Manabí aprovecha la palma de tagua
Por Leiberg Santos, Patricio Ramos
La mococha es un fruto producido por la palma (Phitelephas aequatorialis) cuyo contenido es un líquido transparente cuando está tierno, además es comestible.
Al madurar se solidifica y se obtienen las semillas, conocidas como tagua o corozo.
Este es un fruto ancestral que crece en las montañas de la campiña manabita.
En cada cabeza de mococha se extraen entre 15 y 25 pepas de tagua, cuya contextura parecida al marfil de los colmillos de elefante sirve para elaborar un sinnúmero de artículos de bisutería y artesanías de gran demanda local e internacional.
Los artesanos, la mayoría manabitas, poseen una destreza heredada para trabajar con la pepa de tagua.
La pepa que se agrupa en racimos se la deja secar para que alcance la dureza similar al marfil y así la pueden trabajar con máquinas.
En el malecón escénico de Manta existe un mercado artesanal donde se expenden artículos y bisutería elaborada en tagua. Jennifer Cárdenas tiene un local que atiende con su papá.
Indicó que las artesanías en tagua las venden hace 15 años. Pulseras, anillos y collares son apetecidos por los jóvenes, mientras que los adultos y adultos mayores llevan de recuerdo las figuras con formas de animales.
Jennifer contó que cuando tenía 10 años probó la mococha, su sabor es parecido a la carne del coco pero más simple. Ella siempre les explica a los turistas que el marfil vegetal de que están hechas las artesanías proviene de un árbol y cuenta su experiencia con la mococha.
Fabricio Vera, a través de su empresa web “EcuadorianHands.com” distribuye abalorios (piezas de tagua para la elaboración de joyas).
Señala que la tagua fue conocida en Europa, cuando los barcos que partían de Manta la usaban como peso para equilibrar la embarcación en el mar. Al llegar a puertos del Viejo Continente cogían la carga y dejaban los sacos con las pepas de tagua.
Es ahí cuando los europeos se dan cuenta de que ese material se parecía al marfil.
Vera explica que en Manta hubo grandes fábricas de animelas (tajadas de cortes perfectos que se sacaban de las pepas de tagua, para la elaboración de botones) que se exportaban a Europa y parte de Estados Unidos.
Estas fábricas congregaban a miles de empleados en los años dorados de la tagua (1940-1990). La utilización de los botones de plástico bajó la demanda de las animelas.
Esto provocó desempleo y pérdidas para las empresas que habían invertido en tecnología, y quebraron.
En las últimas dos décadas las animelas fueron elaboradas de distintos tamaños y formas para crear abalorios ya no solo para botones sino para hacer joyas y artesanías. Así se dio oportunidad de trabajo a los habitantes de los sectores donde se extrae, indicó Vera.
Las destrezas heredadas por sus antepasados en el trabajo de la pepa de tagua siguen vigentes.
El Gobierno, para preservar la palma de tagua, mediante un programa de conservación de los bosques de esta semilla -que es única a escala mundial- garantiza la prolongación de la existencia de este componente de la flora ancestral manabita.
La tagua es una especie que no se siembra, que es silvestre y endémica de los bosques húmedos del Ecuador, y que tarda entre 30 y 40 años para regenerarse.
La Asociación de Exportadores de Tagua del Ecuador indica que 2 mil personas trabajan directamente con este producto.
A ellos se suman los productores, quienes recogen, transportan, secan, entre otras tareas. En el país hay alrededor de 200 fábricas de tagua, en su mayoría ubicadas en Manabí.
La exportación de este material genera alrededor de $ 15 millones anuales. Los artesanos se concentran en el 80% en el cantón Rocafuerte donde exhiben sus productos y, además, los ofrecen a turistas, especialmente los que llegan a bordo de cruceros.
Jorge Vélez es uno de los artesanos del sitio Sosote, de Rocafuerte. Él sabe de la importancia ancestral de la mococha.
“Nunca olvidaré cuando mi padre me llevaba hacia las zonas montañosas del cantón Pichincha”, reseña.
Ahí, entre la espesura de la vegetación, yacen las palmas de tagua. “Son tan grandes que a veces uno las pierde la vista cuando intenta mirar hacia las copas.
Lo más divertido era al momento de la cosecha. Con la ayuda de un machete amarrado a la punta de una caña guadua de hasta cinco metros de longitud, se tumbaban las mocochas.
Siempre partíamos unas pocas y nos las comíamos. El resto las poníamos en sacos y las llevábamos a secar en tendales ubicados en cielo abierto en las fincas”, indica.
“Una vez secas procedíamos a limpiarlas. Luego el proceso continuaba en los talleres de Rocafuerte.
Ahí, más de un centenar de artesanos daban vida a la mococha, que luego del secado natural era convertida en una serie de figuritas y bisutería para las damas”, recuerda el artesano.
Para el investigador e historiador manabita Eumeny Álava, residente en el cantón Bolívar, noroeste de Manabí, la tagua tiene una amplia interacción con el montuvio desde épocas remotas.
Comenta que todos los componentes de la palma de tagua son utilizados. Mientras la mococha se la usa en las artesanías, las hojas son empleadas en la vivienda montuvia.
Estas hojas, denominadas cade, forman parte de las cubiertas de casas, ramadas y hasta las utilizan como material de decoración en las zonas urbanas de Manta, Portoviejo y otras ciudades de la provincia.
Álava cuenta que el salto hacia las artesanías data de hace más de 15 años.
Es cuando la pepa seca que antes era apetecida para las animelas, pasa a ser materia prima para elaborar especialmente figuras de animales.
Un valor agregado ancestral es darle color a la tagua.
Para ello utilizan tintes naturales que se aplican a las pepas de acuerdo al uso y la figura a elaborar.
Recuerda que cuando era niño buscaba la mococha tierna para comer su carne interior, a la que lo compara con una gelatina, debido a la suavidad del producto.
Cuenta, además, que la palma de tagua tiene definición sexual. La tagua hembra produce la mococha como fruto.
Mientras que la tagua macho florece y produce polen que atrae a los insectos como las abejas, por la dulzura de su néctar que lleva en la flor.
Es la historia de la palma de tagua que está presente en las zonas montañosas de los 22 cantones de Manabí.