#NiUnaMenos: Ecos de una sociedad movilizada

“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer.

Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los súper machos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”, decía Eduardo Galeano en uno de sus libros.

En Argentina, la violencia de género se cobró la vida de 255 mujeres en 2012; 295 en 2013 y 277 en 2014. En más del 50% de los casos el victimario fue su pareja. El pasado 3 de junio, mediante la campaña #NiUnaMenos solo en la capital de la República Argentina, 2 mil personas marcharon para decir basta a los femicidios y reclamar al Estado el diseño de políticas integrales.

A ello se sumaron las manifestaciones realizadas en 80 ciudades del país que contaron con la participación de hombres, mujeres, niños, personalidades del mundo cultural y en algunos casos hasta de los propios funcionarios del gobierno. Además, #NiUnaMenos se extendió a otros países de la región y circuló con mucha fuerza a través de las redes sociales.    

El petitorio de reclamos, leído durante la manifestación, incluye la creación de un registro oficial de femicidios, la apertura y puesta en funcionamiento de Oficinas de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia en todas las provincias como así también dotar de mayores contenidos a la educación sexual integral que se brinda en los colegios a los jóvenes y adolescentes. Además de una adecuada protección a las víctimas de violencia, garantías para su acceso a la justicia y la creación de más hogares y refugios para las mujeres que sufren violencia de género.

La problemática, si bien pone de manifiesto la persistencia de la dominación masculina sobre las mujeres, invita a interrogarse sobre las múltiples formas en que construimos la relación con el otro, el impacto que han tenido los medios de comunicación y la televisión en edificar una imagen cosificada de la mujer, que la vuelve objeto, usable y descartable, en detrimento de su reconocimiento y el respeto a sus derechos.

La participación de miles de hombres en la marcha evidencia que la edificación de una sociedad más justa no se agota en políticas públicas, en mejores canales institucionales o el aumento de la seguridad en las calles sino más aún en una construcción colectiva, donde ser mujer deje de ser un riesgo de muerte. (O)