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Ecuador, 18 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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La literatura clásica sigue siendo parte de la lista de libros

Los libros clásicos como La Iliada y La Odisea aún son un material de lectura para la materia de Lengua y Literatura en los establecimientos educativos de Quito.
Sonia Álvarez dicta esta cátedra en el Colegio Ecuatoriano Suizo (norte de la ciudad). Según la docente, para cada año escolar hace una lista diferente de libros para sus estudiantes. Sin embargo, anotó que conserva la literatura universal.

“Cada año cambio de libros y voy innovando de acuerdo a los niveles de los estudiantes. La literatura se divide en universal, española e hispanoamericana, entonces libros como La Iliada, La Odisea, María y La Metamorfosis no les retiro de la lista  porque  se los estudia a nivel mundial”, afirmó Álvarez.
Mientras que Xavier Oquendo, narrador y profesor de esta asignatura en el colegio Martín Cereré, consideró que los docentes de literatura ya no tienen que enseñar el texto, sino involucrar a los estudiantes con la historia. 

“En el bachillerato lo que se maneja es una relación con el contexto. Hay un fortalecimiento de la literatura en libros clásicos, por lo que es indispensable que se lea el Popol Vuh, Chilam Balam y los poemas de José Joaquín de Olmedo. La literatura podría ser milagrosa si se la utiliza correctamente”.
Oquendo aseguró que los libros infaltables en sus clases son Cien años de soledad y Huasipungo, los cuales son importantes para entender el proceso histórico de Colombia y Ecuador.

Sobre La Iliada y La Odisea, el crítico literario anotó que se los considera como los padres del Occidente: “Antes se manejaban como poemas épicos, ahora se les debe manejar como una propuesta del pensamiento”.

Por otra parte, los textos que corresponden a la literatura universal son de fácil acceso para los estudiantes a través del internet. Por esta razón, los maestros coinciden en utilizar otros métodos de trabajo para la comprensión lectora, en vez del tradicional resumen.

Tal es el caso de Alexandra Rodríguez, profesora del colegio Alemán, quien emplea un recurso determinado de acuerdo al tamaño y temática del texto.
“Por lo general utilizo el ‘abstract’ (representación abreviada, objetiva y precisa del contenido) pero no es el único recurso para analizar el nivel analítico o sintético del alumno. También mando trabajos de análisis, síntesis, reconocimiento de personajes, asimilación, reflexión, entre otros”.

Álvarez, por su parte, aseguró que trabaja con sus alumnos mediante un análisis global de la publicación, pero con detalles comparativos y de contraste.
“El estudiante necesita analizar el libro para desarrollarlo en diferentes proyectos que tenemos con los mismos. En la institución educativa que laboro, trabajamos con aulas virtuales utilizando el internet, pero vamos razonando a medida que avanzamos”, dijo la docente.

Sobre las facilidades que proporciona el internet,  Oquendo consideró que leer un libro de forma virtual no se iguala a los beneficios que conlleva leerlo de manera física.
“La relación del estudiante con el libro impreso es muy importante. Existe un  mayor contacto, mayor relación y por ende queda más en la memoria. Leer por internet es más impersonal; la pantalla universaliza la idea, en cambio el libro la individualiza”.
Asimismo resaltó que los docentes cumplen un rol fundamental para  que los estudiantes se acerquen a un libro por placer y no por cumplir una tarea.

“La tecnología  ha provocado un alejamiento hacia la lectura. Los jóvenes prefieren ver la  televisión y conectarse al internet. Entonces hay que buscar mecanismos y el mediador oportuno es el profesor”.
Tanto Álvarez como Oquendo señalaron que sus alumnos leen nueve libros de forma obligatoria cada año escolar, a parte de las lecturas complementarias. Mientras que Rodríguez anotó que el número varía de acuerdo al grosor del libro, pero mínimo se exige cuatro textos de lectura obligatoria.
 Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), una investigación realizada a 3.960 personas mayores de 16 años en Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala y Ambato, reveló que el 26,5% de  ecuatorianos no dedica tiempo para leer.

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