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Mujeres ponen fin a la dependencia de sus parejas

→El programa SOS Mujeres busca su empoderamiento económico a través de asesorías y formación artesanal.
→El programa SOS Mujeres busca su empoderamiento económico a través de asesorías y formación artesanal.
Miguel Jiménez / et
09 de diciembre de 2017 - 00:00

Lucrecia Ruiz recibe clases de limpieza facial, pero su hija, Carolina, no deja de halarle la parte inferior de su blusa.

Ruiz se las ingenia para anotar los tips del capacitador y entretener a la pequeña, de cinco años.

La mujer, de 28 años, está separada de su pareja. Ella se casó joven y, poco a poco, perdió independencia.

Por la maternidad abandonó el colegio. Luego, cuando sus primogénitos (gemelos) cumplieron cinco años, laboraba en una papelería, mas los celos de su esposo le impidieron seguir.

Cuando se terminaron sus ahorros empezó a depender económicamente de él.

“No podía adquirir nada para mí, solo debía gastar en las cosas de la casa. Me daba lo justo, incluidos los $ 0,25 del pasaje, y revisaba -con factura en mano- todo lo que compraba”, recuerda ella, mientras participa del curso de cosmetología brindado por expertas de la Academia de Belleza Majirel.

Este centro privado y otros   más firmaron un convenio con la Prefectura de Pinchincha para ayudar a las mujeres que fueron o son víctimas de algún tipo de violencia de género.

Marcela Costales, viceprefecta de la provincia, detalla que hace tres años la entidad lanzó la iniciativa SOS Mujeres. Antes de ejecutar el proyecto realizaron una investigación en Pichincha, que demostró que el 69% de las mujeres vivió algún tipo de agresión. Las encuestas determinaron que ellas se quedan con su “violentador”  porque dependen económicamente de él.

Por ello, la iniciativa incluye ayuda jurídica y psicológica y en áreas artesanales, como chocolatería, floristería, pastelería, gastronomía, cosmetología, manualidades y más.

SOS Mujeres trabaja con la Junta Nacional del Artesano. Al concluir las capacitaciones las asistentes reciben una certificación avalada por la institución.

El primer contacto que Ruiz mantuvo con el proyecto fue cuando una vecina le informó sobre una línea telefónica gratuita en la que ayudan a mujeres que viven algún tipo de maltrato.

Ella llamó e inició un proceso de alejamiento de su conviviente. Cuenta que no fue fácil; prefiere no dar detalles de la “pesadilla” que vivió antes de salir de la casa de su expareja.

Junto a Ruiz se encuentra una mujer de contextura delgada y ojos claros que oculta su nombre. Va a las capacitaciones a escondidas de su pareja y tiene un plan: completar su formación y “escapar”.

La joven, de 32 años, ahorra y cuando su conviviente trabaja ella ofrece manicura express en el sur de Quito.

Costales explica que el trabajo inicia en el territorio. Un equipo de técnicos visita los hogares y en cada barrio hay una lideresa. Antes de que una mujer sea parte de los talleres recibe charlas de empoderamiento con abogados y piscólogos. En los casos de violencia, los primeros profesionales proporcionan asesoría (desde la presentación de la demanda hasta la sentencia ejecutorial). Los segundos expertos también ayudan a sus allegados: hijos y padres.

 Nelly Jarrín, lideresa del barrio San Martín, recuerda que la capacitación inició hace tres meses y que 250 mujeres fueron entrenadas.

El proyecto fue galardonado

La formación no concluye con el aprendizaje de un oficio. Después de esas clases, ellas asisten a cursos de administración de empresas y análisis de cuentas para que sus microemprendimientos se concreten.

Carmen Pillajo y Andrea Chinachi ahora son socias y juntas iniciaron un negocio. Ellas preparan postres.

Los cursos duran 40 horas y son dictados en la tarde, pues la mayoría es de amas de casa. Entre las participantes hay féminas de otras provincias. Macarena L., de Quevedo (Los Ríos), llegó a Quito con su pareja, pero él no le permite que viaje a su tierra. “(Me preparo) porque necesito dinero para comprar un pasaje. Esta Navidad quiero pasar con mi familia”.

Jarrín indica que en su localidad el machismo está arraigado. “Muchas de las asistentes deben pedir permiso a sus esposos para venir”. Para ellas es normal que una mujer lo haga, pues así las criaron. 

El objetivo de las lideresas es romper esos estereotipos para que ellas sean conscientes de la violencia. Para Costales, la normativa no         aterriza sin un combate frontal para romper una cultura misógina y patriarcal. (I)

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