Publicidad

Ecuador, 23 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

El humor como mecanismo de violencia simbólica hacia la comunidad LGBTI+

El humor como mecanismo de violencia simbólica hacia la comunidad LGBTI+
Ilustración: Carlos Benavides / et
11 de julio de 2020 - 09:00 - Xavier Andrés Rodríguez Rodríguez

En el devenir de la sociedad ecuatoriana ha sido frecuente encontrarse con expresiones cómicas que contienen una alta carga ofensiva hacia las personas que tienen una opción sexual diferente. Cabe entonces preguntarse, ¿debe el humor tener límites? 

Por una parte, el escritor argentino Hernán López Wine sostiene: "¿Qué sentido tendría imponerse límites sobre aquello de lo cual es lícito o no reírse y burlarse; de lo que es pasible o no de ser parodiado? ¿En nombre de qué podría enarbolarse tal principio? Ciertamente, no en nombre del 'buen gusto': cercenar la risa implicaría limitar las posibilidades de crítica, al tiempo que se estaría recortando la libertad de expresión". 

Por lo mismo, el filósofo francés Henri Bergson afirmaba en su ensayo La risa que "no llenaría sus fines la risa si llevase el estilo de la simpatía y la bondad". 

López Wine ahonda en este planteo y precisa que "la misión de la risa, y el objeto de la parodia, consistirá en intimidar, ridiculizar, a través de la humillación. No existe límite entre humor y mal gusto". 

Bergson apunta que "en una sociedad de inteligencias puras quizá no se llorase, pero probablemente se reiría, al paso que entre almas sensibles, concertadas al unísono, en las que todo acontecimiento produjese una resonancia sentimental, no se conocería ni comprendería la risa". 

El actor cómico David Reinoso ha rechazado en varias ocasiones que en sus comedias se cometa discriminación. Ha declarado que "no somos homofóbicos, ni racistas ni machistas, incluso en mi equipo creativo y de producción tememos compañeros gays a los que le he preguntado con mucha preocupación debido a los tweets que he recibido si realmente se sienten ofendidos con nuestro trabajo y ellos me han respondido de manera sincera que no".

Por otra parte, para la actriz cómica, Bethania Velarde, el humor no debería hallar límites ni en la forma ni en el medio. "En cuanto a la temática, creo que uno debe partir y hablar (no solo con la boca) de lo que a una le toca y de lo que conoce; sin embargo, no es un 'deber' u 'obligación'. En sí no creo que la comedia debería tener límites, pero... mi libertad no debería atropellar la libertad de las otras personas".

En cambio, para el artista, Gabriel Voelcker, "el humor por supuesto debe tener limites comenzando con lo mas común que es reírse de algo, no de alguien, es disfrutar la gracia sin abrumar a alguien o subestimar a otres".

Lía Burbano, representante de la Fundación Mujer y Mujer, considera que al igual que cualquier otra expresión artística y cultural, constituye un mecanismo importantísimo para transmitir y perpetuar mensajes que permiten a una sociedad mirar y mirarse en función de su propia realidad.

"Si estos mensajes buscan cuestionar estereotipos o denunciar abusos y violencia, advertir sobre el fascismo, entre otras cosas, el humor es una herramienta (y lo ha sido desde siempre) poderosa y necesaria; sin embargo, cuando los mensajes solo buscan reafirmar estereotipos y promover o justificar la violencia, el racismo, el sexismo o el rechazo a las personas LGBTI, considero que deben haber límites porque no contribuye a cambiar nada, solo perpetúan los discursos y las prácticas de sociedades patriarcales, construidas justamente sobre el machismo, el racismo, la homofobia, etc", destaca Burbano. 

Ahora bien, ¿por qué el humor puede ser un mecanismo de violencia simbólica? 

Velarde no cree que la comedia esté "libre" de personas que reproduzcan ese tipo violencia... "No creo que la culpa es de la comedia, es la persona que hace esa comedia", precisa.

