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Las denuncias de acoso inciden en los festejos
Es la fiesta de Navidad en ASI Advertising, una empresa familiar de 450 empleados cerca de Filadelfia. Decoraciones festivas alegran la cafetería y el personal come y bebe mientras los jefes recompensan a “los mejores empleados del año”.
Es una ocasión para distenderse y acercarse a los colegas para desearles buenas fiestas. Nada extraordinario, salvo que los empleados de ASI saben que otras empresas han renunciado a este ritual anual para evitar cualquier patinazo después del tsunami de acusaciones de acoso y agresión sexual que han hundido a personalidades estas últimas semanas.
Del director general a los empleados de menor jerarquía, se preguntan si algunos comentarios o abrazos no están fuera de lugar.
“Esta es una empresa unida, habitualmente nos abrazamos para las fiestas. Este año algunos pueden contenerse y sentirse no muy cómodos porque quizá su gesto puede ser malinterpretado, lo cual es una pena”, expresó Tricia Walter, de 45 años, trabajadora de ASI desde hace 10 años.
La ola de acusaciones fue “globalmente positiva” y “dio una voz a las personas que antes temían hablar. Pero podemos preguntarnos si no hay mujeres reivindicativas”.
“Espero que las personas se diviertan”, dijo Dave Vagnoni, su colega a cargo de la revista que publica ASI. “Me preocupa que esto vaya demasiado lejos, que todo el mundo venga a trabajar y se siente duro en su escritorio, aterrorizado de hablar con la persona de al lado”.
Frente al acoso, ASI parece ejemplar. Mujeres interrogadas durante la fiesta de Navidad afirmaron sentirse “totalmente seguras”, contrariamente a otras empresas donde trabajaron antes.
El director general, Timothy Andrews, que despidió a un gerente por conducta inapropiada en 2016, recordó recientemente al personal que no tolerará ningún desvío.
Invitó a todas las personas confrontadas a una situación molesta a señalarlo inmediatamente a recursos humanos o a un gerente y expresó que cualquier caso sería investigado con celeridad.
Límites borrosos
“Creo que va a ser un poco complicado hasta que todos decidamos lo que sentimos sobre lo que es apropiado y lo que no lo es”, añadió. “Si estamos un poco incómodos por un tiempo sobre si podemos abrazar a alguien o halagar a alguien por la ropa que lleva puesta, ese momento incómodo vale la pena si significa que en una generación, las mujeres serán tratadas de manera apropiada en el ambiente laboral”.
La anulación de fiestas navideñas en el trabajo y las dudas que surgen en ASI reflejan el impacto del torrente de acusaciones que con las etiquetas #Metoo o #Yotambién han inundado las redes sociales y convirtieron el acoso sexual en uno de los grandes temas de este fin de año en el mundo occidental.
Desde comienzos de octubre, cuando el diario New York Times y la revista New Yorker abrieron la caja de Pandora al revelar las acusaciones contra el poderoso productor de cine Harvey Weinstein, no hay un día en Estados Unidos sin que una celebridad sea acusada y apartada de su cargo.
Entre las estrellas caídas en desgracia figuran actores como Kevin Spacey o Dustin Hoffman, periodistas como Charlie Rose o Matt Lauer, chefs como Mario Batali, fotógrafos de moda como Terry Richardson y legisladores como Al Franken.
Para muchos hombres tragados por este huracán, los hechos reprochados ocurrieron hace muchos años, incluso décadas, lo cual dificulta una demanda judicial.
Y numerosas víctimas señalan la omertá, incluso la complicidad, que permitió a los acusados abusar con toda impunidad, a veces valiéndose del pago de millones de dólares a cambio del silencio de sus víctimas.
En medio del fenómeno, las mujeres que rompieron el silencio recibieron el título de Personalidad del Año de la revista Time, mientras el diccionario Merriam Webster eligió ‘feminismo’ como su palabra del año.
¿Efecto bumerán?
Pero muchos consideran que incluso si nunca ha sido tan expuesto, el flagelo del acoso por parte de hombres en posición de autoridad está lejos de haber sido erradicado, un temor alimentado por lo que ha sucedido con el propio presidente estadounidense.
En octubre de 2016, cuando Donald Trump era candidato a la presidencia, la difusión de un video de 2005 donde el magnate inmobiliario se jactaba de “hacer lo que quiero con las mujeres”, incluido “agarrarlas por el coño”, sacudió su campaña y desató una ola de testimonios en Twitter bajo la etiqueta #notOkay.
Mujeres acusaron entonces a Trump de acosarlas o de agredirlas sexualmente. Tres de ellas han relanzado acusaciones, y reclaman al Congreso una investigación, mientras Trump asegura que son “historias inventadas”.
Como otras, Ellen Chenoweth, directora de casting independiente, teme que el torrente de acusaciones “se torne incontrolable” y genere “rencor”. (I)