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Jessica dejó el maltrato por una vida de emprendimiento

Jessica dejó el maltrato por una vida de emprendimiento
Foto: Danny Mera / et
08 de marzo de 2020 - 00:00 - Alicia Ortiz

"Llegué a creer que no era nadie, que no podía valerme por mí misma”. Así resume Jessica Yllescas los diez años de maltrato que sufrió por parte de su expareja y padre de dos de sus cuatro hijos.

Cuando esta guayaquileña se decidió a dejar esa vida de maltrato tenía miedo, sola con sus hijos pensaba en qué iba a hacer para poder mantenerlos. Toda su vida matrimonial, desde que se casó a los 15 años-tal vez para escapar de la violencia que veía en casa de sus padres-se dedicó al hogar y siempre pensó que no sabía hacer nada. Así se lo había repetido mil veces su maltratador.

También le dijo que iba a cambiar cuando decidieron irse a vivir a Durán, que todo iba a ser diferente. Pero todo fue peor. La agresión física y psicológica aumentó. Jessica lo entendió. No iba a cambiar. Se armó de valor y lo denunció. Él por fin se fue.

Así empezó su nueva vida. Debía empoderarse de su situación y lo hizo. Dejó de llorar y de sentirse menos. “Al comienzo fue difícil”, reconoce. Mientras su madre le ayudaba con los niños, ella salía a buscar qué hacer. “Lo primero que hice fue vender ropa para temporada escolar, Día de la Madre, para ocasiones especiales. Iba de casa en casa”.

Un día en el banco al que acudía a cobrar el bono que le otorgaba el gobierno se enteró que podía acceder a créditos para negocios o emprendimientos. “El primero al que accedí fue de $300”, cuenta. Con ese dinero pudo comprar más mercadería.

Pero no quiso quedarse allí. Se le ocurrió que podía montar un pequeño bazar en su humilde vivienda en la cooperativa Roberto Gilbert, en el cantón Durán. Así que accedió a otro crédito y puso una vitrina, estantes y un congelador para complementar el negocio con la venta de bebidas y golosinas que ella prepara.

Y es que desde la primera vez que Jessica se dio cuenta que sí podía hacer muchas cosas, no dejó de trabajar ni de emprender. “Hubo un tiempo que trabajé hasta en los estadios. Vendía hot dogs, hamburguesas y sánduches”, recuerda.

Con el bazar lleva dos años y le va “muy bien”, según comenta. Su estrategia de marketing: ver las necesidades de sus hijos en edad escolar. Como madre sabe lo difícil que puede ser, por eso trata de conseguir artículos de calidad y a precios asequibles.

Una de sus hijas le suele traer ideas para las manualidades que también realiza en su hogar. La última de las ideas fue la elaboración de tortas falsas decoradas para cumpleaños. “Yo saco mi mesa y me pongo a elaborar aquí-en el espacio del bazar-y los vecinos me ven y me piden que les haga para ellos también”. Al mes hace entre 4 y 5 tortas, cuyo precio oscila entre $10 y $ 12.

Pero su negocio lo combina con los quehaceres del hogar y la atención a sus hijos. Se levanta a las 05:00 a preparar el desayuno, pues su hijo mayor, de 19 años, trabaja y sale muy temprano. Las otras dos niñas, de 16 y 7, van a la escuela, pero ahora se quedan en casa por las vacaciones. También tiene un bebé de año y medio. 

En general Jessica dice tener un ingreso neto de 150 dólares. Parte de ello lo ahorra y el restante lo invierte en sus hijos, las necesidades del hogar y en diversificar su bazar. Adicionalmente participa en las oportunidades que el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) les ofrece a las madres emprendedoras y asiste a las charlas de asesoramiento. La última de las actividades en las que participó fue en una feria, a propósito del circo sobre hielo que se levantó en el Parque Samanes de Guayaquil. Allí vendió comida.

A sus 36 años, Jessica sueña con su casa propia. Tenía un terreno que compró con esfuerzo, pero que tuvo que vender para poder tratar a uno de sus hijos que enfermó gravemente. Por ellos da todo y sabe que puede hacerlo. "Pero lo mejor que les he ofrecido es el ejemplo de no dejarse derrotar y que me vean como una mujer fuerte y se sientan orgullosos de su madre". 

“Mi consejo para las mujeres y madres, especialmente, es que sí pueden. Algunas mujeres aguantamos (maltrato) por temor a enfrentar una situación económica solas. Pero sepan que solo hay que intentarlo. Eso le inculco ahora día a día a mis hijas”, finaliza. (I)

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