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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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150.000 testimonios de LGBTI se exponen en Twitter

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Que tu tío te sujete para que tu mamá te pegue con el cable del televisor porque le dijeron que te vieron con otro chico en el parque y luego te repita: “Dios mandó al mundo hombres y mujeres, no maricones”, es un recuerdo que Dany no olvida. Lo metían dentro del baño, en  donde lo hacían arrodillar contra la pared aún con el dolor por los latigazos propinados. 

Carlos, en cambio, tuvo que soportar ser orinado por sus otros compañeros cuando cursaba los primeros años de escuela. “Ese día, casi cometo una locura. Por suerte quedó en un ‘casi’ y ahora puedo contarlo. Muy poca gente lo sabe”, relató.

Las historias no están escritas a mano sino publicadas en Twitter y compartidas mediante el hashtag #Mequeer.  Allí miles de usuarios exponen las experiencias de rechazo que vivieron por ser LGBTI,  desde agresiones físicas hasta otras formas de violencia menos evidentes, como comentarios despectivos o miradas desagradables.

Más de 150.000 publicaciones se han generado y continúan sumándose, incluso fue trending topic.

El movimiento #MeQueer  lo inició el escritor Hartmut Schrewe, un dramaturgo que reside en Brandeburgo, Alemania, tras publicar un tuit el pasado 13 de agosto en el que expresaba su molestia por una conversación telefónica de su esposo en la que el interlocutor insistía en calificar su relación como “de amigos”.

“Mi esposo es mi esposo y no mi amigo. ¿Cuándo terminará esto? #Homofobia #MeQueer”, escribió.

Pero luego se viralizó en España por el periodista  Rubén Serrano, quien en cambio publicó que hace un año cuando caminaba con su madre un señor soltó en voz alta: “Qué maricón. Qué humillante, me hizo sentir vergüenza. Mi madre solo guardó silencio. Eso sí es violencia”.

Explicó que el movimiento  surgió ante la necesidad de expresarse. “Siempre  han callado nuestras historias de abuso, de discriminación… Por vergüenza, por miedo, o por no poder decirlas en voz alta porque nos causan algún conflicto. Ahora se abrió una especie de espacio colectivo, seguro, para contar nuestra historia”.

Según el psicólogo Eduardo Espinoza, el testimonio, también llamado visibilización o revelación pública, es importante porque primero permite que las personas LGBTI escuchen o lean a  otras LGBTI y sepan que existen otros que están pasando por algo similar a sus propias experiencias.

“Esto ayuda porque, de sentirse marginados, discriminados y solos, sabrán que existen otros con los que podrán formar una comunidad de apoyo. Segundo, y no menos importante, porque al hablar o escribir sobre ello están empezando su propia catarsis personal. Es decir, sacar eso que llevaban reprimido dentro suyo”.

Para la activista Diana Maldonado, del Observatorio de Derechos Humanos, Colectivos y Minorías, la iniciativa crea empatía, sensibilización y demuestra que pese a todo nos falta mucho para cambiar los imaginarios sociales y acabar con prejuicios. “Es una forma también de liberación personal poder contar estas experiencias y vivencias, así sea de forma virtual”.

Según Serrano,  si no lo señalamos o no se cuestiona se piensa que es normal cualquier tipo de agresión física o verbal. Ellos sufren las consecuencias de la sociedad patriarcal que los oprime y los discrimina por ser diferentes, sea por su género u orientación sexual”.

Recientemente se dio el caso de Jamel Myles, un niño de 9 años que después de declararse gay en su quinto día de clases decidió suicidarse.

Su madre asegura que lo hizo por  acoso escolar: “Los mismos niños que lo molestaron el año pasado fueron aún más malos con él una vez que salió del clóset y dijo que era homosexual”, indicó Leia Pierce, la progenitora de Jamel. “Lastimaron a mi bebé”, cuestionó.

El psicólogo Omar García explicó que la impulsividad juega un papel importante en el comportamiento suicida de los niños pequeños que no piensan en las acciones. “Para algunos niños pequeños puede ser difícil procesar o frenar las respuestas emocionales intensificadas. Mientras que los adolescentes pueden pasar por una serie de pensamientos y etapas antes de involucrarse en un comportamiento suicida”.

Isabel Vera, directora de Fundación Cattleya, tuvo que intervenir cuando su hijo, de  7 años, que es transfemenina, dibujó una niña lanzándose de un edificio. El dibujo era un retrato de lo que haría.

Ocurrió después de que la psicóloga del plantel donde  cursaba sus estudios le dijera que ella sabía que quería ser niña, pero que nunca iba a poder hacerlo. “No le pregunté por qué quería suicidarse, sino que empezamos con su proceso de transición de niño a niña. Dejamos que se pusiera aretes y que las personas que la veían la traten como se sentía”.

Actualmente la menor estudia en otro centro. Allí este año le confesó a sus compañeros que ella era trans. “Hasta ahora la respetan y no  la discriminan porque está empoderada de cada uno de sus derechos”.

Para Espinoza hay que trabajar el tema con cuidado. “En nuestra sociedad, el discurso que manejan es sobre el  rechazo al diferente o al diverso. Y rechazar es excluir, dejar solo. Muchos jóvenes al no sentirse apoyados y protegidos por su círculo podrían acercarse a realizar actos menos saludables para su propia integridad”.

Aseguró que la comunidad LGBTI se caracteriza por ser fuerte y muy apasionada. Dijo que siempre está dispuesta a abrirle los brazos a las personas diversas y que si en algún momento se sienten solos o tristes motiva a que se integren. (I) 

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