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El Telégrafo
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En cada una de las bibliotecas de las unidades del milenio se invirtió cerca de $ 140 mil

Los vecinos usan la biblioteca del colegio 24 de Mayo, en Quito, para acceder a internet

En la biblioteca del colegio réplica 24 de Mayo los vecinos acceden a internet para hacer trámites del IESS. Mario Egas / El Telégrafo
En la biblioteca del colegio réplica 24 de Mayo los vecinos acceden a internet para hacer trámites del IESS. Mario Egas / El Telégrafo
13 de noviembre de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

En la percha anaranjada descansan 30 libros de una de las obras de Homero: La Ilíada. Juana Quintana, de 23 años, toma un ejemplar y se dirige a una de las mesas de la biblioteca de la Unidad Réplica 24 de Mayo, ubicada en La Mena 2, sur de Quito. Ella trabaja por la tarde, estudia en la noche y aprovecha las mañanas para hacer sus tareas. Lo hace en este espacio porque está ubicado a 2 cuadras de su casa. Para ingresar, Quintana solo necesita mostrar su cédula en la entrada principal.

Mientras inicia la lectura, también aprovecha para usar internet y hacer una consulta de biología. En otra mesa están Carmen Cando y Marielena Pillajo, de 48 y 53 años, respectivamente. Ambas son vecinas del colegio réplica 24 de Mayo y desde que se enteraron de que en la biblioteca había conexión a la red, van para realizar algunos trámites personales como los del IESS.

Según el encargado de la biblioteca, Saulo Quilachín, la mayoría de las personas de la comunidad que usan las instalaciones acuden por el acceso a internet, y no por los textos. En el lugar hay 20.000 libros y están divididos por áreas de conocimiento: literatura, ciencias naturales, sociales, matemáticas o física.

Carmen Villegas, rectora de la institución, agrega que el espacio está abierto desde las 07:00 hasta las 19:00 (lunes a viernes) y lo que busca es fortalecer la lectura, no solo entre los estudiantes, sino también en la comunidad.

Para cumplir esta meta, el viceministro de Educación, Freddy Peñafiel, indicó a este diario en días pasados que se trabaja en un plan para que todas las instituciones estatales abran sus bibliotecas al público. Si en cada unidad del milenio se ha invertido alrededor de $ 4 millones (en promedio), en cada uno de los espacios de lectura el fondo destinado llega a $ 140 mil.

Por lo pronto, las bibliotecas de las unidades del milenio y colegios repotenciados deberían estar disponibles para la comunidad o el barrio. Pero esto no siempre sucede, EL TELÉGRAFO recorrió 8 bibliotecas, 4 en Quito y 4 en Guayaquil, en 4 de ellas no se permitía la entrada a los vecinos u otras personas que no sea un alumno.

En Quito, además del colegio 24 de Mayo, el réplica del Mejía también abre su biblioteca a la comunidad. Jasmina Bone, encargada de ese lugar, comenta que la asistencia de los vecinos es reducida.

A diferencia de otros, en el Mejía hay una puerta directa desde la calle hasta la biblioteca. Esto ayuda a que el público no ingrese por la puerta principal de la institución y pase entre los estudiantes.

Al otro lado de la capital, en el Colegio Nacional Idrobo, una institución con la infraestructura de una unidad del milenio, la biblioteca no recibe público externo. Su rectora, Judit Romero, explica que la medida se debe a que en la institución se forman 4.500 estudiantes en dos jornadas y que el colegio cuenta con un solo ingreso.

El sitio atesora 4.200 textos, los cuales están desde que el establecimiento educativo funcionaba en las instalaciones del colegio Manuela Cañizares, en el centro norte de la urbe. Ximena Aucatoma, quien desde este año desempeña las funciones de bibliotecaria, comenta que a inicios de año recibieron $ 30.000 en libros por parte del Estado. En uno de los colegios emblemáticos de Quito, el Instituto Nacional Mejía, tampoco se permite el paso para ninguna persona externa a la institución. Cuando alguien solicita pasar a la biblioteca la respuesta es: “No hay autorización”.

En Guayaquil, la primera pregunta que surge cuando se busca entrar a la biblioteca del colegio réplica Simón Bolívar es: “¿Para qué?”. Ante el pedido de entrar, un guardia se dirige hacia el inspector general y a la subinspectora, quienes le indican que el sitio está cerrado porque no se encuentra la persona encargada.

Una situación similar ocurrió en el colegio réplica 28 de Mayo, situado en Monte Sinaí. El guardia tampoco estaba seguro de si alguien podía visitar la biblioteca y pidió que se le consultara a la trabajadora responsable del lugar, pero ella se encontraba ocupada entregando colación a los menores de edad.

En el plantel réplica Aguirre Abad, ubicado en el kilómetro 5,5 de la vía a Daule, el acceso a la biblioteca fue inmediato. Docentes y estudiantes estaban en la moderna sala con textos de biología, física, literatura, novelas e historia, aunque no había, por citar un ejemplo, un libro sobre la historia contextualizada de los presidentes de Ecuador.

En la reducida y renovada biblioteca del Vicente Rocafuerte, tampoco había un texto parecido. La mujer encargada del espacio señaló que ese tipo de libros se encontraba en la antigua biblioteca del plantel, aún en remodelación.

Según el catedrático Andrés Merino, la idea de descentralizar las bibliotecas es factible en sitios rurales o pequeños; cuando se habla de urbes mayores se dificulta porque hay muchos estudiantes y los espacios de lectura se congestionarían.

Para él, es necesario incentivar un plan de lectura real con metas a largo plazo, con instructores que lleguen a la comunidad y con textos de forma física. (I)

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