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Ecuador, 17 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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“Gente de mar” se siente desprotegida

A eso de las 14:00, desde Punta Piedras, en el extremo más alto de Puerto Engabao -un pueblo de pescadores en la costa del Guayas- se observa partir una a una  las embarcaciones de madera o fibra de vidrio que se dirigen a su faena diaria.

En la mitología griega, Poseidón es el gobernante y guardián de todos los océanos. También es el nombre de uno de los botes que zarpan desde la orilla, perdiéndose poco a poco 8 millas mar adentro.

Pero ni todas las alegorías a los dioses católicos o imaginarios pueden librar a los pescadores del peligro de las aguas al que diariamente se exponen y que determina gran parte de su actividad. “Hace un par de meses unos compañeros se ‘fondearon’ y fallecieron. Ese es el riesgo del trabajo que uno corre”, narra Vicente Tomalá, quien tiene dos años como presidente de la comuna de Engabao. Desde niño fue  pescador y ahora está dedicado a las tareas administrativas.

DATOS

En el año 2010, la Conferencia de Manila reconoció la aportación que realizan los trabajadores marítimos y pesqueros de todo el mundo al comercio internacional, a la economía mundial y a la sociedad civil en su conjunto.

Coincidiendo con
que la Organización Marítima Mundial -International Maritime Organization (IMO)- declaró el 2010 “Año de la Gente del Mar”, se decidió fijar el 25 de Junio de cada año como una fecha para recordar a las personas que laboran en los océanos, mediante la Resolución 19.

El lema de este año es “it came by sea, I can’t live without it!”. ¡Llega por mar, no puedo vivir sin él! El lema lo que quiere  hacernos pensar es que cualquier cosa, elemento u objeto que es necesario en nuestra vida diaria y del que no podríamos prescindir, seguramente llegó hasta nosotros a través del mar.

En este día la OMI quiere concienciar
a la gente de todo el mundo sobre el papel tan importante que desempeña la gente que trabaja en el mar, en el transporte de elementos esenciales, materia primas y componentes de los que todos dependemos en nuestra vida diaria.

Además, estas personas abandonan sus hogares y familias
, a menudo, durante largos períodos de tiempo para asegurar que los artículos de primera necesidad y productos básicos de los que nuestras vidas dependen lleguen con seguridad a nuestros hogares.

Este año la OMI utiliza las redes sociales
con sus medios fotográficos para que la gente haga valer el esfuerzo de las personas que se dedican a estas actividades.
Ellos tienen todos los servicios básicos, menos una adecuada cobertura de señal para teléfonos celulares, que suele ser nula. Sin embargo, no existen garantías para su seguridad, ni un respaldo económico en casos de desenlaces fatales. “La esposa de mi compañero quedó desprotegida, ahora estamos tratando de conseguirle una casa a tráves del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) y de ayudarla entre nosotros”, explica.

Quieren evitar que situaciones similares ocurran en el futuro. “Tenemos un año en el proceso de regularizar un seguro campesino para nosotros por medio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Ya las 5 cooperativas que trabajamos acá nos hemos reunido para organizarnos en este tema”. Sin embargo, la presidenta de la Federación Nacional de Cooperativas Pesqueras del Ecuador (Fenacopec), Gabriela Cruz, indicó que en este tema debe ser más específico. “El pescador artesanal debe tener su seguro pesquero, porque no es lo mismo el seguro campesino por una cuestión de movilidad, distancia de los centros de salud, pagos anuales respecto a sus ingresos, etc”, dijo.

El representante del sector pesquero artesanal de San Cristóbal, en Galápagos, Marco Escarabay, sostiene que de alguna manera intentan asegurarse contra riesgos en alta mar. “Nosotros compramos implementos como chalecos salvavidas y botiquines para solucionar alguna emergencia, aunque no todos están acostumbrados a usarlos y son necesarios”, sostiene.

Ramiro Burgos, asesor marítimo de seguridad operacional, afirma que no existe una legislación dirigida exclusivamente a los trabajadores del mar. “En el caso de los marinos mercantes, siempre hemos trabajado a bordo de las empresas privadas bajo el Código de Trabajo, que en muchos aspectos no cubre los requerimientos de la gente del mar”.

A diferencia de los pescadores artesanales, asegura que quienes navegan en los buques de bandera ecuatoriana sí tienen afiliación a IESS. El problema, dice este hombre de océano, es cuando culminan su labor como marinos y quieren dedicarse a otras actividades. “En las condiciones actuales no podemos prestar servicio o trabajar en un cargo de responsabilidad como una gerencia o inspectoría. En las empresas del Estado entramos a ocupar un puesto de secretario. En mi caso, luego de 40 años dedicado al mar, soy un bachiller, nomás”, explica.

