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Fieles dedicados al servicio ocuparán las sillas de invitados especiales

Fieles dedicados al servicio ocuparán las sillas de invitados especiales
05 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

Rosario Villacís Zaldumbide / Jubilada.

Doña ‘Charo’ es probablemente la mujer más conocida en la iglesia Cristo del Consuelo, en el suburbio de Guayaquil.

Su devoción por la imagen que representa a Jesús la llevó a asistir al templo desde que tenía paredes de caña y estaba asentado en lodo. Hace 25 años se integró a uno de los grupos pastorales y desde entonces es una de las fieles más activas.

En estos días, el párroco Ángel Villamizar la nombró a ella como una de las 20 representantes de la parroquia que constarán entre los invitados especiales, que podrán estar más cerca del templete en Parque Samanes, en donde el papa Francisco oficiará una misa el día de mañana.

“Dios me bendijo”, dice con una sonrisa Rosario Villacís Zaldumbide, de 76 años, porque será la segunda vez que verá a la cabeza principal de la Iglesia católica, ya que también participó en la misa campal que hizo Juan Pablo II, en 1985.

En esta ocasión irá en compañía de su esposo, Ángel Hernández, de 80 años. Ambos pertenecen al Grupo Chicago, dedicado a evangelizar en las casas y ayudar en la economía de la parroquia.

¿Por qué la pareja ha dedicado gran parte de su vida a la colaboración eclesial? Villacís asegura que le debe mucho al Cristo del Consuelo y rememora el momento en que nació su último hijo, el único varón.

Aquel día, sintió a su primogénito en el vientre como una piedra, pero el médico le dijo que se regrese a la casa porque todavía no era hora.

Cuando acudió a la Maternidad, el doctor le dijo que no había probabilidades de que el niño se salve, pero que iba a ser todo lo posible para lograrlo.

“Cuando di a luz, lo vi morado y el doctor me dijo: está muerto, yo cerré los ojos, pero no tenía miedo y dije: Cristo del Consuelo, por favor, ayúdame. Y el niño movió la manito, lo llevaron al resucitador. Ahora tiene 45 años y está bien”.

Por esta experiencia considerada milagrosa, doña ‘Charo’, como la llaman con cariño, apoya con entusiasmo cada una de las actividades del templo, sin importar que para llegar a la iglesia, ubicada en el suburbio, deba atravesar la ciudad, porque su vivienda está ubicada en La Garzota. (I)


América Cortez Valencia / Estudiante.

América Cortez Valencia no se imaginaba que 20 representantes de su iglesia serían considerados como invitados especiales de su parroquia para asistir mañana a la misa papal de Guayaquil. El anuncio llegó hace una semana cuando se enteró que ella formaba parte del listado.

“Cuando me dijeron lo de la invitación fue sorpresa, porque no sabía, aunque de todas formas estaba entre mis planes ir a la misa con las demás personas de la parroquia y los demás grupos pastorales”, reveló la joven de 23 años.

Ella es miembro del movimiento juvenil América Misionera, que pertenece a los misioneros congonianos del Corazón de Jesús. La agrupación se dedica a ayudar a jóvenes de la comunidad.

Cuando se trata de realizar actividades entre semana, Cortez coordina su tiempo de estudios de medicina con el trabajo entre sus compañeros y cada domingo destina dos horas a las reuniones de formación en el grupo.

El movimiento es uno de los grupos pastorales con el que cuenta la parroquia San José de las Malvinas, al sur de Guayaquil. Allí se inició hace más de cuatro años por una razón: ayudar.

“Lo que me atrajo fue que puedo conocer más cosas, conocer distintas realidades porque muchas veces las personas solo pasan en la casa y se olvidan del mundo exterior, pero también hay gente que solicita ayuda; y no precisamente ayuda material, sino de llevarles esperanza o hablarles de Jesús, que es el objetivo de nosotros”, manifestó.

Cortez señaló que ver al Papa en persona es algo significativo porque es uno de los representantes católicos que más ha marcado, por todos los cambios que está haciendo.

“Estoy muy interesada en escuchar qué mensajes nos va a traer a Ecuador porque siempre nos dice algo corto, pero concreto y te motiva a seguir trabajando”.

Mañana la joven prevé llegar al sitio de la misa junto a su familia, luego de que su hermana Melannie, de 14 años, participe en el recibimiento del papa Francisco en la base aérea Simón Bolívar, junto a otros monaguillos de la ciudad. (I)


Julián Montero / Empleado privado

Para asistir a la misa del papa Francisco en Guayaquil, Julián Montero debió pedir un día de vacaciones en el lugar donde labora.

Su participación, previamente a la celebración eucarística, tendrá como objetivo la organización de uno de los grupos parroquiales de la iglesia Santa Isabel, Madre del Precursor (Sauces 6), en la cual colabora desde hace 15 años.

Cada domingo asiste a la parroquia para ayudar en las diferentes misas y es uno de los fieles laicos más reconocidos por la comunidad.

Ahora pertenece al Ministerio de Bienvenida, encargado de recibir a las personas que llegan al templo durante la misa y también es parte de grupo Lazos de Amor Mariano que ayuda a las personas que duermen en la calle.

“Somos consagrados a la Virgen María y hacemos voluntariado todos los sábados. Nos reunimos a las 05:00 en la iglesia San Francisco alrededor de 80 personas y de ahí nos dividimos para repartir agua aromática y pan; y evangelizar a las personas que encontramos en la calle y que muchas veces son mendigos”, relató Montero, de 49 años.

Él se siente bendecido por las obras que asegura haber recibido de parte de Dios, y también forma parte del grupo selecto de 20 personas activas que cada párroco seleccionó para que estén ubicados más cerca del templete en donde ofrecerá la misa el papa Francisco.

Pero Montero señaló que estar sentado en un solo lugar no le permitirá colaborar con su grupo, por lo que tomó una decisión, que no le costó mucho trabajo elegir.

La credencial que recibió como invitado especial fue cedida a un joven de 19 años, que conoció durante los días de apostolado y que considera “no anda en buenos pasos”.

La llegada de la máxima autoridad de la Iglesia católica es vista por Montero como una oportunidad para que personas como este joven “incrementen su amor a Dios y refuercen su fe”.

Él también estuvo presente en la misa que realizó el papa Juan Pablo II en Guayaquil, como feligrés, y años después se involucró con los grupos pastorales cuando, al ser representante de sus sobrinos en la catequesis, escuchó “puntos” que le hicieron acercarse a Dios. (I)

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