Oxigenación hiperbárica de uso para buzos a fines clínicos
Va por su vigésima cuarta sesión y asegura sentirse renovado desde que empezó el tratamiento en la cámara hiperbárica para cicatrizar las escaras que le aparecieron, en los glúteos, por su discapacidad.
Es el caso de Walter Quiñónez, de 41 años, quien es afiliado al IESS y hace un mes por recomendación de su médico asiste al Hospital Alcívar, donde tienen la novedosa máquina.
“Cada vez que salgo me siento con mejor ánimo, el dolor que tengo se me va”, relata.
El doctor Iván Barreto, especialista en medicina hiperbárica, dice que por lo general desde la décima sesión se comienzan a ver los beneficios del tratamiento, como la disminución del diámetro de una herida, pero se necesita entre veinte y treinta para lograr la eficacia del tratamiento.
Explica que esto es posible porque la medicina hiperbárica se basa en dos fundamentos: la presión ambiental y administración de oxígeno. “Al aumentar ambas el nivel arterial se eleva 20 veces en la sangre y se promueve la formación de complejos enzimáticos, celulares, moleculares que estimulan otras funciones fisiológicas, por ejemplo en pacientes con pie diabético o heridas con retardo de cicatrización aumenta la formación de vasos sanguíneos y provoca toxicidad bacteriana”.
El método lleva varios años en Ecuador, pero en los últimos dos ha empezado a hacer la apuesta de ciertos hospitales en combinación con el control metabólico.
La primera cámara hiperbárica se trajo al país en 1976. La Fuerza Naval fue la primera institución en usarla para actividades de los buzos, sin embargo fue en 2000 que la infantería empezó a utilizarla para situaciones clínicas, recuerda el doctor Édgar Rodríguez, especialista en medicina hiperbárica y subacuática.
El galeno cuenta que a partir del año 60 tras un estudio que presentaron Ite Boerema (Ámsterdam) y Churchill (Londres) en el libro “Vida sin sangre”, en el que detallaban que después de extraerles toda la sangre a varios cerditos y reemplazarla con solución salina observaron cómo luego de meterlos durante 20 minutos en una cámara hiperbárica no se morían.
Desde entonces, Rodríguez dice que surgieron más aplicaciones en la parte clínica de ciertas patologías, como la gangrena gaseosa y los procesos hipóxicos (disminución de oxígeno), entre ellos el pie diabético.
“Tratamos por lo general con pacientes con esta patología. Desde hace 10 años que contamos con la cámara hemos reducido a casi al 0 las amputaciones de las ocho que se presentan mensualmente”, dice Lola Altamirano, quien opera la máquina en la Unidad Hiperbárica del Hospital Naval.
Rodríguez añade que existen dos tipos de amputaciones: las mayores y menores. “Lo que se redujo son las primeras, las otras hay pero en menor cantidad con relación a antes”.
En el Hospital Alcívar, donde desde hace año y medio se usa la cámara multiplaza con fines clínicos, el doctor Barreto expresa que el 40% de sus pacientes es por pie diabético, el 30% por fistulas enterocutáneas (sale líquido del intestino), gástrico, pancreático al exterior y el restante es de otras enfermedades, como intoxicación por monóxido de carbono.
En marzo de este año el bombero Ronald Bueno Nieto probó los beneficios de la cámara luego de que en el incendio de una fábrica de productos tóxicos inhalara por varios minutos monóxido de carbono. “Me encontraba fatigado, tenía tos, dolor de cabeza y estaba desorientado. Cuando me ingresaron a la cámara me sentí liviano como si me estuviera lanzando de un parapente, sentía un poco de temor, pero al salir parecía que nada hubiese ocurrido estaba de lo mejor”, relata.
Rodríguez explica que cuando se da oxigenación al paciente se le aplica una gran cantidad de ese gas que entra al torrente circulatorio y modifica la presión parcial de oxígeno se aumenta y empieza a competir con el CO que es tóxica y la elimina en el proceso de respiración. “Mientras que afuera solo se respira el 20% de oxígeno, aquí se le proporciona el 100% que representa 2,8 atmósfera de presión (atas)”.
De hecho, Rodríguez recuerda que Paul Bert en 1888 dio indicaciones para procesos de intoxicación por gases (procesos de combustión). “Él decía que los pacientes que eran introducidos en la cámara se recuperaban rápido. Sin embargo, no hubo una mayor divulgación científica”. En 1962, agrega que se empezaron a realizar trabajos por intoxicación de gases, desde entonces se lo utiliza para esos propósitos.
Otros de los fines clínicos que, según Barreto, es posible tratar mediante la oxigenación son el traumatismo encefálico, parálisis cerebral infantil, que permitirá acelerar el proceso de recuperación y rehabilitación física, de lenguaje u optimizar el trabajo de las neuronas, y la osteomielitis crónica (infección en los huesos) para los pacientes que se han sometido a un tratamiento antibiótico y quirúrgico sin resultado.
Sin embargo, el neurólogo Jorge Naranjo recomienda a sus pacientes no someterse a este tratamiento. “En la enfermedad cerebrovascular (derrame cerebral) no tiene ningún beneficio la aplicación de oxígeno al 100% (cámara hiperbárica) porque la fisiopatología de esta enfermedad es por ruptura u oclusión de los vasos sanguíneos del cerebro y posterior lesión del tejido o parénquima cerebral (cerebro dañado no se regenera)”.
En cambio, para el traumatólogo Fabián Alcívar su uso en pacientes con osteomielitis ha dado buenos resultados “esto debido a que al oxigenarse el hueso se mata la bacteria que produce la infección”.
No obstante, asegura que aunque es eficaz para tratar esta patología y otras no es un tratamiento que está al alcance de todos por el elevado costo de cada sesión. En el Hospital Alcívar para pacientes que no tienen seguro o son particulares cuesta 140 dólares.