Gobierno y conocimiento
De mil maneras ha sido afirmada la centralidad del conocimiento para el desarrollo de las economías complejas. Ya en sus Grundrisse, Marx analizaba la creciente importancia del general intellect, o conjunto del saber científico, materializado en las máquinas con él mejoradas. En los años 30 del siglo pasado, Heidegger atestiguó con acritud la consumación de la era de los investigadores y conocimiento experto. A 5 décadas de distancia de hoy, los fundadores del management empresarial acuñaron la expresión knowledge workers para referirse a una clase social emergente, distinta del trabajador de cuello azul, hasta entonces dominante junto con el campesinado.
Son estos tres hitos en la prehistoria de una realidad actual que define su carácter gregario en los términos de la “sociedad del conocimiento”, y el sistema en que se rige, como un “capitalismo cognitivo”. Ecuador no es más que uno de los muchos países que sueñan con entrar en el paraíso del único tipo de economía que, con la excepción de la afectiva, cuanto más consume sus propios recursos, lejos de agotarlos, los aumenta. Cuantos más peregrinos dan vueltas en círculo en torno a la Kaaba, más espiritualidad emana la piedra sagrada. Y lo mismo vale para el conocimiento, que crece conforme se ejecuta.
Lo que diferencia a Ecuador del resto del mundo es que aquí es posible lo que en otro lugar no. El sueño se recoge de la mejor manera en la aspiración postcapitalista del secretario general de la Senescyt: hacer de Ecuador el Paraíso Internacional del Conocimiento en Código Abierto y Libre. Las aplicaciones son infinitas: que la política fiscal se convierta en atractor de la industria del software libre; que los incentivos y un régimen de propiedad intelectual no-restrictiva desarrolle toda una empresarialidad peer to peer; que las licencias desprivatizadas abaraten drásticamente productos básicos como los medicamentos o los libros de texto, teniendo como externalidad positiva el fortalecimiento de las industrias editorial y farmacéutica ecuatorianas. Algunas de estas medidas son las que, en acuerdo con la mencionada secretaría, comienza a investigar el Instituto de Altos Estudios Nacionales, a través de su proyecto publicado en www.floksociety.org
Aprender a gobernar el saber no es solo un reto económico, sino también político, condición sine qua non para hallar alternativas al neoliberalismo. Desde Hayek, el link entre gobierno y conocimiento está en el centro. Desde entonces se considera valioso no solo el conocimiento con PhD o la producción cultural museística, sino todos los saberes cotidianos que posibilitan una innovación. Hayek lo declinó en términos de emprendimiento agresivo y competitividad privativa. La tarea es encontrar la forma de volver a confiar en la ciudadanía y favorecer dinámicas autoorganizativas, propiciando redes creativas de colaboración.