Félix Rivera, primer oficial de máquinas, sostiene que el sector ha  puesto en consideración de la Asamblea Nacional la “Ley del Trabajo de la gente de mar”, compuesta por 40 artículos y que ya fue entregada al órgano legislativo.

Pero aparte del tema de las garantías en alta mar, están su ganancias inestables, que son administradas por cada uno de los trabajadores.

Adrián, pescador de 37 años, dice que las ganancias diarias son una “lotería”. “Hay días en los que podemos hacernos $0.50 y otros $500. Depende de la marea, de los comerciantes”. Cada noche, cerca de las 20:00, cuando las embarcaciones regresan a la orilla, empieza el negocio.

El puerto se llena de gente y de camionetas de los comerciantes que llegan para retirar lo acordado. Ellos a su vez negocian en el Mercado Caraguay, en el sur de Guayaquil. “Se pesca según el tamaño y la abertura de la red. Cuando hay camarón traemos de 10 a 15 libras, que se vende en $5.50 cada una; de pendiendo del tamaño se puede rebajar hasta a $3”, dice Adrián, mientras acomoda sus herramientas de trabajo. En algunas ocasiones el intercambio no es solo de dinero, sino también de  víveres, por lo general de aquellos que llevan los comerciantes desde Guayaquil.

Además del gasto en implementos está la inversión en el combustible. Cada tanque se llena con 10 galones de gasolina. Para la faena diaria es necesario llenar el tanque unas 5 veces; si no lo hacen corren el riesgo de quedarse a la deriva. “Las cooperativas no nos ayudan. Cuando quieren que nos afiliemos nos ofrecen beneficios, préstamos, pero llegada la hora no nos dan nada”, dice Johnny Orrala, mientras limpia uno de los precarios asientos de su barca.

“Al menos ahora tenemos acceso a la salud y es más fácil que los chicos del pueblo puedan estudiar. Hay dispensarios que están cerca, que no cuestan nada y ahora existen colegios. Nosotros solo podíamos estudiar la primaria”, complementa, Gerardo Tomalá. de 41 años, de los cuales más de 20 los ha dedicado a la pesca.

La amplitud y extensión de las redes determina a veces la cantidad de producto.

Pese a que viven en situaciones muy modestas, a veces incluso con complicaciones, no se sienten del todo desamparados... Marcos Collahuazo, suboficial de la Marina -junto a otros 6 efectivos-, se encarga de cuidar a la comunidad del control fluvial; de la pesca, de acuerdo con los estándares ecológicos; de revisar que la documentación de los pescadores se encuentre en regla y de la limpieza de las orillas. “La capitanía agiliza las gestiones de obtención de las licencias para el zarpe, las matrículas del motor y de la embarcación, y la certificación del piloto”, dice Collahuazo.

Tierras, un problema adicional

“Si cacique Tumbalá viviera, las invasiones no existieran”, se lee en un cartel de madera, colocado en una casa a medio construir, diagonal al faro de Punta Piedras. “Él es parte de las leyendas de esta playa que vienen desde los antiguos que viven acá, cuando aquí habían tribus. Decían que él era aguerrido. De allí vienen todos los “Tomalá”, que son muchos allí, casi todos...”, relata Lenín de la A, un habitante del puerto pesquero que se dedica al cuidado de las redes en una bodega.

A decir del presidente de la comunidad de Engabao,  los conflictos por territorio son un problema constante: invasiones, espacios de construcción y propiedad de los terrenos.

“Cuando yo era muy niño recuerdo que vinieron unas camionetas a desalojar a todo el mundo. Era de un político que llegó con policías. Ahora dicen que el territorio ha sido traspasado a otras personas. Desde que tengo uso de razón ha estado este problema”, acota Lenín. “Nosotros vivimos aquí, y le compramos el terreno a la comuna. Algunos también lo hemos heredado. Nuestros abuelos lo pasaron a nuestros padres y nosotros también se lo pasaremos a nuestros hijos. Así ha sido esto...”.

Entre el antojo de las mareas, la pesca abundante o los días de sequía, los pescadores y sus familias coexisten con el olor a pescado fresco y actividades alternas, como la venta de pan y el turismo, que en estos meses no es muy generoso. Por ahora las gaviotas son las  más asiduas en este sector, en cuyo mar los frutos marinos abundan.

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