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Investigador, docente y alumno de la U. Central

Fernando Sempértegui representa al movimiento Acción Académica, junto con Marco Posso   y Nelson Rodríguez, que se posesionan como  vicerrectores administrativo y académico. Foto: JOHN GUEVARA  |  El Telégrafo
Fernando Sempértegui representa al movimiento Acción Académica, junto con Marco Posso y Nelson Rodríguez, que se posesionan como vicerrectores administrativo y académico. Foto: JOHN GUEVARA | El Telégrafo
10 de marzo de 2014 - 00:00

La Universidad Central del Ecuador  forjó a  varias generaciones de estudiantes amantes de la medicina.   Fernando Sempértegui   aparece en una de esas listas. Su nombre sigue escrito, pero ya  no consta solo como alumno o docente, pues desde  hoy es  el nuevo rector de esta casa estudiantil que lo recibió cuando apenas era un joven soñador de 18 años que quería investigar y ayudar a la humanidad  vistiendo una tradicional bata blanca.

La obsesión por conocer  lo que está lejos del ojo humano está en los genes de  este lojano de nacimiento.

“Su pasión es descubrir cosas que puedan ayudar a la sociedad, especialmente a las personas  con más necesidades. Desde que lo conozco tuvo esa iniciativa de ayuda social”, comentó Miriam Díaz, la mujer de su vida, quien también fue su novia  en las clases de anatomía de la Central  y ahora es  madre de sus tres hijas: María Fernanda, Paulina y Ana.    

Miriam ha estado a su lado desde hace  43 años. Por eso admira su inteligencia, responsabilidad y honestidad, aunque entre risas expresó que su perfeccionismo le puede jugar a veces en contra.

Fernando Sempértegui nació el 24 de agosto de 1945. Se educó en el   Colegio de los Hermanos Cristianos de Loja. Años después, la capital lo acogió y realizó sus estudios superiores, en donde obtuvo el título de Doctor en Medicina y Cirugía, en  la  Universidad Central. 

Su afán por continuar estudiando se cristalizó  cuando viajó a EE.UU. y México para concretar  algunos  posdoctorados en biología molecular y medicina social.  “Emigramos con él, la prioridad  era que  la familia no se distanciara”, dijo Miriam.

Esa profesionalización constante lo ha convertido en  autor de 40 publicaciones científicas y 10 libros especializados. Ha sido conferencista, revisor de textos internacionales y acreedor de varios reconocimientos. En la década de los 90 evaluó la vacuna contra la malaria, y ahora, aunque tiene una nueva responsabilidad como  rector, continúa investigando.

Desde agosto, junto a su colega Bertha Estrella trabajan en un programa nutricional e investigan  la prevención de las infecciones respiratorias en  personas de la tercera edad que viven en   el barrio popular de Atucucho, al norte de Quito.

“Es muy perseverante en el trabajo, muy caballero y sensible con la gente. Así es Fernan”, dijo Bertha, refiriéndose al doctor con cariño.

Ella  fue su alumna en la Central y, además, realizó su tesis de posgrado en pediatría con la tutela de Fernando. “Fue tenaz, una odisea, pues tenía que escribir la tesis en máquina de escribir. El doctor me tachaba un montón de cosas, quería que  quedara perfecto. Ya no me acuerdo cuántas veces repetí, pero al final publicamos mi tesis en un libro”, comentó su colega. 

Han recorrido juntos varias provincias  del país realizando investigaciones en Esmeraldas, Latacunga, Quinindé.  Como anécdota recuerda que en Borbón navegaban en un bote en compañía de un reconocido investigador colombiano y Enriqueta de Naranjo, la  esposa de un exministro de salud ecuatoriano, realizando un estudio, cuando  el bote  se volcó y  todos cayeron al río. “Son gajes del oficio, afortunadamente solo fue un susto. Luego vinieron las risas. Así pasa cuando uno hace investigación”, expresó.

En el ámbito administrativo, quizá sea Cristina Molina, su secretaria, la persona que más lo conoce, pues comparten oficina en el subsuelo del Laboratorio de Inmunología de la facultad de Medicina de la Central. “Se puede confiar en él porque da muy buenos consejos, es comprensivo. Eso sí, siempre hay que decirle la verdad, él reconoce si le están mintiendo”, advirtió.

Sempértegui es docente  en horario matutino. Y es  muy exigente con los alumnos, especialmente con la disciplina en los laboratorios. “Se enoja un momento, se pone rojo. Y con la mirada  lo dice todo, pero al minuto le pasa. Le gusta, mejor dicho, le encanta la perfección”.

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