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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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La mujer convive con su agresor por miedo, por sus hijos y el “qué dirán”

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La dependencia emocional, la falta de autonomía, los antecedentes de violencia (como testigo) y el miedo son algunos de los factores que influyen en una mujer para que siga con su pareja a pesar de ser víctima de maltratos.

En América Latina y el Caribe hasta 2017, el 35% de mujeres sufrió violencia física o sexual, según datos de ONU Mujeres.

Una investigación realizada por el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam) identifica factores externos e internos que hacen que las féminas continúen con quien las violenta.

Patricia Reyes, psicóloga y gestora de conocimiento del Cepam Guayaquil, explica que algunas soportan la violencia por amor y temor. “Muchas mujeres tienen miedo de tomar alguna acción (denunciar) porque temen por su vida y la de sus hijos, pues consideran que la violencia será mayor”, destaca.

Entre los casos que ha tratado el organismo está el de aquellas víctimas de agresión que no denuncian al maltratador porque es el padre de sus hijos. “Ellas no reflexionan que el padre dejó de cumplir con su rol en el momento en que se generó la violencia”.

Reyes señala que cuando la agredida denuncia, el agresor deja de asumir sus responsabilidades en el hogar, es decir, no provee el sustento para sus hijos.

Otro ejemplo que cita Reyes es que la mujer a veces proviene de un hogar donde su madre fue maltratada y cree que ese también debe ser su destino.

El qué dirán

Un factor que incluso es determinante para que la víctima siga conviviendo con su agresor, son las críticas que le hacen sus allegados cuando decide separarse de su pareja o emprender acciones legales en su contra. Así lo explica Erika Escorza, asesora en Derechos Humanos. “La misma sociedad es cómplice, porque juzga a la mujer que se rebela contra el sistema patriarcal”.

Escorza señala que la sociedad reacciona de esa forma por la falta de educación con perspectiva de género. Además se evidencia una cadena que va desde el ámbito familiar, el funcionario que recepta la denuncia por agresión, la falta de acompañamiento para el debido proceso y finalmente se llega a la impunidad.

“No podemos hablar de educación progresiva sino inmediata. Creo que debemos hablar de vulneración de derechos humanos ya que es un fenómeno que crece rápido”, enfatiza.

Dice que el Estado debe actuar con énfasis en este tipo de casos, pues el tratamiento a la violencia de género se lo ve con “normalidad” y se “legitima a los violadores”.

Gioconda Herrera, catedrática del departamento de Sociología y Estudios de Género de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), identifica dicha situación como un “problema estructural que tiene que ver con la dominación masculina sobre el cuerpo de las mujeres y sus vidas”.

Además, según Herrera, está el factor económico, la presión social de sectores conservadores y los factores psicológicos, en temas relacionados al miedo e inseguridad para tomar decisiones.

“Hay que entenderlo en ese contexto porque es una opresión general de construcción social que provoca en las mujeres respuestas en contra de su condición”.

Señala que en la sociedad, la ciudadanía debe cambiar el concepto de identificar a un maltratador, ya que este puede provenir de cualquier entorno social.

“Hay que combatir la idea de que existe un perfil del agresor o violador; no es un tema privado sino producto de la sociedad y el Estado tiene que atenderlo con políticas públicas”.

Indicios de violencia

La psiquiatra y docente de la Universidad de Guayaquil, Paola Escobar Massuh, considera que hay que tener en cuenta cómo se ha llevado la relación de pareja y analizar los indicios de violencia.

Ella menciona que hay que hacer el perfil del hombre que maltrata y que de alguna manera anula a la mujer como persona. “Debe existir lógicamente la vulnerabilidad de parte de ella para dejarse manipular y anular como ser humano, como persona y como mujer, es como un vínculo patológico, dañino”.

Escobar precisa que el agresor busca a esa persona débil y vulnerable, y “esa dependencia de la mujer hacia quien la violenta”.

Para ella, la violencia no solo se origina entre parejas heterosexuales, sino también en las homosexuales. “Uno de los dos es el dominante y el otro el maltratado”.

La profesional está de acuerdo en un enfoque de género, pero reitera que las agresiones no solo se dan en la mujer, sino también en el hombre.

Independencia económica

Para la jurista y defensora de derechos humanos Annabell Pita es fundamental que la mujer tenga independencia económica, porque eso le brinda alternativas para abandonar el círculo de la violencia y autosustentarse.

“Es necesario darle un empoderamiento económico a través del apoyo a sus emprendimientos, que sepa que siempre habrá una alternativa -lejos del agresor- para que ella se pueda mantener y ayudar a sus hijos también”.

Cristina Almeida, presidenta de la agrupación Nina Warmi, considera que la educación es básica para que las mujeres puedan desarrollar una autovaloración, que les permita terminar su vínculo afectivo apenas perciban que la misma las vulnera.

“El agresor en el inicio de una relación se muestra muy equilibrado, encantador, incluso es buen amigo; tiene las herramientas idóneas para ser un perfecto manipulador que conforme pasan los meses logra afectar psicológicamente a su pareja, hacerla sentirse culpable y merecedora del maltrato”.

Otra razón que expone, para que una mujer no se separe de la pareja agresora, es la falta de formación académica y la dependencia económica que desarrolla. “Por los estereotipos que existen en la sociedad aún hoy se educa a las niñas pensando que su fin es casarse, atender a su familia y tener hijos, pero eso es erróneo”.

Cree que es necesaria una educación con perspectiva de género, que le permita a la mujer entender que sus sueños y anhelos -como el de cualquier hombre- son perfectamente realizables.

Para la directora de la agrupación “Mujeres por el cambio”, Cristina Cachaguay, es necesario que la víctima de agresión tenga siempre un acompañamiento terapéutico profesional sobre todo por el desgaste emocional que representa.

“Los golpes dejan cicatrices en el cuerpo que generalmente se borran con el tiempo, pero el desgaste psicológico que lleva una mujer constantemente maltratada no siempre se puede sanar y eso influye en su vida”. (I)

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“Con la violencia reivindican su masculinidad”

“Los hombres han asumido un ‘modelo’ de ser hombres a través de la violencia, con la idea de que hay que someter a la mujer no importa cómo, hay que poseerlas no importa cómo”, menciona la psicóloga Patricia Reyes.

La profesional indica que para este tipo de hombres, la mujer se convierte en una manera de reivindicar su propia masculinidad.

“Ellos sienten que no cumplen el rol de la cultura patriarcal, de ser conquistador, fuerte, económicamente pudiente, y ‘aprendieron’ que cuando eso no se cumple, son las mujeres con quienes pueden reivindicar en algo su poder. Hablamos de un poderío y lo hacen a través de la violencia”.

Destaca que la violencia también es un proceso comunicacional, ya que cuando el agresor violenta está mandando un mensaje claro, porque lo hace en un contexto.

Pero en el momento que la agrede es para callarla, para reprimirla en cualquier acción que ella quiera realizar. “Hay momentos en que ella queda atrapada en ese lenguaje que no logra decodificar.

Es decir que no encuentra ninguna relación entre las frases de cariño y amor que su victimario le profesa en determinado momento, con la violencia física y verbal”, añade la psicóloga. (I)

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