La muerte de George Floyd reabrió la vieja herida del racismo en el mundo
La muerte del afroamericano George Floyd, luego de una polémica detención no solo desató una ola de protestas en Estados Unidos y varias partes del mundo, sino que reabrió una vieja herida que por décadas ha cobrado vidas.
Una herida que en Ecuador aún sigue abierta a decir de Ligner Napa, líder afrodescendiente, quien confiesa haber sido víctima de episodios discriminatorios por su color de piel.
No ha pasado mucho tiempo –dice- cuando uno de sus profesores de universidad hizo comentarios referentes a su etnia. “Siete compañeros afrodescendientes fuimos víctimas de este profesor que se refería a nosotros como Esmeraldeños solo por nuestro color de piel, negando que un afrodescendiente puede ser de cualquier parte del país o del mundo e incluso, a unas compañeras que eran ‘blancas’ les decían que parecían de Jijijapa (Manabí)”, recuerda.
Napa asegura que para conseguir su título de socióloga le costó mucho esfuerzo porque a algunos profesores “teníamos que demostrarles” que también “somos personas, que somos inteligentes y que nuestro color de piel no nos definía”.
Situaciones parecidas a las que vivió en el ámbito laboral. “A pesar de tener el máximo puntaje de calificación por sobre mis compañeros” no fue ascendida.
“No solo me pasó a mí. Le sigue pasando a muchos afrodescendientes y solo vaya a las oficinas del SRI (Servicios de Rentas Internas) y dígame cuántas personas afro están atendiendo, o vaya a un banco o a otra entidad pública. Seguimos en la sombra”, dice.
Napa considera que el tema racial es una llaga que nunca sanará y que al parecer se está abriendo más con el pasar de los tiempos e incluso se ha retrocedido en las conquistas sociales que en un momento se lograron.
Tal como lo afirma Sonia España, otra líder afrodescendiente, quien dice que el Decreto Ejecutivo para el Cumplimiento de los Objetivos del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2016) fue una “utopía”.
“Nos dijeron que se crearían leyes inclusivas, que habría más oportunidades para nosotros y que se fomentaría el respeto hacia nuestra identidad pero ni antes ni ahora se ha hecho nada. Todo quedó en promesas y palabras. Nada ha cambiado o acaso usted ha visto más gente afrodescendiente en cargos públicos o gerenciando empresas”, explica.
El presidente del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Afrodescendientes, Ahmed Reid, indicó que esta cifra es grave ya que los afroecuatorianos son solo el 7.2% de la población total del país.
“Las personas están enfrentando dificultades para acceder a la justicia, seguridad, tierra, agua limpia, educación, atención de salud, vivienda y a oportunidades económicas”, dijo Reid.
La provincia de Esmeraldas, en el norte del país, es la región más afectada por esta discriminación. “Esmeraldas es una de las provincias más pobres de Ecuador. El 85% de su población vive por debajo del umbral de pobreza, el 23% tiene acceso únicamente a los servicios más básicos, y el 15% de la población es analfabeta”, explicó Reid en su visita al Ecuador, a finales del año pasado.
Para el sociólogo, Juan Ramón Ortega, los afrodescendientes siguen siendo un grupo rezagado dentro de la sociedad en términos generales, al considerar que si bien es cierto han ocupado “uno que otro cargo o rol protagónico” no ha sido suficiente.
“No basta con que hayan reinas de belleza afrodescendientes o uno que otro diputado, o una fiscal. Siguen siendo invisibilizados y marginados”, comenta.
Ortega dice que el tema racial en Ecuador es tan fuerte como en Estados Unidos u otras partes del mundo, al considerar que “no se necesitan varios crímenes de odio para decir que no hay racismo en el Ecuador, hay otras maneras de demostrarlo como coartar espacios, oportunidades, atención y hasta definirlos o referirse de forma peyorativa”.
El sociólogo asevera que las personas excluyen a los otros sobre la base de pertenencia étnica, cultural o nacional. “Se tiende a segregar a quienes creemos son inferiores a nosotros”.
Tal como ocurrió-según dice- con Catalina Vélez, presidenta del pleno del Consejo de Educación Superior, quien utilizó la palabra ‘cholo’ de forma peyorativa sobre una imagen del asambleísta Jimmy Candell, durante una sesión virtual de la Asamblea Nacional sobre la intervención de la Universidad de Guayaquil. La funcionaria tuvo que disculparse.
Y es que para Ligner Napa, el racismo está tan interiorizado en las personas que incluso esconden su racismo en frases “de cariño” como “mi negro”, cuando en determinado grupo de amigos, hay un afrodescendiente.
“No tienen que referirse a los afrodescendientes como negros porque el negro es un color y ser afrodescendiente va más allá de un color, el pueblo afro tiene en sus hombros cultura, étnica, identidad e historia. El negro es un color”.
Sonia España agrega además que dentro de los grupos de otras nacionalidades ancestrales del país existe racismo. “Hay grupos que se creen superiores y creen que ellos son los únicos que tienen derecho y minimizan nuestra lucha por espacio. También ellos se refieren a nosotros como ‘los negros esos’”, afirma.
Por ello –aconseja- es necesaria una política pública de concienciación y valorización en la televisión, redes sociales y en los centros educativos. “En las escuelas y colegios es en donde más se debe trabajar porque ahí es donde los afrodescendiente sienten los primeros rechazos de la sociedad”.
Graciela Chérrez, una afrodescendiente de 25 años y madre de familia, cuenta que en colegio en la que estudió la hacían sentir diferente. “Los compañeros usaban frases despectivas y los profesores no decían nada e incluso a mi hermano lo metieron al equipo de básquet solo por ser afro, a pesar de que él no quería. Mi hermano quería estar en el club de matemática. No lo dejaron”.
Chérrez lamenta que en el país crean que “todos los afrodescendientes son de Esmeraldas y que solo sabemos jugar fútbol, básquet, bailar marimba y vender bolones o jugo de coco en una esquina”. (I)