Bodero, veterinaria y fisiatra de animales, señala que tratarlos como personas hace que se alejen de su instinto de supervivencia, estrés, comportamiento neurótico destructivo, problemas de socialización, ansiedad y los vuelve seres más dependientes. (I)