La necesidad de una universidad emancipada
Desde hace relativamente corto tiempo se ha iniciado un debate en los medios sobre la pertinencia o no de dotar a nuestras universidades de docentes-investigadores con las más altas acreditaciones, discusión que, por cierto, ha evitado concentrarse en la crisis histórica que viene registrando el ámbito universitario ecuatoriano, la cual se remonta, por lo menos, a 30 años. El nudo del problema para ciertos medios y académicos se debe a la necesidad, como estipula la ley, de exigir a los profesores titulares principales un título de PHD o un título de Máster, en caso de tratarse de un profesor titular auxiliar o agregado.
Parece inverosímil que en nuestros días no se haya comprendido aún que el intangible más importante de la sociedad ecuatoriana es el desarrollo de sus capacidades cognitivas, profesionales y técnicas, a partir de una generosa inversión en el talento humano. Y esta es una condición indispensable para poder llevar a cabo la transformación tan necesaria de la matriz productiva, así como la reducción de las desigualdades sociales y educativas que por tanto tiempo han hecho de nuestro país una tierra de constantes injusticias.
El “liberalismo económico” que alcanzó su culminación en el “neoliberalismo” del último cuarto de siglo, carcomió desde adentro al Estado, incluida la universidad pública, descuidando la importancia que tiene la salvaguarda de lo público cuando se trata de proteger a uno de los pilares más importantes de la nación, como es la educación de nuestras nuevas generaciones.
Elemento clave si pensamos construir un proyecto colectivo de país cuyo patrón de acumulación sea democratizado y democratizante, además de ambientalmente sostenible, o si queremos transitar de la sociedad del privilegio a una sociedad más democrática y justa. Y es que el inmovilismo que nos plantean autoridades como las de la Universidad Central o ciertos supuestos intelectuales que abogan en estos días por más de lo mismo, opera como un instrumento del viejo neoliberalismo local, que se resiste a convivir con esos espacios del saber universitario que se esfuerzan por generar un trabajo constructivo e innovador, capaz de rescatar el saber universitario de esos remanentes obsoletos del pasado.
Estos sectores no han comprendido todavía que el proyecto educativo de la Revolución Ciudadana quiere sentar condiciones para la generación de un conocimiento liberado de la hipoteca capitalista y colonial. Los jóvenes de este país quieren aprender, estudiar y asistir a universidades de excelencia y no adaptarse a una formación insuficiente, de baja calidad y desactualizada.
La condición indispensable del saber humano para insertarse en una sociedad globalizada debe ser la capacidad de generar saberes verdaderamente emancipadores, creativos y comprometidos con las necesidades reales de nuestra población, es decir, un conocimiento que sea capaz de crear valores republicanos, como el amor a la patria, la solidaridad social, el cuidado de uno mismo y de la tierra común, el cultivo del saber como mecanismo de liberación social, el respeto indefinido a las culturas y los patrimonios, el respeto a los usos y costumbres colectivos, entre otros.