El 20 de noviembre se recordaron 25 años de la firma del documento
La Convención sobre Derechos de Niños, un documento ratificado por 193 países
Con solo pensar en 1989 vienen varios acontecimientos a la mente. La Caída del Muro de Berlín seguro es uno de ellos. Pero hay otra fecha que pasó casi desapercibida en el mundo. Se trata de la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional de los derechos humanos de la infancia que fue aprobado el 20 de noviembre de 1989. Aquí se articulan los derechos de un modo más completo y proporciona una serie de principios rectores que conforman el concepto fundamental de la infancia. Los artículos de la Convención, además de establecer los principios básicos que sirven de base a la realización de todos los derechos, exigen la prestación de recursos, aptitudes y contribuciones específicos, necesarios para asegurar al máximo la supervivencia y el desarrollo de la infancia. Los artículos también exigen la creación de mecanismos para proteger a la infancia contra el abandono, la explotación y los malos tratos.
La Convención reconoce expresamente que la función principal en la crianza de los niños recae en sus progenitores. El texto alienta a padres y madres a abordar con sus hijos cuestiones relacionadas con sus derechos “en consonancia con la evolución de sus facultades” (artículo 5). Los progenitores, que conocen intuitivamente el nivel de desarrollo de su hijo, llevan a cabo esta tarea de forma natural. Los temas que debatan, la forma en que respondan a las preguntas, o los métodos disciplinarios que utilicen, dependerán de si el niño o niña tiene 3, 9 o 16 años.
La convención señala además que todos los niños y niñas tienen los mismos derechos que están mutuamente relacionados y la misma importancia. Como mecanismo de protección para los niños, el documento es vital.