En contraste, Voelcker señala que "el humor es un mecanismo de expresión, por ende, puede ser un arma letal de violencia simbólica, ya que entra en el imaginario de las personas desde una perspectiva cómica o inofensiva asumiendo que es lo correcto y por ende replicándolo a través de sus esferas sociales".

Burbano menciona que si se utiliza sin criterio, sin una mirada política, sin ningún otro interés que lucrar y "garantizar el rating", siempre nos vamos a reír de "lo diferente, de lo raro, de lo que el mundo considera "feo" o anormal... ¿Acaso no es eso lo que vemos en la tv nacional?".

Entonces, es válido analizar en qué sentido el lenguaje construye una cultura del odio hacia la comunidad LGBTI+.

Velarde, quien tiene un canal en la red social Facebook denominado Bethania la del vino, comenta que "una palabra que a mí me ha afectado full es maricón. De hecho, hice un vídeo hablando de esa palabra. Maricón/maricona significa que te guste una persona del mismo sexo, y hasta ahí todo bien... pero tiene otros significados que les han incorporado. También significa miedoso, ahuevado... y afeminado (claro, porque ser afeminado es 'malo'). A mí me encanta decir que soy maricona, pero volviendo al significado base, no a lo que nos han enfrascado de forma peyorativa".

Voelcker agrega que en una cultura normatizada por un sistema patriarcal "las disidencias sexuales están sometidas bajo persecución constante de una sociedad que te percibe como una burla o un bicho raro, porque por muchos años la televisión y el Estado reforzaron que somos ciudadanes de segunda clase, por ende, el medio no nos permite salir de un estereotipo que todo un sistema ejerció sobre nosotres".

Además, devela que en la televisión "vimos a los homosexuales que siempre son 'el pato' de cualquier heterosexual, vimos mujeres que 'disfrutaban' del abuso verbal o físico, y esto es lo que toda una generación consumió, programas como Michi y Melo, El cholito, La pareja feliz y demás, que lo único que hicieron fue definir roles, marcar estereotipos y “autorizar” a toda una nación a que es normal reírse de ello".

Burbano reflexiona sobre el poder de la palabra: "Después de descubrir el fuego, la posibilidad de hablar nos transformó como humanidad... No podemos desconocer el poder que tienen los discursos en ningún contexto; ya sea que se trate de una autoridad, de una académica, de un docente, de una gerenta o de un o una comediante...".

En este sentido, revela que "tanto daño hace el chiste homófobico de un humorista como la clase cargada de prejuicios de una profesora... Por décadas hemos estado expuestxs al escarnio público, a la burla, a la mofa, a la humillación... Todo el mundo se ha creído con el derecho de juzgarnos, investigarnos, censurarnos y hasta de reírse de nosotrxs; bueno, no somos chiste de nadie, como tampoco lo somos las mujeres ni lxs indígenas ni el pueblo afro...". 

Y complementa que "mientras no entendamos el poder de un 'chiste', jamás alcanzaremos a entender cuánto daño le hace a nuestra gente el lenguaje de 'doble sentido', los gestos que lo 'insinúan', etc. Finalmente, la gente cree que todxs lxs LGBTI somos 'así' y eso es absolutamente incorrecto".

La naturaleza del humor consiste en lo novedoso, lo inhabitual, lo atípico, lo enrarecido, es decir, consiste en un gesto de extrañamiento respecto de un estado de normalidad construido socialmente. De ahí que el humor pueda perpetuar o intentar desplomar esa estructura.  

El humor como acción de cambio es muy abarcador. Según la visión de Velarde es un muy buen medio para lograr infinidad de cosas, tal como lo probó Chaplin en la película El dictador.

En la óptica de Voelcker tiene todo el poder de cambiar el imaginario colectivo y, por lo tanto, comportamientos y pensamientos.

