Guía de señas, pensada también para los oyentes
“Sordomudo no es un término apropiado”, dijo Teresa Irrazabal, intérprete de Norma Rivera, después de traducir varios gestos enérgicos y acelerados de su amiga.
Norma tiene 38 años, es sorda, instructora de lenguaje de señas y fue una de las representantes del Guayas en la Federación Nacional de Personas Sordas del Ecuador (Fenasec) para elaborar el primer Diccionario Oficial de Lengua de Señas que se presentó, el pasado 15 de octubre, en Quito.
Rivera explicó que como comunidad se denominan “sordos” y que es una rectificación hecha hace 5 años en la Constitución de Montecristi, porque aunque no produzcan sonidos con las bocas, sí se comunican con gestos y sonidos.
Rivera resaltó la importancia de este diccionario, que ayudará a que la comunicación entre padres de familia oyentes e hijos sordos, e incluso con los mismos profesores, sea más versátil y eficiente. Expresó que las personas que fueron seleccionadas para crear el libro provienen de diferentes lugares de Ecuador y tienen varios años realizando labores de difusión del lenguaje de señas, al que denominan su lenguaje natural.
Dicho lenguaje natural en este caso es el uso de sus extremidades superiores y se basa en nueve posiciones centrales, de las cuales parten los otros movimientos, en los que se utilizan las manos y el rostro. En el caso de Norma, ella adquirió experiencia desde que participó en las reuniones de la Red de Asociaciones de Sordos del Guayas (Raspesog) hace 7 años y ahí conoció a su intérprete, Teresa Irrazabal.
Considera que el intérprete es alguien importante para el sordo, ya que lo ayuda a realizar gestiones médicas, jurídicas y debe ser una persona con ética y preparada, por lo tanto debe recibir un pago por su tiempo traduciendo, como haría cualquier empleado. “Acuden cerca de 100 personas sordas pertenecientes a tres asociaciones provinciales y en las que tratan los temas de codificaciones y estructuraciones de esta lengua”, sostuvo Rivera, respecto a las reuniones de la Raspesog, en la que Irrazabal también es coordinadora.
Su vinculación con el Diccionario, así como la de los otros participantes, fue importante para la ilustración de las señas dentro del sistema bilingüe (uso de manos y rostro) a diferencia del método oralista (lectura de labios y la imitación del movimiento para lograr “hablar”). “La enciclopedia presenta la cultura de la comunidad sorda en el país, que abarca las palabras y sus estructuras en base a una investigación minuciosa para crear una codificación estándar”, sostuvo Rivera.
Paulina Vásquez, coordinadora del área de Investigación y Gestión de Proyectos Socioculturales de la Federación Nacional de Sordos del Ecuador (Fenasec), coincide con este criterio. Comentó que el proceso de creación del diccionario inició hace tres años con el análisis de diccionarios de lenguaje de señas de Colombia, España y Tailandia, buscando la mejor metodología para que tanto las personas sordas como los oyentes se adapten y aprendan de forma efectiva.
Vásquez indicó que este diccionario es un trabajo conjunto entre la Fenasec, la Agencia de Cooperación de Estados Unidos (Usaid) y la Vicepresidencia de la República, por medio del Ministerio de Educación. El objetivo es otorgar una herramienta más para aprender de manera correcta y estandarizada la enseñanza de este lenguaje.
Señaló que en la producción de este glosario también participaron varios especialistas internacionales relacionados con este lenguaje, en las áreas de lexicografía, ilustración y video, lingüistas y trabajadores sociales que ya han trabajado con personas sordas.
Vásquez resaltó que las personas capacitadas o maestros en lengua de señas son quienes realmente pueden entender y transmitir este conocimiento a otros sordos u oyentes que quieran aprender este código que, señaló Rivera, “no es complicado de aprender, pero toma su tiempo, aproximadamente un año”.
Ambas concuerdan en que la dificultad del lenguaje de señas no está en las palabras, sino en cómo se las aplica, refiriéndose a su concepto, ya que un significado maneja la comunidad oyente y otro la sorda.
Rivera pone de ejemplo el término “vivo”. Para el ciudadano oyente la palabra no solo se refiere a algo o alguien que tiene vida, sino que también está la connotación de “astuto” que es usado en el léxico ecuatoriano, mientras que para los que tienen discapacidad auditiva, “vivo” viene, simplemente, del verbo vivir.
“La primera edición del Diccionario de Lengua de Señas inicialmente no estará a la venta, sino que se repartirá a las organizaciones que asistieron al lanzamiento de la obra. Entre las entidades que participaron están las instituciones educativas para sordos o que incluyen alumnos oyentes con quienes no lo son; asociaciones de personas sordas a nivel nacional y a los ministerios. Ellos son los primeros que tratan con personas que padecen de discapacidad auditiva”, explicó Paulina Vásquez.
Adriana Vinueza, directora de la Escuela Municipal de Audición y Lenguaje de Guayaquil, también fue parte de la presentación del texto. “Es muy útil para los docentes de infantes sordos. Considero que ayudará a los padres de familia a comunicarse mejor con sus hijos, ya que de manera gráfica se detalla como realizar tal o cual palabra de forma correcta”.
No obstante, la asesora Rivera recalcó que aunque se ha cambiado el término “sordo” en la Carta Magna y se ha creado el diccionario, es necesario que este también llegue a los medios de comunicación. “Ellos también desean saber qué acontece en las noticias nacionales e internacionales. En la actualidad, pocos canales tienen intérpretes en los noticieros y esto es algo importante para nosotros. Es un derecho constitucional que las personas sordas tengan acceso a la comunicación”, aseguró.
Por su parte, la Fenasec confirmó a la directora de la Escuela Municipal de Audición y Lenguaje, que el diccionario llegará a Guayaquil, pero que aún no hay una fecha prevista.