Existen palabras que por definición tradicional tienen un sentido, pero por su connotación consiguen un alcance que su significado formal no logra expresar totalmente.

La nueva Ley Orgánica de Comunicación -que entró en vigencia desde el pasado lunes- plantea en uno de sus artículos concernientes al ejercicio profesional que los medios deben evitar dar un “tratamiento morboso a la información sobre crímenes, accidentes, catástrofes u otros eventos similares”.

Para varios especialistas en ciencias sociales, la utilización del término “morboso” en este cuerpo legal deja abierta una puerta de criterios subjetivos.

En el campo semántico, la Real Academia de la Lengua (RAE) se refiere al morbo como una enfermedad, como un interés malsano por personas o cosas y como una atracción hacia acontecimientos desagradables.

De acuerdo con el estudio realizado por María Pilar Lema Quintana -en una publicación respecto al tema en la facultad de Filología Hispánica de Poznán, en Polonia- con este acercamiento se evidencian  dos campos de análisis (...) “uno más físico (enfermedad) y otro más abstracto, proyectado desde el sentido anterior (la moral)”, indica el texto.

El sociólogo peruano Jorge Cabrejos sostiene que el problema no parte de la definición ampliamente entendida, si no más bien de quién decide cuál es la definición a operativizar. “Se trata de una idea ingenua y moralista que cree que solo existe el camino de la ‘bondad’ o lo correcto, pero a la inversa. Como que uno ve cosas malas y sale a hacerlas. La subjetividad es más compleja que el conductismo del estímulo y respuesta”, sostiene la psicoanalista Jéssica Jara.

Por esto el catedrático Aníbal Penton sostiene que un punto a destacar es la relación entre lo que se habla, lo que piensa, y lo que finalmente se ejecuta. “El lenguaje es una cosa y la acción es otra”, indica el especialista.

Según Jara, aparte de cualquier concepto está esa especie de fascinación que existe respecto al tema, porque las publicaciones o programas de televisión suelen manejar imágenes que convocan atención: el sexo y la muerte. “El morbo esta ahí porque hay algo del orden del goce. No se hace pero se lo ve. De todos modos, existe una pulsión que tiene actividad y esa es la sublimación en ese mirar, no en hacer”, asegura.

Pero aparte de la búsqueda de un concepto está presente el análisis de los motivos por los que la difusión de este tipo de informaciones tiene un grado de repercusión. “La relación de este tipo de prensa con la sociedad se basa en una lógica de mercado mal aplicada: démosle a la gente lo que quiere, ignorando la responsabilidad de los medios de comunicación como principales articuladores de lo que se discute y forma en la opinión pública”, dice Cabrejos.

Para él, la postura de los medios es justificada siempre con “es lo que le gusta a la gente”, amparándose en un razonamiento falaz para mostrar lo que se les ocurra pueda vender, sin limitación alguna.

Penton indica también que los colores y el enganche visual tienen su parte de protagonismo. “Los colores son más llamativos en el caso de las publicaciones y en el caso de los programas de televisión son imágenes cortas, pero que impactan, con otra cromática”, completa el comunicador.

“A priori, ejercer algún nivel de regulación sobre las características a cumplir por los contenidos de los medios puede no parecer una mala idea para algunos. Sin embargo, la preocupación principal es saber qué criterios se diseñarán y aplicarán para implementar la política”, dice el sociólogo peruano.

Jara, de su parte, discrepa. “De esta forma estaríamos asumiendo que existe un gran padre, un gran ojo que es el que nos va a decir qué es lo que podemos ver y lo que no. Nos reduce a una condición infantil”, concluye.

En medio de todos los debates abiertos, de las discrepancias de conceptos entre unos y otros, lo cierto es que julio y diciembre serán meses determinantes para la aplicación de la normativa que ya fue publicado por el Registro Oficial.