Arabia saudita y venezuela piden que no se incluya la palabra “descarbonizar”
Los negociadores de París consensúan un borrador de acuerdo de 29 páginas
Las arduas negociaciones del clima, marcadas por trabas y vacilaciones, empiezan a vislumbrar por primera vez en años un compromiso posible, tras la presentación ayer de un nuevo borrador negociado por los 195 países que participan en la conferencia de París (COP21).
El texto pasó de 43 a 29 páginas y la cantidad de corchetes (opciones) “se redujeron en tres cuartos”, dijo el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, quien aclaró que en este borrador expurgado o “limpio” aún quedaban “puntos políticos importantes por zanjar”.
La intención es alcanzar un acuerdo “jurídicamente vinculante, ambicioso y perdurable”, capaz de impedir que las alzas de las temperaturas del planeta causen daños irreparables al hábitat humano.
“Desde luego no es la versión final del acuerdo y es posible que contenga aún imprecisiones”, agregó Fabius, al evitar cualquier acceso de euforia en las delegaciones ministeriales que habían pasado la noche del martes y madrugada del miércoles en vela y se preparaban a nuevas deliberaciones, con la intención de dejar todo cerrado para mañana.
También pesa sobre estas discusiones el trauma del fracaso de la COP15 de Copenhague en 2009, que retrasó años la adopción de una estrategia internacional contra el calentamiento global.
Pero pese a que todo indica que habrá un acuerdo en París para evitar una catástrofe planetaria, muchos se preguntan cuál será su alcance real. Aún se anticipan arduas negociaciones entre los 195 países participantes para levantar obstáculos persistentes sobre financiamiento, diferenciación de responsabilidades y metas a largo plazo, admitió Laurent Fabius.
Una mayoría de observadores y delegaciones saludó la organización y el método de la presidencia francesa para dirigir hacia buen puerto las deliberaciones. “Esperamos que Francia nos encamine hacia un compromiso lo más ambicioso posible”, dijo Matthieu Orphelin, portavoz de la Fundación Nicolas Hulot.
La palabra “ambición” se la emplea a menudo vinculada a la meta principal del acuerdo, la de limitar a un máximo de 2ºC el calentamiento del planeta, más allá de lo cual los científicos vaticinan devastadoras sequías, elevación del nivel de los océanos y desplazamientos masivos de la población.
Las pequeñas islas del Pacífico amenazadas de desaparición, los Estados africanos más pobres y los países centroamericanos reclamaron, junto a otros perjudicados del cambio climático, un texto más ambicioso que mencione la meta de +1,5ºC con relación al nivel de la era preindustrial.
Según Alden Meyer, de la estadounidense Union of Concerned Scientists, “las próximas 24 a 36 horas determinarán con qué clase de acuerdo nos iremos de París”.
Reparos de los petroleros
Arabia Saudita, que encabeza la resistencia de los países petroleros, quiere evitar que el texto mencione el objetivo de “descarbonizar” la economía mundial -es decir liberarla de las energías fósiles, como carbón, gas o petróleo-, una palabra también rechazada por Venezuela, según su negociadora, Claudia Salerno. El acuerdo podría darles satisfacción en este punto y optar por el concepto de “neutralidad climática”.
Otro de los puntos de bloqueo eran los plazos de revisión de lo acordado. Sobre la mesa está la propuesta de revisiones cada 5 años, aunque India empujaba para que se hagan cada diez.
Aunque la revisión cada 5 años terminó imponiéndose, se fijó la primera para 2023 o 2024, tras la entrada en vigor del acuerdo en 2020.
Otros países, como Argentina, reclamaban más tiempo o, en su defecto, mejores condiciones de acceso a tecnologías de las que disponen los países desarrollados.
La llave que abriría la puerta
El principal obstáculo en las negociaciones seguía siendo a último momento la cuestión del financiamiento de $ 100.000 millones que el Norte desarrollado aportará cada año a partir de 2020 a los países en desarrollo para que adapten sus economías al cambio climático.
Aquí también entra en juego la “ambición”: los países del Sur quieren que esa suma sea un piso a partir del cual se aportarían más fondos, mientras que los industrializados argumentaron que “el mundo cambió” y piden que los emergentes poderosos sean invitados a ayudar también a los vulnerables.
Una propuesta formulada por la India -uno de los actores protagonistas en la cumbre-, podría finalmente ser la llave que abra la puerta del acuerdo final: sincronizar los planes nacionales voluntarios de reducción de emisiones (INDC) de cada país con el financiamiento y el acceso a las tecnologías aportado por el Norte.
Otra meta del acuerdo era impulsar el establecimiento de un “precio del carbono”, algo que también quedaría en el texto final como un objetivo “importante” a alcanzar, para que el mundo se aleje progresivamente de las energías fósiles y adopte las opciones verdes.
El portavoz de Oxfam, Romain Benicchio, advirtió sobre los riesgos de una dilución de lo acordado: “Los países claramente prefieren la facilidad en lugar de pelear por lo que es justo para sus ciudadanos y para el planeta”, alertó el activista. (I)
Defiende sus intereses petroleros
Riad bloquea las negociaciones en la cumbre
Arabia Saudí es “el malo de la película” en las negociaciones de París sobre el clima, por tratar de limitar el alcance de un acuerdo que abriría una transición energética en detrimento de los intereses del segundo productor mundial de crudo.
La red de oenegés Climate Action Network (CAN) ya atribuyó a los saudíes desde el inicio de la conferencia la semana pasada al menos dos veces su “Premio Fósil del Día”. Otros productores de petróleo, como Venezuela, Noruega o Estados Unidos, también recibieron ese irónico galardón otorgado a países que se considera frenan la lucha contra el calentamiento global.
Arabia Saudí “no estaba en primera línea en este tipo de negociaciones, pero esta vez está bloqueando casi todos los temas”, dijo Pascal Canfin, analista del World Ressources Institute.
“Tratan de debilitar el acuerdo para que afecte lo menos posible a la economía, porque tienen mucho que perder y muy poco para ganar”, subraya Harjeet Singh, de la ONG Action Aid.
Esta poderosa monarquía tiene las mayores reservas mundiales conocidas de petróleo y su economía se basa en las exportaciones de crudo.
El ministro saudí de Petróleo, Ali al Naimi, proclamó el lunes ante el plenario de la COP21 su apoyo a la energía solar y eólica, al gas y a la captura y almacenamiento de carbono. Pero también instó a adoptar “políticas de reducción de gases de efecto invernadero que no discriminen a ninguna fuente de energía”. (I)