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Lucía Guillín rescata en sus diseños la etnia Puruhá

La moda indígena capta el mercado mestizo del país

La diseñadora Lucía Guillín confeccionó varios trajes usados en el concurso Ñusta Andina. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
La diseñadora Lucía Guillín confeccionó varios trajes usados en el concurso Ñusta Andina. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
06 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

En mayo de 2013 Gabriela Rivadeneira fue designada presidenta de la Asamblea Nacional. Fue la primera mujer ecuatoriana en ocupar un cargo de esta naturaleza a los 29 años y la primera en imponer públicamente un nuevo paradigma de la moda andina para la mujer. Ese día, Gabriela vestía un traje típico otavaleño, una faja en su cintura que sostenía la falda azul marina y largos aretes dorados. En sus posteriores apariciones públicas siguió siendo fiel a su estilo.

En la última rendición de cuentas a la nación, la imbabureña vistió un traje claro con flores bordadas de color verde. Y en otras ocasiones ha optado por blusas otavaleñas. También personalidades como Evo Morales, presidente de Bolivia; y Rafael Correa, mandatario de Ecuador, usan camisas de algodón con motivos autóctonos. No es un accidente, la moda indígena gana espacios y quizás Rivadeneira, Morales y Correa han impulsado que el mercado ‘mestizo’ se interese por las prendas.

Los artesanos experimentan técnicas

Lucía Guillín es dueña de ‘Churandy Moda Andina’ y en los últimos años se ha dedicado a diseñar prendas en las que se plasma la cultura indígena, pero que también juegue con las demandas de la población mestiza. Ella es puruhá y tiene 27 años. Estudió corte y confección en el colegio Oscus, en Riobamba, y a los 20 años elaboró su primer corsé. Ahora con más experiencia, dibuja y diseña los modelos.

“Hago blusas con un solo hombro, con nuevos escotes, hombros caídos, estilos renovados de la manga, cortes a la rodilla, incluso blusas que tengan ya incorporados los collares a la misma tela. Diseño cosas innovadoras para que la gente se ponga esta ropa y vuelva a renacer nuestra cultura ancestral”. 

Para elaborar un corsé utiliza la tela espejo. El material que también incluye pedrería y collares con mullos es traído de Guayaquil. “Por ejemplo, en la confección del vestido que se exhibió en la Ñusta Andina (Reina Indígena) invertí $ 200, pero el vestido tiene un costo de $ 800”, comenta. Cuando viaja al puerto principal la modista invierte cada semestre más de $ 1.000 para adquirir materiales. Los vestidos de gala son bajo pedido, depende de la temporada. Al mes las ventas ascienden a más de $ 700.

Lucía vistió a varias reinas de Chimborazo en certámenes de belleza. Jenny Guillín, la reina indígena de Ecuador, también lució uno de sus trajes con un corsé y un amplio corte en la falda. “Mi sueño es vender mis modelos a otro país y ver cómo la gente mestiza usa mis diseños en varios países del mundo”, manifiesta.

La joven no es la única modista indígena, diario EL TELÉGRAFO recorrió uno de los mercados artesanales en Quito para constatar la demanda. El sitio a simple vista estaba lleno, no solo de extranjeros, sino también de población local que observaba las prendas y se las probaba encima de la ropa.

Cristian Puma escoge una camisa con bordados verticales de colores azul y café en el local en el que trabaja el otavaleño Diego T. Ahí se vende todo tipo de ropa andina en diversos colores, tallas y diseños.

“A partir de que gente importante, especialmente, del Gobierno, retomó esta vestimenta para rescatar la identidad ecuatoriana, pienso que se está poniendo más de moda. Es una buena manera de hacer notar que somos ecuatorianos, que estamos orgullosos de pertenecer a este país en el que vive aún un alto porcentaje de la comunidad indígena”, reconoce Cristian.

Pamela Ayala también buscaba una blusa y zapatos cómodos. Después de caminar 30 minutos compró unas alpargatas cerradas con modelos andinos. Le costaron $ 30. “Siempre me ha gustado este tipo de moda. Los pantalones de tela son super cómodos y las blusas cada vez vienen con más diseños. Todavía hay personas que creen que lo mejor es ir a un centro comercial y comprar ropa cara”, dice la joven.

Antonio Tenegusñay (39) es dueño de un local que expende ropa indígena hace 15 años. El chimboracense explica que hace 10 años hay mayor tendencia de las personas mestizas y turistas en adquirir anacos, faldas largas, blusas bordadas y fajas.

“Un traje completo para mujer cuesta $ 72. Hay otros un poco más económicos de $ 40. Depende de lo que se incluya, algunos tienen también las alpargatas, los collares y las manillas”, explica.

La tela que utiliza es polyester prensada que la dobla como acordeón. El bordado se elabora en tela pana o algodón para los manteles. Las blusas, en cambio, se bordan en tela hindú. Los materiales se compran en La Esperanza y Otavalo, en Pichincha. Antonio comenta que en un traje invierte $ 45 y gana más de $ 20.

“Los clientes son más exigentes, por eso nosotros también debemos ser más creativos”, dice este comerciante. (I)

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