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Ecuador, 10 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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Punto de vista

Luchar por el conocimiento. Luchar por la justicia en Ecuador

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“Instrúyanse -decía Antonio Gramsci-  porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”. Es la inteligencia colectiva, la inteligencia de un pueblo entero la que opera como el motor de las revoluciones sociales.

Es ahí donde radica la importancia de la cuestión del conocimiento. Fue un gran acierto del sociólogo Pierre Bourdieu cuando planteó que, además del capital económico, hay otras cosas valiosas que se persiguen en las sociedades actuales, como por ejemplo, el capital político, social y el capital cultural.

Hoy en día en la sociedad del conocimiento no se puede prescindir del capital cultural. El conocimiento colectivo es el ingrediente estratégico para el desarrollo del sistema productivo, forma parte de la lógica histórica de las clases dominantes, que saben que para poder reproducir el capital económico, necesitan siempre más capital cultural: necesitan de los conocimientos sociales.

El conocimiento sin embargo no es un bien escaso y nunca podrá serlo. Esta es una de las contradicciones de la ideología liberal para poder transformar el conocimiento en mercancía, se requiere imponer una estructura artificial de propiedades intelectuales o una serie de barreras para la transmisión y creación de conocimiento. Las consecuencias son dramáticas, los datos globales de los últimos 50 años muestran que si bien ha existido una masificación en el acceso a los servicios con alto valor cognoscitivo, las desigualdades son ahora crecientes y más visibles. Esto se debe justamente a la lógica de privatización, acumulación y jerarquización de los conocimientos.

El Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos (Ingenios) es por lo tanto una herramienta política que los ecuatorianos y las ecuatorianas quieren poner en práctica para poder hacer frente la dinámica de reproducción de las desigualdades. La perspectiva política está clara: recuperar el sentido público, libre y abierto de los conocimientos orientados hacia la satisfacción de las necesidades del pueblo. Es emblemático y propio de un país que se ha planteado grandes transformaciones, confrontar de manera colectiva la dependencia histórica en materia de conocimientos y desarrollo tecnológico, promoviendo la justicia, a través de la expansión y democratización de los conocimientos: ciencia, innovación y creatividad, como armas de batalla en contra de las desigualdades de nuestra sociedad.

Ingenios es la incorporación pública de una alternativa que consiste en luchar para que los conocimientos y la cultura sean derechos y no se conviertan en mercancías que se compran y venden en el mercado, cuyo acceso dependerá de la capacidad de los diferentes bolsillos.

El sociólogo argentino Emilio Tenti Fanfani en una reciente entrevista afirmó, y con razón, cómo “la lucha por el conocimiento es equivalente a la lucha por la tierra en el capitalismo agrario”. La  lucha por el conocimiento es la batalla social del siglo XXI, es política pura porque no hay justicia social global sin justicia cognitiva.

Sin duda, el Código Ingenios es un instrumento potencialmente revolucionario para construir una sociedad con equidad y justicia social. Pero con este instrumento tenemos que marcar un principio y no un fin. Un principio que radica en la construcción de conocimientos otros, el principio de otras historias, desde la perspectiva de los que han sufrido sistemáticamente las injusticias del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado. Se trata - como dice el sociólogo Boaventura de Sousa Santos- de descolonizar, democratizar y desmercantilizar los conocimientos, articulando la lucha en contra de la apropiación capitalista, con la lucha en contra de las imposiciones de la renovada colonialidad del norte global.

En la actualidad luchar políticamente significa luchar por la colectivización de los conocimientos, porque al no hacerlo el horror se banaliza y nos   acostumbramos a las injusticias como si fueran algo tan natural que al final nos las merecemos. (O)

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