Burbano, quien también preside las actividades de la Casa de la Diversidad en Guayaquil, analiza que las representaciones de lo LGBTI en el 'humor' ecuatoriano son tan limitadas y se centran en el amaneramiento, ambigüedad, hiper sexualidad, culto al falo, ignorancia y debilidad de un hombre homosexual; "características que están atribuidas esencialmente a lo femenino, pues de la mujer se espera que sea delicada (femenina), débil, que siempre esté dispuesta sexualmente para el hombre y que, obviamente, coloque al falo como el centro de su placer...".

Entonces, observa que en realidad, "nos burlamos NO de la diversidad sexual, sino de que parezca "mujercita" y eso es realmente violento porque perpetúa, además, el machismo... Por otro lado, no existen representaciones de las lesbianas o de las personas trans... ¿Por qué? Porque nadie de se va a reír de una mujer que 'quiera ser hombre' (es lo que piensa la gente, no yo); eso no da chiste, eso les da miedo e incluso rabia y por eso nos violan. Y en el caso de lo trans, bueno, es pura ignorancia... Estos humoristas nuestros creen que el mundo LGBT comienza y termina con 'un mariquita', y ese es para mí el peor problema: invisibilidad y desconocimiento... Con el humor ecuatoriano no conoces la diversidad; la reduces y la explotas. Punto".

Para entender por qué se ha vuelto un recurso muy típico de la comicidad nacional ridiculizar a las personas que tienen una opción sexual diferente Velarde explica que "la comedia es un reflejo de la sociedad que somos, es un reflejo de nosotr@s mismas, y si la comedia ecuatoriana, si la comedia guayaquileña es así, creo que entonces cabe preguntarnos: ¿cuál es nuestra actitud frente a las personas diversas, en el día a día? Es mas fácil para alguien mofarse de una realidad ajena, y la mayoría no sabe lo que es que se burlen de ti por ser lgbti. También es fácil burlarse de lo que uno no conoce, en parte porque le tiene miedo... pero es una fórmula egoísta al fin y al cabo". 

Ella vislumbra una salida en la educación, porque "no es un problema solo de la comedia, es un problema social".

Voelcker comprende que se volvió un recurso típico de “comedia” ridiculizar lo desconocido "porque la ignorancia y mediocridad de la televisión y ola de actores caducos simplemente no conocieron otra forma de llegar a un público que no sea a través de la burla, porque no solo se trata de eso, también se trata de una posición social y de seguir estandarizando tu estatus y quien eres a través de la ridiculización de otres".

Burbano lo retrata de este modo: "¿Has visto a lxs animadorxs de un show en vivo? Hacen preguntas al público y la gente nada, están desanimadxs... Y luego se 'les ocurre' la gran idea y gritan: ¿Dónde están los barcelonistas? Y todo el mundo grita... Wow! Así de simple. Sabes qué decir para que la gente reaccione... No se trata de 'creer', sino de la capacidad de crear... Capacidad que, al parecer, no la tienen nuestros humoristas".

Voelcker propone como solución en primer lugar que "las maricas, las trans, y demás disidencia puedan también tener voz, tener oportunidades de trabajos en estas áreas, que se les permita también ser profesionales en tablones, pero lastimosamente en un mundo donde la palanca, religión y el patriarcado predominan, la comunidad seguirá viviendo bajo un silencio impuesto por leyes que dice representar a toda una nación".

Finalmente, Burbano examina que la censura no es la solución. "Estoy convencida de que los humoristas deben asumir las consecuencias de su limitada y sesgada capacidad creativa y profesional, pues este país prohíbe la discriminación por cualquier motivo y en cualquiera de sus manifestaciones. Para mí, hay mucha consciencia de lo que hacen, cómo lo hacen y para qué lo hacen; bueno, lxs activistas LGBTIQ+ también tenemos consciencia de por qué y para qué rechazamos ese tipo de humor: no queremos seguir siendo estereotipadxs; no queremos ser el chiste de nadie; si eso no para, la violencia contra nuestra gente seguirá siendo eso, un chiste". (I)

Contenido externo patrocinado