La calidad del semen va decayendo con el tiempo
Pasan los años, se caen las hojas de los calendarios y también van desapareciendo los espermatozoides. Existe el banco, las familias necesitadas y los que agitan su muñeca, contribuyendo a la causa.
Sin embargo, explica el médico genetista Xavier Blum, el 50% de las familias que requieren de un donante de semen para perpetuar la especie, sigue esperando porque ya no se encuentra material de buena calidad para estos propósitos. “La mitad de los que vienen a donar no califican, porque tienen problemas de movilidad y rapidez en su esperma”, señala Blum.
La reducción de calidad que tienen los espermatozoides de hoy, dice, y con él coincide el doctor Pedro Valdiviezo, se repite a nivel mundial y responde a muchos factores que flotan en el ambiente. Blum y Valdiviezo dirigen los dos bancos de semen que existen en el ámbito privado en Guayaquil. A nivel de instituciones públicas, el servicio no está disponible.
Para Blum, este trabajo inició en 1989: “Nosotros congelábamos las muestras de los esposos que después utilizábamos en la fecundación in vitro”, recuerda el médico.
En los años 80 eran los marinos que emprendían travesías los que dejaban su semen para ser utilizado en los embarazos de laboratorio en el Centro de Reproducción Asistida Innaifest, que ahora funciona en las instalaciones de la clínica Kennedy.
Allí están guardadas 200 muestras, son tubos de plástico, del tamaño de una regla, preservados en grandes frascos metálicos que parecen antiguas jarras de leche producidas con latón. Los recipientes contienen nitrógeno; cuando el doctor Blum desenrosca la tapa que los cubre, parece que hubiese abierto un congelador de helados: una parte del vapor frío y esponjoso se libera.
La mayoría de los tubos, 140, le pertenece a los hombres que se enfrentan a radio y quimioterapia. Este banco no tiene cajeras, ni mucha publicidad, pero sí depósitos, un laboratorio llamado “sucio” y otro muy limpio en el que se maneja el material donado y preservado.
Hijo de Julia y un desconocido
Tiene 35 años y decidió ser madre, “quizás muy tarde”, recuerda Julia. Es relacionista pública, está casada desde hace cuatro años y antes de llegar a los cinco, ella y su esposo decidieron tener un hijo.
“Intentábamos pero no dio resultado de la forma tradicional, así que empecé a buscar información”, recuerda. “Después de realizarnos unos exámenes, nos enteramos de que mi esposo tenía problemas de movilidad en su esperma”.
Ella le pidió al doctor el líquido viscoso de un hombre blanco, como su esposo. Su niña nació, pero no piensa revelarle jamás que es la hija biológica de un donante. No tendrá problemas con ello pues la identidad de quien entrega su esperma permanece por siempre en secreto.
Esta legislación no es igual en todas partes, por ejemplo en California los padres pueden escoger hasta la fotografía de quien será el nuevo padre “por un poco más de dinero”, dice Blum.
En Innafiest hay dos cosas que no se hacen, asegura el doctor, una de ellas es inseminar mujeres que no tienen una pareja masculina, la otra, hacer bebés a la carta.
“Vendemos las muestras a otros doctores en $ 300”, explica Blum, “no sé si estos médicos inseminen a mujeres lesbianas pero nosotros, aunque no tenemos nada en contra de ellas, solo trabajamos con parejas”. El doctor es el encargado de escoger al donante: “Hasta ahora no he tenido quejas, suelen nacer chicos muy parecidos a sus padres”.
En la Unidad de fertilidad de la Clínica Alcívar, Pedro Valdiviezo siempre procura que “el donante se parezca al marido de la señora”.
“No importa que me pidan otra cosa, de entrada les decimos que es nuestra política”, enfatiza. En estos bancos, el servicio que tiene mayor demanda es el de preservación de espermatozoides para los pacientes con cáncer.
También algunos futbolistas, militares y aviadores pagan anualmente $ 300 en el banco de la Clínica Alcívar, para que sus descargas estén preservadas a menos de 196 grados.
Valdiviezo recomienda a las mujeres jóvenes, preservar sus óvulos porque con el paso del tiempo la fertilidad femenina va decayendo. En la carrera para fecundar a una mujer, un hombre de hoy lanza 20.000 espermatozoides, los posibles padres de 1.950 lanzaban al mundo 70.000.
La cifra se va reduciendo cada año y también la calidad del esperma, es decir lo que ellos llaman “motilidad” y que es la capacidad de movimiento que esta forma de vida tiene. Para donar hay que tener entre 20 y 28 años, tener al menos educación básica y en el mejor de los casos, universitaria.
Se realizan exámenes de sangre, psicológicos y luego de todo este proceso, el hombre lleva su esperma que será guardado durante seis meses. Después se ejecutan los exámenes de HIV y hepatitis.
¿Por qué los espermatozoide han perdido mundialmente su calidad? Los especialistas dicen que la contaminación ambiental por monóxido de carbono, el uso de pesticidas, ciertas medicinas y la alimentación poco nutritiva, inciden en la desaparición y el poco movimiento de sus largos y volátiles apéndices de cometa.