Manuel Pillajo, el tallista que convierte la madera en obras de arte
La madera, la gubia (especie de formón) y la maceta (martillo doble) son las mejores amigas del escultor Manuel Pillajo, de 58 años. Él se dedica a este oficio por tradición familiar. Aunque no tiene hijos, a sus sobrinos les inculca que mantengan viva la pasión artística.
“Mis padres eran de Quito, pero se mudaron a Guayaquil en 1947 y nosotros -mis dos hermanos y yo- nacimos acá”.
El tallador explica que su familia paterna es escultora. Sin embargo, su padre se inclinó siempre por el arte en madera. En contraparte, sus tíos fueron los mejores canteros (talladores en piedra) de la capital. Según él, las obras de sus antepasados se exhiben en museos quiteños.
El tallista pasa la gubia sobre los trazos de lápiz para darle forma a la madera. La obra estará lista el martes.
La escultura, como toda artesanía, tiene un componente artístico en el cual el tallista-artesano vuelca su talento creativo para extraer de residuos de los árboles una obra de arte.
El otro componente es técnico-mecánico, cuyo fin es que la materia prima responda a los esfuerzos del tallador y lograr el resultado deseado.
Oficio de familia
Pillajo recuerda que tenía 7 años cuando inició su preparación como asistente de su papá. En el taller barría, limpiaba y ordenaba los instrumentos.
Su progenitor le explicó la función de las herramientas y los respectivos nombres.
“A los 10 años ya nos ponían a plantillar -calcar la imagen- con papel carbón”. Manuel se ríe mientras explica cómo evolucionó este paso.
“Con la era digital las plantillas salen en 3D, algunas se pegan y pocas aún necesitan de un lápiz”.
Amante de los animales y de la naturaleza, Pillajo sostiene que sus mascotas son la inspiración de sus obras.
Para el escultor, cada animal es parte fundamental de su familia, razón por la cual usa un collar con ocho colmillos que pertenecieron a sus perros fallecidos.
“Esta es una tradición de la Sierra. Mucho padres conservan los dientes de sus hijos”, acota entre risas.
El sociólogo e historiador Francisco Luna explica que la elaboración de una imagen de madera es un trabajo complicado que demanda habilidad y precisión para que los trabajos sean de buena calidad.
Sus aplicaciones son variadas tanto a nivel arquitectónico como para el embellecimiento de objetos de uso cotidiano.
Luna desconoce cuántos años tiene esta tradición en Ecuador, pero admite que la mayoría de las artesanías se expandió en la región Sierra.
Esa era la razón por la cual la mayor parte de las iglesias antiguas -de esta región- aún conservan sus primeras imágenes talladas en piedras y madera.
Sin embargo, el experto lamenta que, como la mayoría de las tradiciones, tiende a desaparecer, sobre todo por la diversificación de carreras, oficios y profesiones.
“Actualmente el dinero que se necesita para estudiar una carrera es determinante. Antes era común que los hijos se dedicaran a los oficios de sus padres, porque vivíamos de tradiciones generacionales”, explica Luna.
La calidad de la madera
Mientras Pillajo dialoga con EL TELÉGRAFO talla cuatro perros en madera de bálsamo.
“Mientras más seca y más dura sea la madera es una mantequilla para mí. Los bloques de este material los consigo cuando demuelen casas antiguas, ahí encuentro partes valiosas y las elijo por su olor y textura”, manifiesta el tallista.
El artesano analiza que estas edificaciones -demolidas- tienen más 100 años de antigüedad y se le suman los años de vida del árbol. No obstante, lamenta que al haber en la ciudad pocas casas viejas se quedará sin material.
Según el Ministerio del Ambiente (MAE), a Ecuador aún le quedan 12’631.198 hectáreas de bosque nativo, que es el 51% de la superficie nacional.
Las áreas protegidas, los bosques y vegetación protectores, las áreas delimitadas de patrimonio forestal del Estado y los predios son parte del programa Socio Bosque y abarcan el 53% del total.
El cambio climático influye en el cambio de suelo para actividades agropecuarias y esta es la principal amenaza que enfrentan los bosques nativos.
Pese a las cifras, artesanos como Pillajo buscan en los sitios de demolición su materia prima para tallar sus obras. (I)