Publicidad
El Hospital General de Latacunga fomenta el intercambio de saberes
Este evento contó con la presencia de agentes de medicina ancestral de los distritos Sigchos, Salcedo y personal del Hospital Provincial General Latacunga. El objetivo es prevenir las muertes maternas y neonatales a través de un trabajo coordinado con especialistas, quienes luego de detectar los síntomas y enfermedades transfieren a los pacientes a las unidades médicas para que los profesionales de la salud brinden atención y el tratamiento necesario para su recuperación.
Para ello se creó “Ensamin”, establecimientos de salud amigos de la madre y del niño, que son casas de salud calificadas donde hay un trabajo mutuo entre médicos tradicionales y ancestrales.
“El objetivo es potenciar los saberes que ellos tienen con lo que nosotros sabemos para beneficio de los miembros de las comunidades”, explicó Alexandra Guanopatín, gerente del Hospital General de Latacunga.
La profesional de la salud dio a conocer que con este nuevo espacio, las parteras, yachas y demás conocedores de la sabiduría ancestral tienen capacitaciones permanentes y pueden enseñar a su entorno y perder el miedo de ser atendidos en centros de salud, hospitales y clínicas.
Un buen proyecto
En Cotopaxi el primer centro que logró la calificación del proyecto Ensamin es Saquisilí. Los procesos se están siguiendo en Latacunga, Pujilí y Salcedo. “Son varios parámetros los que hay que cumplir. Estamos trabajando en ello”, aseguró Guanopatín.
El proyecto surge a raíz de las muertes de las madres y neonatos en los partos asistidos en las comunidades sin la presencia de equipos humanos ni técnicos para atender las diferentes emergencias.
Cristóbal Espinosa, responsable del área de salud intercultural, dio a conocer que están enfocados en compartir y conocer las prácticas milenarias que aún existen en el Ecuador, especialmente en Cotopaxi.
Durante las socializaciones con las parteras, yachas y sanadores, Espinosa comprendió que sus niveles de conocimiento son “muy acertados”.
Incluso son capaces de reconocer los signos y síntomas de alarma que presentan los pacientes que necesitan ser atendidos en una casa de salud.
Marcia Iza es partera, tiene 59 años y aprendió todo lo que sabe de su abuela, ambas nativas del barrio Tilipulo, perteneciente a la parroquia Eloy Alfaro de Latacunga.
Marcia ayudó a nacer a un promedio de 40 niños desde hace 30 años.
De acuerdo a sus conocimientos, lo principal es transmitirle a la madre confianza y seguridad para que con la relajación de su cuerpo se preparen los músculos para la labor de parto.
Nunca tuvo inconvenientes, salvo en una ocasión cuando el niño nació muerto.
Según Marcia el hecho pudo ocurrir por la avanzada edad de la madre, que tenía 43 años. En aquel entonces no se les ocurrió llevar a la madre a una casa de salud, pues las parteras eran mal vistas. Pero hoy ella sabe que la situación es diferente, que si asiste con una mujer con complicaciones de parto no recibirá reproches y los especialistas harán lo posible por salvar ambas vidas.
“Antes teníamos miedo de ir porque nos llamaban brujas, con desprecio, pero los doctores ya nos explicaron que debemos apoyarnos para evitar muertes”, aseguró la mujer.
Manuel Tercero, yacha de Salcedo, dijo que poder fusionar sus conocimientos ancestrales con los científicos es un avance no solo a nivel médico, sino a nivel humano.
Para el hombre de 68 años anteriormente los conocedores de la medicina ancestral eran vistos peyorativamente, no se consideraban ni se valoraban sus conocimientos adquiridos de generación en generación.
María Alejandra Méndez, Pediatra Neonatóloga, menciona que “en las manos de quienes tienen la sabiduría de la medicina ancestral existe una gran responsabilidad, por la confianza que las personas tienen en ustedes, por ello pedimos que realicen su trabajo con responsabilidad; la información y técnicas adquiridas en este espacio permitirán que puedan ejecutarlas en caso de emergencia y de esta manera salvar la vida del recién nacido y de la madre”.
A través de estos espacios se busca rescatar y fortalecer el trabajo de saberes ancestrales, acoger su sabiduría, y, a través de los mismos, brindar un buen servicio de atención combinando las dos medicinas. De esta manera se garantiza el derecho a la salud de los pueblos y comunidades indígenas, ya que es deber y responsabilidad del Estado asegurar su efectiva atención, indistintamente de su género, religión, color, etnia, idioma. (I)