En pocas semanas concluye la última fase de concurso quiero ser maestro
Padres de familia evalúan conocimientos de los nuevos ‘profes’
Los legos de colores con forma de rueda moscovita circulan por las mesas de la clase de primero de básica del Colegio María Angélica Idrobo. La pequeña Emilia se acomoda una y otra vez los lentes amarillos mientras busca las piezas que se han regado en el piso para contarlas.
La clase de matemáticas no es la misma a la que están acostumbrados ella y sus 32 compañeros. Primero porque en la parte posterior hay cuatro mujeres adultas, entre ellas dos madres, y segundo porque la profesora es nueva. Su nombre es Amparo Quishpe.
Viste un traje amarillo entero que combina con sus zapatos oscuros. Tiene el cabello ondulado y suelto. Su rostro se ruboriza a menudo -durante la clase- porque sabe que de esta oportunidad depende que consiga un puesto como docente y sea parte del magisterio nacional.
Amparo ha participado desde el año anterior en el concurso ‘Quiero ser Maestro’, en el que se inscribieron más de 70 mil aspirantes. Ha presentado toda la documentación como estudiante de parvularia de la Universidad Salesiana, ha rendido las pruebas de conocimientos específicos y ahora demuestra sus conocimientos, su conexión con los niños y su aporte para el aprendizaje dictando una clase demostrativa de 45 minutos.
Amparo está nerviosa. Es la primera vez que concursa y sueña con alcanzar un puesto. “Quiero aportar con mis conocimientos. Hay niños que necesitan mucho de afecto, cariño y educación en las instituciones fiscales. También es importante la estabilidad laboral”, finaliza.
La clase inicia con un show de títeres elaborados por Amparo durante el fin de semana pasado. Aparecen un gato, un conejo y un burro que interactúan con los niños y les enseñan a sumar y restar.
Los pequeños escuchan con atención a los invitados, corean los números y cantan. Algunos se distraen y dejan a su mente volar, mientras Amparo se esfuerza por captar su atención y también la de las madres de familia que son parte del jurado.
“Es importante su presencia porque ellas evalúan el trato hacia los pequeños y si la clase es un aporte para la formación en valores”, asegura Amparo.
Emma Tapia es madre de familia. Muy atenta escucha la clase mientras observa -de reojo- la hoja de evaluación que tiene que llenar para calificar de 1 a 5 las actividades que realiza Amparo. Con el lápiz pinta cada uno de los ítems que se refieren al aprendizaje de los niños y el ambiente que se crea en el aula.
Ríe cuando mira que los pequeños están participando de todas las actividades, aunque también frunce el ceño si la clase se dispersa. “Es difícil captar la atención de los chiquitos. Con uno es complicado, imagínese con tantos”, dice.
Emma tiene hijos y asegura que nunca conoció bien la metodología que utilizan los maestros para enseñarles la materia. “Me hubiera encantado evaluar a esos ‘profes’. Creo que ellos deben enseñar bien para que los estudiantes aprendan cosas que les sirvan en la escuela y también en la vida. Deben dictar clases prácticas y tener mucha paciencia”, comenta.
La calificación que colocan Emma y el jurado equivale al 5% de la evaluación final de todo el concurso. Amparo conocerá el próximo 7 de abril si cristalizará su sueño de ser profesora de algún colegio fiscal.
Ella no es la única. Existen alrededor de 19 mil aspirantes más que deben presentar sus clases hasta finales de marzo. Un número similar de padres también calificará el desempeño de quienes quieren ser maestros de educación inicial, básica y bachillerato.
Luis Cañar trabaja en el Instituto Superior Tecnológico Central Técnico y postula para ser profesor de tercer año de bachillerato. Maneja al dedillo el área de las Ciencias Sociales. En su clase sobre democracia y educación no participan jóvenes, y en el jurado además de los padres de familia está un alumno destacado para evaluar su desenvolvimiento en el aula. No es la primera vez que participa de un concurso, pero siempre siente la misma ansiedad por demostrar sus conocimientos y transmitirlos. “De nosotros depende formar a las generaciones futuras. Si no les entregamos conocimientos de qué sirve enseñar. Tenemos que prepararnos”, comenta Luis.