Las parejas recién formadas necesitan vivir en sus espacios
La llegada de su primer hijo no fue planificada y Aníbal Pinar optó por pedirle matrimonio a su novia Clara Ortega. En noviembre de 2009, la joven pareja (ambos de 23 años de edad) se casó.
Al inicio, el plan fue vivir en la casa de los padres de Pinar hasta que su hija -Bianca- cumpla los tres años, pero el tiempo pasó y este 2017 la menor celebrará su octavo cumpleaños en la misma vivienda.
Carmen Vivanco, madre de Pinar, asegura que es una abuela feliz. La nena, como llama a su nieta, le devolvió la fuerza para mantenerse activa y saludable.
Los gastos que implican mantener a una menor -cuenta mientras juega con su nieta en una computadora- son altos. Esa -afirma- es la razón principal por la que su hijo y la esposa continúan en la vivienda de dos pisos, ubicada en el sur de Quito.
En la planta baja de ese predio habita Vivanco con sus dos hijos menores de edad y en el primer piso viven Pinar, su esposa e hija.
El antropólogo Gustavo Eraso, de la Universidad Internacional, parafrasea un dicho: “El casado, casa quiere”.
Eraso explica que los pobladores de América Latina siempre se han caracterizado por su fuerte lazo familiar. Por ese motivo es común observar grupos grandes conformados por tres o cuatro generaciones.
El denominador común -añade- es cultural, pues en la antigüedad, el concepto de familia se refería a una unidad de parentesco más amplia que la nuclear. “El grupo se conformaba por abuelos, padre, madre, hijos, hijos casados, sus esposas y finalmente los nietos”.
En Ecuador -según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC)- cada hogar se componía en promedio, hasta el 2001, de 4,2 personas; en 2010 disminuyó a 3,8.
El sociólogo Mauricio Peralta agrega que a pesar de que cada vez hay menos grupos grandes de familia, estos aún son comunes en ciertas zonas rurales y populares tanto de la región como del país.
La razón principal es la económica y en algunos casos emocional. Esto último sucede, en su mayoría, en hombres que tienen un apego maternal fuerte.
Eraso agrega que uno de los factores que ha incidido en la reducción de integrantes familiares es que tanto en términos de educación como de participación laboral, la mujer ecuatoriana registra niveles distintos a los que presentaba hace 10 o 20 años, lo cual hace que sus expectativas en cuanto a familia también cambien.
¿Qué tan saludable es vivir con los padres?
Arturo López también vive actualmente con su hija, su yerno y su nieto. El hombre, de 67 años de edad, asegura que los padres deben ayudar a sus hijos, pero ellos también deben asumir responsabilidades en el seno familiar.
Su nieta tiene tres años y él ya le pidió a su hija que asuma su matrimonio integralmente.
López indica que el mayor impedimento es que su yerno no tiene trabajo estable. Su hija, en cambio, dejó la universidad y trabaja de cajera en un supermercado de la capital de la república.
La psicóloga Alejandra Cajo sostiene que una pareja que elige vivir en la casa paterna de cualquiera de los dos, arriesga su relación, pierde su intimidad y la oportunidad de vivir a su manera en su propio hogar.
Aunque para ambos resulte oneroso, poco conveniente y deban renunciar a vivir en un barrio residencial con todas las comodidades; la decisión más saludable a corto, mediano y largo plazo, es tener su propia casa. ‘A pesar de la generosidad de los progenitores’.
Laura Quezada, quien no tiene hijos, pero vive con su esposo en la casa de sus suegros, comenta que residir junto con los padres de una u otra manera, no es más cómodo.
Ella sostiene que en su corta estancia (un año) entendió que al ser los ‘huéspedes’ deben adaptarse al carácter, la manera de vivir, los horarios, las comidas, las mascotas y los amigos de los dueños de la casa.
“Pretender vivir en paz y en armonía con otros, además de la pareja y los hijos, aunque sean los padres y hermanos, es pecar de optimista”, asegura Quezada.
Con respecto a qué deben hacer los padres que ya no quieren o no les resulta cómodo permanecer con la familia de su hijo, Cajo recomienda que se debe llegar a ciertos acuerdos familiares.
Pedir una salida inmediata no sería prudente, pero se pueden establecer fechas y realizar un seguimiento para que los casados formen su propio hogar. (I)