Novios de Santa Elena se casan frente a San Biritute
Nada de sacerdotes, vestidos de princesa ni fiesta en hoteles de lujo. Una pareja se casó este fin de semana, pidiéndole la bendición a San Biritute. Los ojos de Maribel, la novia, se pusieron acuosos, por los nervios y la emoción; entre tanto Melissa, su hija mayor, la terminaba de maquillar: “A mi novio lo conozco desde hace varios años por una amiga de la universidad que me lo presentó. Estamos juntos desde hace un año, a Luis le costó convencerme para realizar esta ceremonia”.
Afuera, Luis, el novio, alista los últimos detalles para la ceremonia: “Este ritual ancestral es una forma de recuperar las tradiciones perdidas de la Península. Así era antes de la llegada de los españoles a nuestras tierras y así es como debe volver a ser”, considera.
Desde las 13:00 algunos miembros del Ministerio Coordinador de Patrimonio llegan a Sacachún para arreglar los alrededores de la Plazoleta, donde está enclavado San Biritute, monolito emblema del pueblo. Flores blancas y lilas, luces y tules adornan el espacio donde se realizará la unión de Luis Bajaña y Maribel Domínguez.
Poco a poco los moradores de la comuna salen de sus casas, algunos para ayudar en los preparativos, otros, los más pequeños, para curiosear y jugar alrededor de San Biritute. Luis recuerda que el monolito recibió este nombre por un malentendido: “Francisco Huerta Rendón al ver el monolito en 1949 exclamó sorprendido ¡San Virtude!, refiriéndose al tamaño del órgano sexual del personaje tallado. Los pobladores entendieron San Biritute y desde entonces lo llaman así”.
El artista plástico Xavier Blum es el encargado de dirigir la ceremonia ancestral.
La boda empieza a las seis, mientras el viento sopla con fuerza y Luis agradece al sol, tocando su churu, un gran caracol marino usado como trompeta que se oye hasta la entrada del pueblo, a 70 metros del santo que, según cuentan los más antiguos, llama a la lluvia y les da hijos incluso a las mujeres que se consideran infértiles.
Maribel se casa con un vestido confeccionado a punta de paja toquilla. Mujeres jóvenes y ancianas realizan danzas a la naturaleza, pidiendo que la esposa sea fecunda.
Una de ellas, la más vieja, bendice un brazalete de conchas frotándolo contra San Biritute. Lo coloca en el brazo de la novia, luego le pone un casco de mate y paja toquilla donde entreteje el cabello negro de Maribel, y finalmente la novia es cubierta con un pequeño poncho color vino, con espejos. Xavier Blum los bendice en medio de cánticos y el humo de un habano.
Aún suena como eco “A lo lejos canta, canta un pájaro enamorado...” tonada que está en boca del artista y su asistente, con el acompañamiento de un tambor y una sonaja.
La esposa brinda la chicha de maní, otra tradición antes olvidada de la Península. Finalmente, la fiesta se enciende con tecnocumbia.