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1’849.881 infantes residen fuera de áreas urbanas, según el censo del inec de 2010

Niños de zonas rurales crecen lejos de las tablets y cerca de trompos

Jordy Medina Anastacio, de siete años y gorra azul, juega junto con sus vecinos.  Los tres amigos muestran sus habilidades con el trompo al hacerlo bailar sobre las calles de tierra de su comuna.
Jordy Medina Anastacio, de siete años y gorra azul, juega junto con sus vecinos. Los tres amigos muestran sus habilidades con el trompo al hacerlo bailar sobre las calles de tierra de su comuna.
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Jordy Medina Anastacio, de siete años, es uno de los más hábiles con el trompo en la comuna Cauchiche, ubicada en la isla Puná (Guayas).

Desde los seis lo hace ‘bailar’ sobre la tierra, en el piso de cemento de su casa y sobre sus delgados brazos y pequeña mano. Él lo lleva a todas partes que va.

El menor de edad, quien es hijo de un pescador, es parte de una de las 120 familias que habitan en la citada comunidad. Su apellido se repite entre los vecinos. Para llegar al lugar hay que trasladarse 40 minutos en lancha desde el malecón de Posorja y luego abordar una camioneta (no existen buses urbanos ni taxis en aquella isla).

En Cauchiche, una de las zonas rurales de Guayaquil, residen 130 niños. Al contrario de lo que hacen sus pares en la zona urbana, ellos no usan celulares, ni tabletas, ni computadoras. Los chicos conservan los juegos tradicionales para divertirse: trompo y bolillas.

Los de edad escolar acuden a la única unidad educativa fiscal (John F. Kennedy) Allí se oferta hasta octavo año de básica. Jordy cursa el tercer año de básica y se destaca en las clases de lenguaje.

Él anhela convertirse en profesor cuando crezca. “Me gusta ir a la escuela porque jugamos a la pelota y además llevo mis trompos”.

Odalis, de 11 años, la vecina de Jordy, cursa el sexto año de básica. La risueña niña quiere ser doctora. A ella le gusta jugar al picnic. “Los sábados voy a la playa con mis primas”, expresa.

Otro de los niños con aspiraciones profesionales es Marlon, de 10 años. Él pretende convertirse en guía turístico. “Mi tío prometió que me llevará a Posorja (parroquia) para que estudie el colegio. Yo sí quiero”. Por ahora estudia el séptimo año de básica.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), de 2010, en Ecuador existen 4’528.425 de menores de edad (de 0 a 14 años). En las áreas rurales residen 1’849.881 chicos; 2.252 de ellos en Puná.

Para Mónica Sánchez, directora de la Unidad John. F. Kennedy, los niños de las zonas apartadas viven su infancia de manera diferente. Ella lo ha palpado a diario.

La docente, oriunda de Guayaquil, hace un año y medio trabaja en dicha isla (de lunes a jueves vive allí y los viernes retorna al puerto principal). En ese lapso -asegura-  no  ha escuchado malas palabras de los niños, ni casos de menores envueltos en drogas;  al contrario tienen aspiraciones muy ambiciosas.

“Desde los primeros años dicen que al salir se convertirán en militares, una niña expresa que será médico. Otros quieren estudiar en el extranjero. Hasta me han pedido que gestione la apertura de un centro tecnológico”.

En la comuna -resalta- reside un estudiante que fue seleccionado entre los mejores bachilleres y premiado por el Ministerio de Educación (MinEduc). “Hay niños que se trasladan al plantel, en bicicleta, desde otras comunas (más de 30 minutos pedaleando de ida) para no perderse una clase”.

La tasa de analfabetismo a nivel rural -según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu)-  disminuyó entre 2003 y 2014. Pasó de 5,4% a 3,8%.

Yamilet, de 12 años, aprendió a leer y escribir a los siete años. Hoy cursa el noveno año de básica y recibe clases de inglés en el colegio Juan León Mera, en la comuna Campo Alegre. En el establecimiento estudian 300 niños.

Yamilet, quien vive en Cauchiche, todos los días se moviliza en moto para asistir a la unidad. La primaria la cursó en un establecimiento de Posorja, pero este año regresó a su comuna.  “A mí me gustaría estudiar el bachillerato fuera de aquí, porque hacen falta más profesores”.

Ella ayuda a su mamá, Aracely, en las tareas del hogar y a cuidar a sus tres hermanos menores de edad, que también estudian. Pocas veces sale de la casa.

La presidenta de la comuna, Obdulia Anastacio, explica que para progresar en el trabajo y en los estudios los habitantes de Cauchiche emigran a Posorja o Guayaquil. “Buscan una fuente de ingresos para mantener a sus hijos”. Esto obligó a que 120 familias dejaran la comuna de Puná.

“Hasta el año pasado muchos niños se quedaron sin estudiar, porque los padres no los llevaban a otro plantel. Pero con la apertura del octavo año, eso ya no pasa”.

La docente Sánchez recuerda que para la apertura del grado en la unidad educativa, fundada en 1958, se requirió el esfuerzo de la comunidad. Ahora la lucha se centra en elevar el número de profesores, tener un centro de cómputo y realizar intercolegiales para que los menores intercambien conocimientos con otros estudiantes y ‘alimenten’ sus aspiraciones de progresar. (I)

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