Martin calero, de 15 años
“Esta es una oportunidad de vida diferente”
Martín Calero Mantilla tiene 15 años y cursa el bachillerato en un plantel educativo de Quito. Tiene diabetes tipo I, en la que el páncreas no produce suficiente insulina. Desde los 2 años vive con la enfermedad, pero a los 5 recuerda su primer pinchazo para controlar la glucosa e inyectarse insulina. Desde entonces lo hace a diario.
A esa edad cuenta que cuando cursaba la escuela llegó a gustarle el tener que pincharse, “mis amiguitos quedaban impresionados de cómo podía hacer eso y cuando me preguntaban si me dolía, les respondía que no. En vez de juzgarme o hacerme sentir como un niño raro, me hacían sentir como el más fuerte de la clase, creo que eso ayudó a no deprimirme sino al contrario, que aprendiera a sobrellevarlo”.
Esto cambió a los 7 años cuando Martín empezó a odiar la enfermedad.
Ocurrió durante su cumpleaños, “no podía comer torta, ni dulces, todo eso me hizo enojar tanto que quise tirar las jeringas, las tiritas, pero luego entendí que esto no podía conmigo, que tenía que sobrellevarlo. Me acostumbré a pincharme”.
Resalta que en ese período tuvo respaldo de sus padres y sus compañeros de clase. De hecho su madre Lucía Mantilla, a raíz del diagnóstico de su hijo, decidió abrir la Fundación Diabetes Juvenil Ecuador, que se dedica a explicar a sus integrantes, niños y adolescentes las consecuencias de la diabetes tipo I, y ayudarlos a practicar un diferente estilo de vida. Martín reconoce que pincharse a diario es tedioso, así como tener que salir de clases a comer algo cuando su cuerpo lo necesita.
“Pero con el tiempo he aprendido que lo primero es meterse en la cabeza que a la diabetes no hay que verla como una enfermedad, sino una oportunidad de vivir de forma diferente, además hay que tener confianza en los padres, quienes finalmente nos van a ayudar”. Esa forma de ver su patología lo ha llevado a querer trabajar en la Fundación para ayudar a que más niños comprendan que sí es posible llevar una vida tranquila. Gracias a los controles y sin abandonar los tratamientos, la diabetes pasa casi desapercibida en sus días.