“La economía no está diseñada para reconocer al ambiente”

El ambiente no se equivoca. La temperatura del aire va en aumento y se estima que para el 2100 se incremente en 4 grados centígrados. El deshielo generalizado de los glaciares es otro problema. Solo en Ecuador se ha perdido el 52% en 20 años.

Los números muestran que el cambio climático está ocurriendo frente a los ojos de líderes de naciones y sus ciudadanos. ¿Qué hacer? Las pequeñas acciones como el reciclaje en el hogar ayudan, pero se necesitan decisiones a gran escala. 

“Hacen falta acciones concretas”, dice Daniel Ortega, Ph.D en Políticas y Administración Pública y miembro de la Junta Ejecutiva del Mecanismo de Desarrollo Limpio de la ONU. Como representante ecuatoriano en las últimas cumbres ambientales insiste en un impuesto que salió de Ecuador en 2007, cuando se regresa a la OPEP: el Daly-Correa.

¿En qué consiste la filosofía del ecoimpuesto?

El tema del ecoimpuesto tiene un componente doble, un poco técnico y un trasfondo político muy importante. Inicialmente lo propone un economista de la Universidad de Maryland, el premio Nobel Herman Daly, quien tiene una agenda muy fuerte en EE.UU. impulsando los impuestos a las emisiones de carbono. Daly dice que el impuesto puede corregir una externalidad negativa. Es decir, incorporar al ciclo de la economía los costos ambientales y sociales que tienen nuestras actividades, que normalmente no se pueden reconocer, porque lastimosamente la economía no está diseñada para reconocer al medio ambiente.

Comparando lo que menciona Herman Daly, ¿qué propone Ecuador exactamente y por qué tendría mayor sentido?

El Daly-Correa propone un impuesto global, en el que haya un proceso estandarizado de recaudación. En términos fiscales, todo recurso tiene 2 sentidos: de progresividad y distribución, el primero implica que a quien pueda pagar más se le cobre más, y la redistribución es que lo cobrado se reparta entre los que menos tienen. Con el Daly-Correa lo que hacemos es cobrar a los que más contaminan, y los recursos se redistribuyen para proyectos de desarrollo.

¿Se les cobra a los países o a las empresas?

Les cobramos a los países, pero una empresa grande puede estar sentada en un país, la mecánica aún forma parte de la discusión, porque al establecer un impuesto, EE.UU. no lo va a aceptar, porque es un país muy dado a los mercados y nos va a decir que el mercado puede corregir esta falla del ambiente.

¿A cuánto ascendería el impuesto Daly-Correa?

Hemos explorado un impuesto del 3% sobre el barril de petróleo que se origine en países en desarrollo y que se dirija a países desarrollados, una alternativa es hacer una retención en la fuente, pero aún no está definido nada ni tenemos aprobación presidencial.

¿Cuánto lograríamos recaudar con el impuesto Daly-Correa?

Ya sea el 3% o el 5%, el impuesto puede generar unos $ 50.000 millones a escala global, solo partiendo de que la producción petrolera utilice este impuesto. Para poner un ejemplo, solo el Fondo Verde establecido en Cancún tiene previsto movilizar 100.000 millones de dólares; pues bien, solo con una medida se puede aportar la mitad. Al momento este fondo tiene apenas $ 2,4 millones comprometidos, Francia y Alemania solo ‘prometieron’ un aporte.

¿Hay ejemplos de otros tipos de impuestos verdes?

Sí existen. En Europa hay una larga tradición de impuestos a los consumos ambientales; incluso en temas de cambios climáticos, en Australia luego de un debate político ya establecieron un impuesto a la tonelada de carbono.
El asunto es que no todos los impuestos establecen que la plata recaudada se invierta en energía limpia o temas ambientales, hay muchos que se establecen por recaudación interna, porque necesitan fondos.

¿Cuál es el interés de Ecuador por posicionar el impuesto?

Al cumplir los principios de progresividad y redistribución, los $ 50.000 millones o la cifra que acordemos, menos los costos de transacción, irá a los países que más la necesiten y la usarán para adaptarse al cambio climático, ser más sustentables. Si el Caribe necesita $ 300 millones para adaptarse al cambio climático, por qué no podemos darle el dinero que necesita, generar el recurso para ganar-ganar y permitirnos avanzar. Además, los recursos irán al Fondo Verde y así solucionamos el mecanismo para llenar este fondo y redistribuir el dinero de forma equitativa.

Pero, como bien dice, ¿aún nos faltan los mecanismos?

Hay todo un conjunto de procedimientos y reglas de cómo los países pueden presentar proyectos; lo que nos falta es un sistema de transferencia y su uso efectivo; desde el sur (países de América del Sur) hay toda una propuesta. Por eso en Lima el eje central debe ser el financiamiento, es decir, cómo solventamos el Fondo Verde o cómo damos un impulso al Daly-Correa.

Entonces, ¿el cambio climático está en la agenda de los países del sur?

Sí, está en la agenda, y es un tema prioritario; pero que no lo han canalizado en aspectos económicos; parte del discurso lo han usado para apalancar su propio proceso de la crisis, cuando se tiene que mover plata para el salvataje bancario lo hacen. La OTAN hace pocos días comprometió el 2% del presupuesto de los países para la guerra en Medio Oriente. Cuando se trata de guerra hay dinero, es la cruda realidad. Se ha utilizado el cambio climático bajo otra lupa.

¿Cuál ha sido esa lupa?

Bajo la lupa de que se pueden generar nuevos empleos, ahora las grandes potencias nos quieren vender esta tecnología para adaptarse al cambio climático, pero no facilitan el cómo ni nos dan el conocimiento, hay muchas organizaciones que facilitan el terreno y venden sus soluciones sobre el cambio climático.

Luego de lo conversado en la Cumbre de Nueva York, ¿cree que en Lima habrá un acuerdo?

En Lima podemos construir los elementos esenciales para un nuevo acuerdo, que se termine en París. No se puede hablar de resolver en Perú, el proceso nos indica que el acuerdo se debe hacer en París. Ese acuerdo entraría en vigor en 2020, cuando se apruebe por los países miembros.