‘Balto’ es un husky siberiano de tres años. Todas las mañanas, su dueña, Martha Briones, trota con él por los senderos del parque La Carolina, en el norte de Quito. Briones comenta que hace dos semanas su mascota fue embestida por un ciclista que iba a exceso de velocidad. “Íbamos por el camino de asfalto, el que es destinado para quienes trotan, corren o van en bicicleta. Desde atrás un ciclista no pudo maniobrar para girar y atropelló a ‘Balto’”.

Para evitar este tipo de accidentes, Briones considera que es necesario que en los parques de la urbe haya espacios exclusivos para que las mascotas puedan pasear sin temor a accidentes.

Frente a esa necesidad, en varios parques de la capital se han destinado espacios -en algunos casos- cercados para que los perros puedan distraerse, jugar y socializar con otros animales de su especie.

En un área de La Carolina, por ejemplo, los perros pueden permanecer sin correa, pero sus dueños deben estar cerca. También es importante contar con una funda para recoger sus desechos.

Carlos Torres, quien se dedica a criar perros pastor alemán, comenta que la socialización es parte fundamental de la educación de un can. “Desde cachorro, el perro debe tener contacto con el exterior. Así, cuando el animal crezca no tendrá miedo a los autos ni se comportará de forma agresiva al ver a otro perro o si una persona se le acerca”.
Torres agrega que los perros necesitan disfrutar de un buen paseo, eso incluye caminar sin correa. “Cuando no están atados se desestresan más. Claro que, para soltar a una mascota, el dueño debe tener la certeza de que el can se sabrá comportar. Eso se logra con una buena educación desde cachorros”.

Además de La Carolina, en Quito también hay otros sectores en los que la gente puede llevar a sus mascotas para recrearse. En el Parque Metropolitano hay rampas y juegos para que los perros se ejerciten. Otro de los lugares es el parque Cuscungo, en el Valle de los Chillos. Ahí el área es cercada y también hay juegos para los canes.

Marco Mier lleva a su perro ‘Tomás’ a ese lugar los fines de semana. Comenta que, a pesar de que el sitio es acogedor, muchas personas no recogen los desechos de sus mascotas y eso se torna en un problema para los demás visitantes. También considera que cuando un can no está acostumbrado a socializar con otros perros o con niños, debería pasear con correa mientras se familiariza. “La semana pasada, un perro mordió a ‘Tomás’ porque se acercó a olerlo. No pasó a mayores, pero se podría evitar esos accidentes”, consideró Mier.

En la capital rige la Ordenanza 048, la cual estipula como infracción leve “pasear a sus perros por las vías y espacios públicos sin collar o una correa”. También es una contravención de primera clase dejar que animales domésticos ensucien con sus excrementos las aceras, calzadas, parques, parterres y en general los espacios públicos.

Para Ruth Paredes, dueña de ‘Moli’, una pequeña can de raza castellano, es necesario que en las urbes se instaure una cultura de recreación de las mascotas. Durante el paseo de una hora que realiza con ‘Moli’, ella está pendiente de recoger los desechos de su mascota. Cuando ‘Moli’ se encuentra con otro can, ella no hala de su collar, sino que se detiene para que su mascota salude con el otro perro. “Hablo con el dueño y le pregunto si nos podemos acercar”. Paredes opina que los perros no necesitan paseos de cantidad, sino de calidad. (I)