Los gatos de Roma, símbolos de la ciudad, sufren la crisis
Los gatos de Roma, uno de los muchos símbolos de la capital de Italia, están protegidos por ley, son los únicos seres a los que les está permitido encaramarse a esculturas romanas, dormir en ruinas del viejo Imperio y deambular por donde les plazca, y ahora son los últimos afectados por la crisis.
Los 180.000 gatos que viven en libertad en Roma se están quedando sin el pienso con el que los alimentan diversas asociaciones a favor de los animales, debido a los recortes al presupuesto del Ayuntamiento como consecuencia de la crisis económica y financiera que azota Italia.
Así lo han advertido asociaciones como "Earth", que vienen denunciando desde junio de 2011 que la Oficina de Bienestar Animal ya no abastece el pienso para las colonias felinas de la ciudad.
Según las estimaciones de estos colectivos, hay unos 180.000 gatos sin dueño en la capital romana, muchos de ellos agrupados en colonias como la del yacimiento arqueológico de Torre Argentina, en pleno centro, donde se encuentra el mayor número de felinos de la ciudad.
La estampa del centenar y medio de felinos que vagan a diario por los antiguos templos -datados entre los siglos IV a I a.C- de Torre Argentina es una de las más fotografiadas de la ciudad, y los gatos del lugar suelen pasear ajenos a la expectación que generan entre los visitantes.
Para atenderlos Lia Decquel y Silvia Viviani crearon en 1994 la "Asociación cultural colonia felina de Torre Argentina", que se encarga de alimentar a los animales que pueblan estas céntricas ruinas y que propone a los amigos de los animales diversas formas de ayuda en su página web.
En Torre Argentina se puede ayudar a los gatos realizando tareas de voluntariado, adoptando a alguno de los animales o simplemente llevando pienso a los responsables de la colonia, que por el momento no sufren la falta de alimentos que sí afecta a otras comunidades de la capital italiana.
Esta colonia ofrece distintas adopciones que van desde el clásico traslado de los gatos a la casa de sus nuevos dueños, adopciones a distancia para los felinos que siguen viviendo en las ruinas y adopciones para los casos más desesperados, como los de los felinos que sufren el Síndrome de la Inmunodeficiencia Felina (SIF), que, según los encargados, es el equivalente al Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), causante del sida.
Pero también hay otras comunidades en el cementerio del Verano (con 416 animales), en el hospital de San Camilo (con 130 ejemplares), en Villa Torlonia, en las gradas de San Lorenzo, en Garbatella o en la estación de trenes y autobuses de Tuscolana.
Los gatos de Roma, cuya imagen junto a célebres estatuas y lugares de la capital italiana adorna los más variados recuerdos turísticos, no sobrevivirían en su mayoría sin el apoyo de muchos de los habitantes de la ciudad.
El perfil de los "gateros" -término italiano para designar a los amigos de los gatos- ha variado en los últimos años: ya no se trata solamente de señoras mayores que viven solas, sino que entre los que acuden a alimentar a los animales hay esposas de diplomáticos y princesas, pensionistas, magistrados, parados o estudiantes.
Fueron estos "gateros" quienes comenzaron a organizarse para crear las colonias, donde además de alimentar a los gatos, hay un control demográfico para que su población no se dispare y los cuidan mediante un seguimiento veterinario.
Lo relata la responsable de la colonia del yacimiento arqueológico de Pirámide, Matilde Talli, que apunta además en su página web las dificultades que tuvo al principio para lograr el apoyo para la población felina de los responsables municipales de estas ruinas arqueológicas del siglo I a.C.
En un momento de crisis, en el que las familias más pobres de Roma recurren a asociaciones como Cáritas para sobrevivir, la falta de pienso para los gatos romanos parece fuera de debate público, pero está muy presente para los amigos de estos animales, que piden al consistorio que responda a las necesidades de los felinos.
Ya a principios del siglo XX el alcalde romano Ernesto Nathan pronunció la frase "no hay tripas para los gatos" para promover entre sus conciudadanos que se dejase de alimentar a los felinos con una de las especialidades gastronómicas romanas, las tripas.
Y, sin embargo, los gatos de Roma se han convertido en uno de sus más preciados símbolos y son muchos vecinos y turistas los que reivindican cada día la lucha por la supervivencia de estos pequeños habitantes salvajes de la ciudad. EFE