Punto de vista
“Inclusión es respeto y Quito ha avanzado”
La legislación permitió lo que llamamos ‘nuevas formas de visibilización’, por un lado, de las comunidades LGBTI; y por otro, de nuevas formas de movilización social. Estas 2 características se han traducido en nuevos espacios de reivindicación en la ciudad. Quito, pensado en franjas, podría decirse que es una ciudad más inclusiva y tiene mayores políticas y jurisdicciones de inclusión que el resto de ciudades del país. Sin embargo, si nos remitimos al nivel de violencia contra las personas, estos niveles siguen siendo extremadamente elevados, particularmente con grupos de personas trans porque está muy incrustado el tema de clases y desigualdades económicas.
No olvidemos que se siguen construyendo desigualdades de género relacionadas con la sexualidad. Hay ciertos tipos de machismo que, en estudios de género, llamamos masculinidades dominantes.
Históricamente es el rol femenino el que está violentado; no importa si es un hombre gay, sigue marcado en estas categorías. Sin embargo, hay que reconocer los avances, sobre todo en materia legislativa. Ahora hay académicos a nivel de investigación que están presentes en temas de debate, de publicaciones. Eso sí, aún está concentrado en pocas universidades ubicadas en Quito. También hay un crecimiento de colectivos que se manifiestan en otras luchas.
Si pensamos en la inclusión, debemos pensar en el respeto más que en tolerancia, que se traduce en la aceptación y en cómo reconozco al otro. El problema no es la diferencia sino la forma en la que se expresa esa diferencia. Incluso la reproducción que se hace de discursos de exclusión, por ejemplo, en la Iglesia católica y en las distintas religiones. Se continúa estereotipando.
Con los cambios y las nuevas formas de reivindicación de producción académica, podemos decir que en Quito hay franjas en las que hay mayores posibilidades de expresión de amor entre las comunidades GLBTI con menor sanción a lo que existía 10 años atrás.
Definitivamente hay más oportunidades de expresarse en espacios públicos, aunque en unos más que otros. Por ejemplo, en La Mariscal, al centro norte, hay más de 5 lugares de ambiente no solo para esta comunidad sino donde confluyen grupos heterosexuales y comparten un espacio de socialización y diversión que no existía antes.
Se debe reconocer que la decisión o no de salir del clóset es polémica. Hay un estudio que indica que en América Latina la persona no necesita reconocerse como GLBTI verbalmente en todos los espacios porque ya hay un acuerdo tácito con su familia que sabe, y eso es lo más importante para la configuración de las relaciones.