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Ecuador, 18 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Niños abandonan trabajo gracias a microempresas

Muchas veces el anhelo de los padres de familia de escasos recursos económicos consiste en emprender algún negocio para que sus hijos menores de edad se dediquen exclusivamente a estudiar.

En este contexto, nueve proyectos de emprendimiento comunitario orientados a 240 familias a nivel nacional nacieron con el objetivo de erradicar el trabajo infantil. Este plan está encabezado por la Fundación Telefónica Ecuador, en alianza con Fundación Educativa Monseñor Cándido Rada (Funder).

Carlos Arrieta, coordinador del programa de jóvenes de esta entidad privada, explicó que éste consiste en la capacitación a padres de familia para la consolidación de una microempresa que genere la suficiente ganancia económica y, de esta manera, los niños y adolescentes se dediquen a sus actividades académicas.

“Buscamos que las familias tengan un conocimiento más técnico de lo que es administrar un negocio, que tengan nociones de marketing y que dominen el manejo de costos”, señaló Arrieta.

Carlos M., de 15 años, forma parte de esta iniciativa. Él contó que le ayuda a su madre en las labores de costura después de realizar sus tareas escolares.

El joven de delgada contextura y alta estatura siente mucha tristeza al ver a su madre trabajar todo el tiempo para que a él y a su hermano no les falte nada.

“Comencé a ayudarle desde mis siete años, cuando veía cómo sufría y luchaba, día y noche, para darnos lo que necesitábamos. Mi meta es ser sastre y ayudarle a mi mamá a crear una microempresa”, dijo el alumno de décimo año del Colegio Miguel de Santiago.

Su madre, Teresa Varela, de 41 años, es manabita. Sus hijos tienen 21, 15 y 9 años. La mujer, de tez canela y ojos claros, cuenta que después de afrontar dos divorcios ha tenido que velar por ella y sus hijos sola.

“No cuento con el apoyo de mi familia ni del padre de mis hijos, por eso vine a Quito, para buscar trabajo y una mejor educación para mis hijos. En Manabí hay pocas oportunidades laborales”, aseguró.

Teresa estudió únicamente hasta el primer curso, conocido ahora como octavo año de educación básica. Por esta razón se dedicó a trabajar como costurera y rematadora de prendas de vestir en varios locales ubicados en el sur de Quito. Incluso, trabajó por varios meses en la elaboración de algodones de azúcar.

Pero cuando el menor de sus hijos era pequeño le transmitió su dolor por no compartir tiempo con ella. Desde ese momento, Teresa consideró la posibilidad de construir su microempresa y trabajar desde su morada.

“Al ver el llanto de mi hijo me endeudé y me compré otra máquina de coser. Ya con dos de éstas me arriesgué a renunciar y a trabajar desde mi casa. Lo duro era que nadie me conocía, pero poco a poco llegaron los clientes”.

Según Arrieta, la capacitación comenzó desde abril del presente año en siete provincias: Pichincha, Chimborazo, Cotopaxi, Azuay, Loja, Morona Santiago y Guayas.

Para ello, el vocero indicó que se ha destinado un total de 8.300 dólares para cada territorio, de los cuales el 50% es capital no reembolsable y la otra mitad es un fondo de garantía para que accedan a un crédito mayor.

“La implementación de estos negocios estará lista a finales del presente año para la comercialización de los productos. Mientras que para el 2014 se tiene previsto el fortalecimiento de los mismos”, dijo Arrieta.

Otro caso es el de Isaura Téllez, de 53 años. La mujer proveniente de San Martín de Puzhio (Azuay) se dedica a tejer sombreros de paja toquilla desde que era una niña, al igual que sus padres y abuelos.

“Desde pequeña vi tejer a mis padres y seguí su ejemplo. Tenía cinco años cuando vendí a dos sucres mi primer sombrero, pero era tan poca la ganancia que por ser la menor fui la única de mis hermanos que concluyó el colegio”, dijo con al go de nervios.

El anhelo de Isaura es continuar con la tradición que su familia ha experimentado para surgir económicamente: los mayores de edad viajan a Estados Unidos con el propósito de enviar más dinero a Ecuador, mientras que los menores de edad se quedan tejiendo estos sombreros.

“Tengo seis hijos que desde pequeños trabajan. Ahora que ya están grandes se fueron al extranjero para buscar mejor suerte, pero me apena que mis nietos estén solos. Mi anhelo es exportar sombreros para que se vendan a un mejor precio y así mis hijos puedan volver”, anotó.

Por lo general, Isaura vende cada sombrero a cinco o siete dólares, y los que demandan de un mayor esfuerzo tienen un valor de 25 dólares. Según dijo, ella logra recolectar 20 dólares semanales para su subsistencia.

“En el país, los hijos no viven con el amor de sus padres y eso es lo más doloroso. Nosotros criamos a nuestros hijos con trabajo porque no teníamos dinero para que siguieran estudiando, pero no quiero que esa historia se repita en mis nietos”.

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Empleo, Subempleo y Desempleo Urbano y Rural (Enemdur) 2009, el total de niños trabajadores de 5 a 14 años es de 155.000, mientras que los jóvenes de 15

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