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Las mujeres suben al púlpito en las iglesias de Portugal
En varias aldeas de Portugal, la escasez de curas católicos ha llevado a varias mujeres, simples creyentes, a celebrar la misa del domingo para animar la vida religiosa de estas comunidades envejecidas, pero abiertas al cambio.
En la iglesia de Carrapatelo, aldea de medio centenar de casas posadas sobre una colina en la región de Reguengos de Monsaraz, Claudia Rocha, vestida de negro y con zapatillas, se dirige a una docena de fieles.
La joven, de 31 años, lleva con facilidad esta “asamblea dominical en ausencia de cura”. Tras oraciones y cantos litúrgicos, comenta las lecturas bíblicas del día, como lo haría cualquier otro prelado.
Al final de la ceremonia da la comunión como en la misa, con la diferencia de que las hostias son bendecidas por un cura y que no bebe el vino que representa la sangre de Cristo.
“Si yo no estuviera aquí hoy, esta iglesia estaría cerrada. Poco importa que sea mujer, diácono o cura: lo que cuenta es tener a alguien que pertenezca a la comunidad y mantenga el vínculo con el cura”, dijo.
Esta asistente social, divorciada sin hijos, forma parte del grupo de 16 laicos, ocho mujeres y ocho hombres, elegidos por el padre Manuel Marques para ayudarle a conservar una presencia regular de la iglesia en las siete parroquias a su cargo. “Puede parecer nuevo, pero se trata de una herramienta prevista por la Iglesia desde hace tiempo, para los casos en que sea necesario”, destacó el cura de 57 años.
Otros países tienen estas celebraciones sin ministro (Alemania, Francia, Suiza y Estados Unidos), por la falta de curas católicos.
Su aparición se remonta a la década del 80, pero el Vaticano y eclesiásticos se niegan a alentarlas por temor a una banalización de la misa. En Reguengos de Monsaraz, localidad de la región de Alentejo, necesita este tipo de asambleas. Los fieles que lo ayudan “son gente que tiene la experiencia de la fe y del encuentro con Jesucristo, y que saben hablar de ello”.
En agosto, el papa Francisco creó una comisión de estudio sobre el papel de las mujeres diáconos. Y si bien desmintió haber “abierto la vía”, su iniciativa se percibe como un gesto de apertura potencialmente histórico sobre el papel de ellas en la Iglesia. (I)