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Estándares universitarios

Estándares universitarios
27 de enero de 2014 - 00:00

La evaluación, acreditación y categorización que realizó el Ceaaces constituye un avance significativo en el proceso de aseguramiento de la calidad de la educación universitaria y politécnica.
Ecuador entró con atraso a este proceso. Al inicio, las autoevaluaciones fueron autocomplacientes, porque las autoridades universitarias no dimensionaron la trascendencia del rol que las instituciones de educación superior deben cumplir en el desarrollo provincial y nacional.

De las evaluaciones del Conea  en 2009 a las del Ceaaces  en 2013, el balance es positivo para el conjunto de instituciones, con lo cual gana el Sistema de Educación Superior, porque se excluyó a varias universidades creadas en el triste período de la mercantilización, que no reunían los estándares académicos mínimos.

Varias universidades públicas y privadas han dado saltos significativos a favor de la calidad. Para el caso de la región Costa, entre las privadas hay que destacar a Casa Grande y Empresarial Tecnológica (UTEG) en Guayaquil. San Gregorio de Portoviejo, en la provincia de Manabí.

Entre las públicas es importante el avance logrado por la Universidad Estatal de Milagro (Unemi),  Universidad Estatal Península de Santa Elena (UPSE), Universidad Técnica de Quevedo y Universidad Técnica de Babahoyo.

En el caso de la UPSE, pasó de categoría E, según el Conea, a categoría D y luego a categoría C según el Ceaaces, lo cual evidencia que cuando los líderes y los tres estamentos universitarios se comprometen con la calidad, lo logran; sin que para ello se requieran ingentes recursos.

El desafío inmediato de todas las instituciones de educación superior, cualquiera sea la categoría y el sostenimiento, es formular y ejecutar los planes de mejora, entendidos como una oportunidad para avanzar hacia la excelencia, ganar en pertinencia, calidad, relevancia y para –de paso– cumplir con los requerimientos de la categorización.

Para las ‘universidades de provincia’ el desafío es aún mayor porque históricamente concurrieron factores limitantes: el modelo educativo que privilegió la docencia de grado, en detrimento de la investigación; la nula o insignificante relación con el desarrollo de la provincia y con los actores clave de ese desarrollo; el burocratismo académico y administrativo, al punto que el principal mérito era ser decano y no buen profesor, buen investigador.

En el cambio de época, que también incorporó a la educación superior, existe la decisión política,
las normas, los recursos y los acompañamientos para que las universidades públicas  –a las que ahora sí pueden ingresar los pobres– den saltos cualitativos y puedan posicionarse nacional e internacionalmente, para lo cual habrá que pensar y actuar estratégicamente, articulando la vida académica a las demandas reales y potenciales del entorno, considerando que vivimos la  sociedad del conocimiento y que  este hay que ponerlo al servicio  del desarrollo integral, el Buen Vivir y las equidades.

Felicitaciones a todas las instituciones de educación superior en el país que trabajan a favor
de la calidad.

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