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Identidad hecha de fuego, corazón limpio y ayahuasca

Identidad hecha de fuego, corazón limpio y ayahuasca
05 de junio de 2011 - 00:00

En el chamanismo los extremos generacionales se juntan para dar forma a una herencia: abuelos que inculcan a los niños su sabiduría, cómo adquirir los poderes que provienen de la naturaleza. Y esos poderes sirven para curar  enfermedades, para fortalecer el espíritu de la comunidad.  

La base de la enseñanza está en trabajar todos los días por retener la magia que encierra  la selva. Los chamanes de la comunidad Tsáchila están ubicados a tres kilometros de la ciudad de Santo Domingo de los Tsáchilas.

Manuel Calazacón, de 47 años de edad, pertenece a la cuarta generación de ellos. Nieto de Abraham, quien fue su maestro, tiene nueve hermanos (cinco mujeres y cuatro varones); los últimos, desde luego, todos chamanes.

5-6-11-shamanes-tsachilas-05Manuel lleva más de la mitad de su vida practicando el oficio espiritual, pero su campo de acción está enfocado en inculcar sus conocimientos en los niños de la comunidad; le preocupa que se pierdan los saberes ancestrales, herencia fundamental legada por los grandes pones (chamanes) de la historia.  

Manuel  inició su preparación a los seis años, cuando su abuelo lo despertaba a las tres de la mañana para que reciba los consejos de los ancianos; consejos para descifrar los mensajes de las aves y los árboles que entregan sus energías a los hombres para que se conviertan en soñadores del futuro.

Su abuelo tomaba guayusa, (bebida tradicional) mientras daba las reglas claves para vivir y ser amigo de los animales y conocer los secretos que guardan las plantas nativas. Todo se desarrollaba dentro de una convivencia directa y honesta con la selva.

“A los nueve  años fumé  tabaco del saber y tomé ayahuasca (planta alucinógena que permite tener visiones)”, rememora Calazacón, “eso me dio el poder. El poder sirve para el bien, se debe trabajar y curar a la comunidad y a los que necesiten, pero siempre pensando en hacer el bien, pues hay quienes han hecho mal uso de los poderes que nos fueron entregados. Desde esta edad aprendí a curar, tomé cien ramas de guanduk y tuve que hacer las dietas necesarias para tener poder. La formación de un chamán dura diez años”.

La etapa de preparación es intensa, durante los años de formación se acompaña a un sabio de más antigüedad para que transmita los secretos; durante este tiempo el aprendiz debe abstenerse, eso sí, de tener relaciones con una mujer.

“La primera vez que tomé ayahuasca  aprendí a tener visiones con claridad. Este tiempo es muy importante, requiere de mucha preparación, pues la  planta si es mal utilizada puede causar la muerte de contado”, comenta Manuel.

“Mentalmente los hombres somos más fuertes que las mujeres, por esto los chamanes son los hombres y los conocimientos no se los transmite a las mujeres, porque son blandas y no soportarían el efecto”.

5-6-11-shamanes-tsachilas-03La ayahuasca produce muchas  sensaciones y una de ellas es el efecto de volar con la mente; hay imágenes que se vienen como avisos del futuro o aclaraciones del pasado, por eso si el chamán se concentra en una sola persona  puede ver qué cosas mantiene ocultas, todo con base en los poderes de la naturaleza.  

Desde su infancia, Manuel recibió sabiduría de distintos poderes. Ya luego de varios rituales con otros chamanes de la zona pudo decir que era, al fin, uno de ellos.

Mateo Calazacón, de 42 años, primo de Manuel, pertenece a la quinta generación de chamanes de la localidad. Desde niño  aprendió a realizar curaciones con hierbas. Afirma que entre las herramientas que se utiliza se cuentan  piedras que poseen energías únicas. Para saber que una piedra es especial, debe aparecer en los sueños. Hay que saber elegirlas  bien, porque tienen poderes para el bien y para el mal.

Los  cristales son espejos donde se evidencia el estado de la persona. Las velas revelan el grado de fortaleza espiritual que posee. Los tambores ayudan a la relajación. Las plantas nativas sanan el organismo de las enfermedades. El agua devuelve la pureza al espíritu. La flor roja estimula la recarga de energía positiva. El sitio de trabajo de Mateo está ubicado en una choza, a un  metro y medio debajo de la tierra, porque las energías que emana el suelo terroso liberan al cuerpo y al alma del estrés y renuevan el espíritu.

