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El Telégrafo
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El centro da atención externa a enfermos con algún problema de salud mental

La soledad afecta a 95 pacientes del siquiátrico público de Quito (Galería)

El siquiátrico Julio Endara, de Conocoto, cuenta con áreas de descanso y 2 sectores: uno para los pacientes conscientes y otro para los más críticos. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
El siquiátrico Julio Endara, de Conocoto, cuenta con áreas de descanso y 2 sectores: uno para los pacientes conscientes y otro para los más críticos. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
29 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

La autopista del Valle de los Chillos, en Quito, es amplia. Sin problemas y en pocos minutos se llega al hospital siquiátrico Julio Endara, en Conocoto. El cuidado de la vía choca con la realidad del centro que sirve de hogar para 95 personas, entre mendigos, pacientes con trastornos y referidos por la Función Judicial.  Apenas se abre la puerta principal se percibe un aire tenso, que se confunde con el olor a medicina.

La edificación tiene paredes blancas, un solo piso y muchos jardines. En los pasillos largos del hospital, con amplios arcos que simulan un monasterio, no se escuchan sonidos. Todo es quietud, incluso el pasear de los internos en el lugar bajo los efectos de la medicación.  

“Buenos días doctorita”, “Hola Elenita”, “Hola Cachito” son frases que se repiten mientras Eliana Escandón, gerente de la unidad médica, recorre las instalaciones.

‘Cachito’ tiene piel bronceada por el sol. Sus cabellos se alborotan con la brisa, pero aún así se da modos para acomodarlos y presumir el uniforme de policía que lleva puesto y que lo hace sentirse el guardián de ese pasillo. Ayuda a la limpieza y también a sus compañeros. Los conoce a todos. Tiene algo de dificultad para comunicarse.

En una de las alas del hospital están los pacientes que aún tienen cierta conciencia de quiénes son.

Responden a sus nombres y se emocionan cuando alguien diferente a las enfermeras y médicos recorre esas instalaciones.

Intentan acercarse y algunas jóvenes como ‘Laurita’ (nombre protegido) hasta preguntan por el Primer Mandatario. “¿Usted conoce al presidente Correa?, yo no le conozco en persona y quiero hacerlo. Solo lo he visto por TV”, menciona la chica con alegría, mientras una enfermera le llama la atención y ella regresa a su asiento.

Ellas lucen un uniforme que las identifica de las otras personas que pueden estar en consulta, o de visita. Una sudadera rosada y un pantalón de calentador azul las distingue a lo lejos. Los hombres lucen una indumentaria totalmente azul.

De ellos, 25 están internos por decisión judicial hasta que estén totalmente recuperados, según la orden jurídica. Tienen problemas como retraso mental que requiere un tratamiento permanente, mas no un internamiento.

Pasan su tiempo libre en la cancha, jugando voleibol, bajo la mirada de los enfermeros. Los 49 internos ‘conscientes’ de este sector del centro podrían vivir sin problema y con la medicación respectiva en sus hogares. Pero Miriam Andrade, coordinadora de trabajo social del lugar, cuenta que los familiares prefieren tenerlos recluidos, “como si el siquiátrico fuera albergue”.

A menos de 50 metros de esta área se encuentran otros 46 pacientes, que viven suspendidos en el tiempo, sin conciencia. Algunos están tendidos en el césped desnudos, otros comen hojas y frutas tiradas en el piso.

Muchos no pueden ni moverse y están atados a vetustas y dañadas sillas de ruedas en las que salen impulsados por los enfermeros a tomar el sol. Acá ya no se percibe el olor a medicina sino a esfínteres. La mayoría de ellos no logra controlarlos y usa pañales.

Sus rostros están lastimados, hinchados y hasta deformados por la agresión que ellos se practican de forma inconsciente.

La soledad también afecta a los pacientes mentales más críticos. Si bien los médicos aconsejan que los trastornos psiquiátricos deben ser tratados con fármacos y rehabilitación social, ellos viven solos y olvidados por sus familiares.

Una muestra es que de los 46 internos, solo 5 reciben visitas frecuentes. El resto pasa sus días en el siquiátrico, alejado de la realidad.

DATOS

Según la OMS, en la actualidad unas 350 millones de personas sufren trastornos mentales o neurológicos, de enorme repercusión social, psicológica y económica.

La mayor cantidad de los enfermos mentales sufre de depresión. Una de cada 2 personas depresivas recibe tratamiento con fármacos, pero lo ideal es que sea acompañado de rehabilitación social.

Cada año se suicidan más de 800 mil personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo de 15 a 29 años. Las enfermedades mentales crónicas son por lo general la principal causa.

Cerca de la mitad de los trastornos mentales se manifiestan antes de los 14 años. Los trastornos figuran entre las principales causas de discapacidad entre los jóvenes.

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