A las mujeres nos toca crear nuestros sitios de hermandad
Diana Gardeneira
Desde que me declaré feminista en 2016 he buscado la representación femenina en el arte, la historia y la política en esta urbe. Hice investigaciones en los monumentos de Guayaquil y en los concursos de arte locales; pero siempre escuchaba la misma frase “no hay mujeres artistas buenas en Guayaquil” y me decepcioné. El medio no nos valida, no nos ve, nos borra de los libros de historia, entonces nos toca a nosotras crear nuestros espacios de hermandad, para visibilizarnos y apoyarnos y así no dejar de producir.
El primer taller abierto oficial fue en mi casa, con la idea de pintar en este espacio, libre de juicios. El nombre La Gallina Malcriada surgió del tercer taller, donde Ana María González contó su fascinación por estas aves y su actitud desafiante al caminar, ¡además de llevar los huevos!
Un año después, las conversaciones siguen coincidiendo en temas como nuestra participación en el arte, apreciar el trabajo de otra persona, compartir y confiarnos historias de acoso y discriminación; nos quejamos de la educación escolar, universitaria, de las casas, que solo reproducen comportamientos machistas en la sociedad guayaquileña. En cada taller abierto pudimos aprender tanto de cada una, desde las artistas que abrieron sus espacios, hasta las asistentes que llegaban llenas de curiosidad.
Nos rebelamos contra todo, ya no nos vamos a callar, ya no nos vamos a comportar, tenemos mucho que desaprender. Cada taller abierto ha sido como una escuela alternativa: un lugar para aprender de las artistas que nosotras queremos conocer (que también han tenido que luchar), y aprendemos de sus formas de crear y de pensar. Esto nos lleva a nuestras propias producciones personales. Desde la colectividad tejemos redes, compartimos saberes y crecemos como artistas y como personas. (O)