Jhoana Villareal: “Ecuador me dio protección y familia”
En una pequeña peluquería, localizada al sur de Guayaquil, la bandera de Colombia está sujeta a la pared, la misma que resalta junto a un gran espejo de fondo.
A su dueña, Jhoana Villareal, de 27 años, el símbolo patrio le recuerda lo que sufrió en su país y las luchas que enfrentó para escapar de la violencia y amenazas.
Desde su adolescencia, etapa en la que empezó a usar vestidos, maquillarse y dejó crecer su cabello, fue víctima de las presiones de grupos armados.
Jhoana es transfemenina y nació en el municipio de Belén de Umbría (Colombia). Tras un viaje de tres días por tierra llegó hace ocho años a Ecuador para pedir protección.
¿Qué la impulsó a pedir refugio en Ecuador?
Hace 12 años la guerrilla era un problema más difícil. Tenía un familiar que la integraba. Cuando falleció las represalias empezaron contra los miembros de la familia y especialmente contra mí. En enero del 2012 salí de Colombia desplazada por la violencia, las amenazas de muerte y los intentos de abusos sexuales por parte de las agrupaciones armadas.
¿Qué le decían los grupos armados?
Me amenazaron: si me negaba a integrar el grupo, me mataban. No estaba a favor de las muertes, ni de la violencia que ocurría en el país. No me veía en ese mundo, pero debía elegir entre ser uno más de ellos o irme. Al fallecer mi abuelita y al cumplir la mayoría de edad dejé la casa y me trasladé a otro pueblo, pero allá también habían otras guerrillas que volvieron a asustarme.
¿Cómo logró salir de Colombia?
Me contacté a través de las redes sociales con una amiga que vive en Guayaquil. Ella me dijo que había una señora que iba a montar una peluquería y como yo sabía del tema decidí viajar. Llamé a la señora. Ella propuso darme los pasajes para venir y yo acepté sin pensarlo dos veces.
Estuve un año trabajando en el sur de la ciudad, simultáneamente vendía comida, dulces, arroz con leche y rifas. Después me fui al norte a trabajar durante un tiempo y regresé al sur, donde ahora tengo mi propio negocio, hace cinco años.
¿Cómo fue su proceso para lograr el estatus de refugiada?
Cuando llegué me dijeron que debía pedir refugio en los primeros 15 días, porque si no lo hacía no me lo otorgaban y me devolvían a mi país.
Me acerqué y me explicaron que regresara en 20 días. Así lo hice y me notificaron que quedaba en calidad de solicitante de refugio; mientras realizaban sus investigaciones.
En septiembre de 2018, después de tanta espera, me dieron la noticia: el Gobierno decidió darme la protección con la visa por dos años y la cédula de identidad.
¿Vive tranquila en Ecuador?
Hasta que no vea en mi cédula que diga visa indefinida o por 15 años yo no voy a descansar. Aún vivo con ese susto de que me devuelvan para mi país. Aquí tengo una nueva familia, así les llamo a mis amigos, abrí un negocio, algo que en Colombia sería imposible por la situación.
Me encanta Ecuador y vivo enamorada de Guayaquil. Aquí siento un gran alivio, puedo caminar por las calles libremente, sin temores de que me maten.
¿Es doblemente difícil ser trans y refugiada?
Sí. Es más difícil por la discriminación a la que estamos expuestas. En los procesos legales he sentido rechazo en más de una ocasión.
Me dicen que ese documento no es válido cuando he querido comprar algo a crédito. Apenas lo muestro, me dicen que no sirve. Me quejé en el Ministerio de Relaciones Exteriores, porque soy legal y tengo los mismos derechos que las demás personas.
¿En qué tipo de trámites ha presentado problemas?
Por ejemplo, hasta ahora no he podido realizar los trámites para obtener los permisos de funcionamiento de mi peluquería. Está sin nombres y sin nada.
Temo que el Municipio cierre mi local. En las oficinas me dicen que no sirve mi documento. Ahora que porto cédula solicité el servicio de internet y sí me lo dieron.
Cuando quiero alquilar un departamento también lo niegan. La semana pasada me ocurrió. La dueña me acusó de que el documento era falso. He tenido muchísimas trabas.
¿Qué deben hacer las autoridades para sensibilizar a la población?
Creo que sería bueno capacitaciones a empresas u otras entidades y dar a conocer la validez del documento.
¿En las calles ha sufrido rechazo?
Aquí no he vivido tanta discriminación como en Colombia. Las veces que he sido atacada he tratado de remediarlo. Nunca me quedo callada.
El año pasado, cuando pasaba por una lubricadora, el dueño me gritaba cosas y con sus amigos se burlaba de mí. Me acerqué a la Policía y les expuse lo que me ocurría. Ellos hablaron con el señor y le pidieron que me respete o de lo contrario iban a ser demandados por discriminación. Desde aquel tiempo no volvieron a molestar.
Asimismo, cuando alguien se quiere hacer el gracioso conmigo, de manera educada le reclamo: ¡Qué pasa?, ¿Por qué me faltan el respeto? Luego se disculpan.
¿Por qué es importante conocer sus derechos?
El 6 de julio recibiré una acreditación de derechos humanos tras culminar un taller que dictó el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH).
Esos conocimientos legales me han permitido defenderme y ayudar a colombianos y venezolanos que tramitan la visa como refugiados. Si me toca ir con ellos hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores, los acompaño a sus citas. (I)