“Para tener coraje, desde chiquitos nos dan ají y poco a poco el tabaco; pero mi papá me jalaba las orejas y me aconsejaba que tenía que hacer el bien”, especifica Mateo, “y la sabiduría estaba enfocada en hacer el bien, porque la naturaleza se enoja o se enferma cuando se utiliza para hacer el mal”. 

Agustín Calazacón, hermano de Manuel, labora en el Centro Comunitario Totón Pele. Su trabajo está enfocado en preservar las plantas nativas en un espacio de dos hectáreas, donde cuida una gran variedad de plantas conocidas por sus efectos curativos.  Para Agustín, este espacio es la “farmacia” de los tsáchilas, ya que hay plantas que sirven para curar la fiebre amarilla y los picados de culebra, problemas propios de la zona tropical.

Se trata de un “herbario” que posee un gran conocimiento del manejo de las diferentes plantas. Allí están la coca, el senco, la guayusa, el tabaco, la simuyaca o sígueme-sígueme, entre varias otras.

Un árbol de 300 años de edad puede advertirse en medio de las plantas como muestra de señorío y poder, pues también se utiliza el néctar de los árboles para tratamientos de enfermedades incurables. Los animales tienen, por supuesto, mucha fuerza; por esto la culebra, el tigre, la hiena son símbolos que reflejan y condensan la suspicacia y la ligereza de los chamanes a la hora de enfrentarse  ante un espíritu maligno.

5-6-11-shamanes-tsachilasPreparación de la ayahuasca

Manuel Calazacón, de 67 años, tocayo y primo del primer chamán del que hablábamos, prepara la pócima para la realización del ritual. La ayahuasca es considerada nada más y nada menos que la planta madre de la selva y el espíritu de la naturaleza. Este conocimiento está arraigado en el inconsciente colectivo y es trasmitido de generación en generación. Hablamos de una planta cuyo uso tiene una antigüedad aproximada de 5.000 años.

El chamanismo y la ayahuasca van de la mano para dar la curación, poder y crecimiento personal. La planta no se limita a trabajar en una sola realidad, sino que actúa en un mundo mágico. Hay que mantener la mente libre de prejuicios. Esta dimensión mágica-religiosa funciona desde una perspectiva: que lo irracional es lo racional y lo invisible lo visible.

Cada chamán amazónico o tsáchila tiene una forma particular de preparar la infusión. Manuel indica que la propia planta enseña cómo hacerlo a través de las visiones que se tiene en las sesiones.

Se colecta la ayahuasca y un arbusto llamado chacruna. Las dos plantas deben ser colectadas en luna llena, por la mañana, y quien las recoge debe estar en ayunas. Se requiere 10 kilos de ayahuasca. Se limpia la corteza y se procede a chancarla para que esté más suave al momento de cocinarla; se agrega un kilo de chacruna y hojas de coca. Se pone a hervir unas 12 horas, en unos 50 litros de agua. El proceso de preparación de la bebida está acompañado por los cánticos chamánicos y por soplos con tabaco. Ambas cosas son invocaciones al espíritu de la ayahuasca y a los de la naturaleza y, como señalan los chamanes, son para generar la fuerza que se agrega a la bebida.

5-6-11-shamanes-tsachilas-02Los 50 litros de agua se reducen a 2 litros de ayahuasca. La cocción tiene que dar como resultado un líquido de contextura viscosa y color rojizo ocre. La bebida se utiliza como medicina, purificador y como maestra. Maestra porque enseña, y madre porque guía. Da poder, saber y visión. Así lo afirma Agustín Calazacón.

Existen requisitos previos antes de su ingestión, como la preparación mental, física, emocional y espiritual. La dieta es indispensable: se debe permanecer en ayuno al menos 24 horas antes de la ceremonia, es importante que el estómago esté libre de comida, pues los vómitos son frecuentes. No se debe consumir licor, drogas, picantes, ni tener sexo con un mínimo de siete días de antelación a la ceremonia.

Para que la ayahuasca sea entendida, primero se tiene que aprender a sentir su dimensión; y como dicen los chamanes, usando el corazón más que la cabeza.

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