Hoy se recuerda el día internacional de los derechos de las personas con discapacidad
Magaly convierte su limitación visual en el motor de su vida (Galería)
Nació con una discapacidad visual debido a una infección en el embarazo de su madre. Aunque recibió un trasplante de córneas, su visión no mejoró. Apenas puede distinguir con su ojo derecho algo de color, pero cuando se esfuerza mucho le provoca intensos dolores de cabeza y hasta le afecta el oído.
Pese a ello, Magaly Herrera nunca se lamenta. Supo convertir su condición en el motor para luchar día a día. Ella es parte de las 29.489 personas con discapacidad visual registradas en la Secretaría Técnica de Discapacidades.
Cuenta que su madre Fabiola la retiró de la primaria, para que sus ‘limitaciones’ no la afecten y no sufra burlas de sus compañeros. Pero Magaly superó las llamadas ‘limitaciones’: hoy sabe leer y escribir en braille, además a sus 36 años dirige con tino de empresaria su negocio de golosinas, copias y recargas telefónicas en la Av. Naciones Unidas, en el norte de Quito.
El kiosco lo tiene junto a su madre hace más de 25 años, y desde hace 4 lo administra de forma independiente. Combina su negocio con su afición por el canto. Es parte del coro de personas con discapacidad visual Vosú, por el que percibe mensualmente $ 340, que sumado a los ingresos por su negocio le permiten vivir tranquilamente.
Su día empieza muy temprano. Va y viene en bus. Se ayuda de las personas para saber cuál es el transporte que debe coger y dónde bajarse. “Hay gente que ayuda y otra no, pero ahí voy en la vida luchando”, cuenta entre sonrisas.
Ha tenido tropiezos físicos que afectaron sus extremidades. No puede estar mucho tiempo de pie. Por eso termina agotada en cada presentación artística.
Su estatura no pasa el 1,50 m, y con ayuda de un pequeño banco atiende a sus clientes. Hoy que se recuerda el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, Magaly es un ejemplo de cómo las limitaciones físicas no son impedimento para crecer y superarse como persona. Tampoco lo son al momento de formar una familia, y esa es la siguiente aspiración de la joven.
Hace 8 meses que sale con Ricardo. “Si Dios quiere me casaré. Él sabrá cuándo me envía a la persona ideal”, comenta mientras canta una melodía en la que pone todo su sentimiento.
A kilómetros de Quito, en la provincia de Manabí, están otros luchadores que enfrentan la discapacidad.
Se trata de una madre y su hijo: Mónica López y Rigoberto, una pareja inseparable desde hace 29 años cuando nació el joven.
Él presenta atrofia cerebral y física. Mónica confiesa que la discapacidad de su hijo, según los especialistas, se originó porque el parto se demoró y eso impidió que llegue el suficiente oxígeno al cerebro.
Ella siempre se encargó de cuidar a Rigoberto, quien tiene hoy 29 años. Por eso su única labor fue como ama de casa. Confiesa sin temor que muchas veces le inquietó tanto la condición de su hijo que por momentos no supo qué hacer, se sintió desesperada, sin saber a quién acudir, porque solo era su esposo, con su actividad de pescador, el que llevaba ingresos a la casa, que no alcanzaban para cubrir la demanda de la familia.
Hace 2 años gracias a una capacitación que recibió en su natal Puerto López la vida de su familia cambió. Aprendió a elaborar joyas con la piel del pescado, sobre todo del dorado y la corvina.
Con un crédito, otorgado por el Banco Nacional de Fomento emprendió su microempresa y hoy tiene su taller en la casa y un pequeño local para comercializar las joyas en el muelle turístico.
Pasa la mayor parte en el taller y siempre sigue pendiente de Rigoberto.
“Estoy muy agradecida por toda la ayuda que recibo del Gobierno y con lo que se genera en el local podemos pagar el crédito y nos queda aún para la casa”, cuenta.