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Para el funcionario rené ramírez se ha cerrado una brecha entre la educación del más rico y el más pobre
Ocho de cada 10 becarios que han retornado a Ecuador tienen menos de 35 años
Desde que concluyeron sus carreras de pregrado anhelaron una especialización en el exterior. Danilo Vásconez, Diego Villacrés y Julio Bonilla sabían que no era fácil, pues una maestría en el exterior puede costar desde $ 10.000.
Para cristalizar su sueño apostaron por una beca de la Senescyt (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación), institución que desde 2008 financia los proyectos profesionales y metas de jóvenes ecuatorianos.
La entrega de becas ha sido el fruto de una lucha por la gratuidad de la educación superior que empezó ese año. Los 3 jóvenes siempre pensaron que su historia estudiantil y su desempeño ayudarían en su anhelo de alcanzar un título de cuarto nivel y no se equivocaron. Diego, Julio y Danilo son parte de los 11.501 becados (ver infografía) que recibieron el apoyo del gobierno para estudiar en el exterior.
Los 3 presentaron toda la documentación necesaria en la Senescyt y tras superar algunas pruebas técnicas y académicas accedieron a becas totales. Danilo y Diego cursaron maestrías y Julio un doctorado. Todos escogieron Europa, porque consideraron que ahí están las mejores universidades en cada una de las áreas para las que aplicaron.
Para ellos la Senescyt desembolsó entre $ 30 mil y $ 60 mil. Este dinero es devengado por los becarios cuando regresan al país para trabajar. En total, 3.409 profesionales han retornado hasta 2015. De acuerdo al género, el 56% de becarios son hombres y el 44% mujeres; además 8 de cada 10 tienen menos de 35 años.
El titular de la Senescyt, René Ramírez, indica que el 35% de los becarios trabaja en las universidades, lo cual es beneficioso para el país. “Es como formar profesionales que pueden instruir a otros, se ha creado una sinergia virtuosa en las instituciones”.
Becarios, talento humano requerido por las multinacionales
Para Danilo Vázconez, de 31 años, magister en Evaluación de yacimientos petroleros, la beca era la única opción para capacitarse, dado el costo que representaba. “Busqué y averigüé en universidades del exterior y los costos que debía cancelar eran demasiado elevados para poder financiarme de mi bolsillo”.
Se graduó como ingeniero en Petróleos en la Universidad Central de Quito y se capacitó en el idioma inglés. Gracias a ello pudo ingresar a Schlumberger Limited en Ecuador, una de las compañías multinacionales de servicios petroleros más grande del mundo.
Ahí permanece hasta hoy, porque logró una licencia para realizar sus estudios. “Por el ranking que tiene esta empresa, mientras más uno esté preparado, más oportunidades tiene de crecer. Ahora cuento con mejores conocimientos, con una mejor preparación e ideas innovadoras”.
Fue precisamente esta compañía la que le brindó sus primeras capacitaciones internacionales en Reino Unido. “Por esa experiencia previa no tuve mucho inconveniente en adaptarme a todo lo que representó Escocia y pude terminar muy bien toda mi maestría”. Danilo trabaja en la empresa petrolera hace 5 años.
De Riobamba a una empresa china, líder en tecnología
En Quito también reside Diego Villacrés. Es un riobambeño que hoy trabaja en la empresa china de telecomunicaciones Huawei. Tras concluir su Bachillerato en la capital del Chimborazo, Diego se radicó en la capital. Obtuvo su ingeniería en Telecomunicaciones en la Escuela Politécnica Nacional (EPN) y de inmediato se enroló a una empresa proveedora de servicios de telecomunicaciones, a la cual renunció para viajar a Valencia (España) por cerca de 2 años.
En suelo europeo no tuvo mayor complicación y fácilmente se adaptó al ritmo de la ciudad y de la carrera. A su retorno consiguió de inmediato un empleo, pero no se sentía cómodo. Entonces lo dejó después de 2 meses y postuló a la empresa asiática por propia iniciativa. “Siempre quise trabajar en una compañía de la magnitud de Huawei y al fin pude cumplir mi sueño. Por eso cada día me siento feliz con lo que hago y me esfuerzo por hacerlo cada vez mejor”.
Diego recalca que su actual trabajo lo consiguió gracias a su constancia, y aunque reconoce que le ha sido importante la capacitación, en su actual empleo valoran más la experiencia con la que llegó que el título profesional que ostenta.
“No puedo decir que no me sirvió, al contrario, me ayudó mucho la beca, sobre todo por los conocimientos que uno logra cuando está fuera del país y por la experiencia de compartir otra cultura, y claro, la capacitación mayor que se adquiere en el área del conocimiento donde uno estudia”.
Diego cree que si no hubiese obtenido la beca total, él habría buscado la manera de financiar sus estudios en el exterior porque nunca pensó quedarse únicamente con el pregrado. “Me tocaba recurrir a un crédito que hasta ahora lo estuviera pagando, aunque con algo de aprietos económicos”.
La Espol, la casa de los becarios
Julio Bonilla fue uno de los primeros estudiantes que se beneficiaron del proceso de becas que impulsa la Senescyt. En 2010 el guayaquileño consiguió la beca para un doctorado en Biotecnología en la Universidad de Barcelona, donde permaneció 5 años. Gracias a que tenía un amigo allá logró abaratar los costos de hospedaje y alimentación.
“Como estuve entre las primeras generaciones que viajaron becados, ahí la Senescyt no tenía aún claro los costos, por lo que tuve que ahorrarme para que me alcance lo que ellos me dieron”.
Tanto entonces como hoy, laboraba en el Centro de Investigaciones Biotecnológicas del Ecuador de la Espol (CIBE). Fueron los docentes de esta institución los que le motivaron a aplicar a la beca.
“La institución fue como mi garante para que yo pueda ir”. Sin embargo, gracias a los recursos económicos de familia pudo viajar 2 veces por año al Ecuador. Su beca fue de 4 años y tuvo que financiarse los 12 meses adicionales que necesitó para realizar los proyectos que se planteó durante su estadía en España.
A su retorno el único trabajo que consiguió fue como docente investigador en la Espol. “Tuve que aprender de pedagogía, pero ya me siento a gusto”. Tanto Julio como sus compañeros Diego y Danilo han roto el mito de que los becarios tienen pocas oportunidades al regresar al país. Por el contrario, según cuentan, han ganado no solo conocimiento sino experiencia. (I)