La escuela del futuro, un desafío que implica movilización de la sociedad
Muchos consideran que el cambio de la escuela va por la línea de las tecnologías, especialistas como Peter Drucker responden que no.
“El reto verdadero que nos espera no es la tecnología. Es cómo usarla. Hasta ahora ningún país tiene el sistema educativo que la sociedad del conocimiento necesita”, dijo Drucker.
Entonces, ¿cuál es el quid sobre este problema? Lo único posible, según el especialista, es diseñar una escuela diferente. Jan Amos Komenský, conocido como Comenius, trazó las especificaciones hace 350 años.
La realidad de Ecuador
El modelo de la educación ecuatoriana se inspira en conceptos y principios de la escuela tradicional, con un fuerte componente conductista, que reproduce una forma de pensar y actuar sobre la base de estímulo-respuesta o acción-reacción, que fue retratada magistralmente por Michel Foucault en la obra Vigilar y castigar.
Este sistema, con algunas variantes prevalece, y es el responsable de los grandes vacíos en la formación de los profesores y en la deformación de un proceso educativo, que no responde a las necesidades de aprendizaje básicas. Además, provoca altos niveles de deserción y repetición, especialmente en los sectores más vulnerables.
Ecuador ha realizado esfuerzos significativos para universalizar la educación primaria -las tasas de escolarización se acercan al 96%-; sin embargo, subsisten problemas estructurales muy serios, como la fuerte deserción que reduce el tiempo que los alumnos asisten a la escuela durante cada año escolar, la alta repetición y la dificultad que implica ofrecer una educación de calidad con equidad a los niños y jóvenes, de manera especial en los sectores urbano-marginales y rurales.
El sistema está agotado
Juan Carlos Tedesco, en el Proyecto Principal para América Latina, planteó el tema del agotamiento del sistema educativo.
Tedesco fue un educador y pedagogo argentino, que se desempeñó como ministro de Educación. Fue director del Programa para la Mejora de la Enseñanza de la Universidad Nacional de San Martín.
Publicó también sobre las relaciones entre educación y sociedad. En el ámbito de la cooperación internacional efectuó misiones de asistencia técnica a ministerios de Educación de América Latina, África y países árabes.
Lo aterrizó al contexto latinoamericano y evidenció como producto de un patrón de desarrollo que no cumplió con los dos objetivos esperados del proceso de desarrollo. Estos son: el crecimiento y la equidad. Lo que es más grave, según el citado autor, es que se produjo una desconexión preocupante entre los requerimientos del crecimiento económico y el desarrollo educativo.
“El resultado de este proceso fue la consolidación de una oferta educativa significativamente expandida en términos de cobertura, pero con notorias debilidades, desde el punto de vista de la calidad y de los mecanismos institucionales de gestión”.
Otro defecto fue, según Tedesco, el empobrecimiento de las propuestas curriculares y los criterios de evaluación de resultados, producto de una débil conexión entre la sociedad y el sistema escolar.
Michel Porter, Lester Thurow, Robert Reich, entre otros, reafirman este concepto: las sociedades del siglo XXI son más competitivas e innovadoras en la medida que se estimule la creación de conocimientos y se eduque a los ciudadanos.
Estos problemas significan en conjunto una pérdida efectiva para el país y para toda una generación (el fracaso escolar se acerca al 30% en la primaria) y también una pérdida de recursos.
Si cuantificamos el costo de la deserción y repetición escolares, a razón de $ 64 por alumno, según la Unesco, el Estado y la sociedad en general estarían dilapidando $ 16,6 millones por año solo en la primaria. Esta pérdida de recursos y tiempo se observa también en la universidad ecuatoriana.
Reforma integral
El cambio educativo no depende exclusivamente de las reformas legales, curriculares y de las inversiones en edificios e equipamientos, aunque se debe reconocer el aumento del presupuesto en educación en los últimos diez años, que se acerca a la norma constitucional: el 1,5 del PIB.
Una reforma integral de la educación debe articular, necesariamente, la voluntad política, el marco legal, las inversiones, la cobertura y aspectos cualitativos: la formación de los profesores, el rendimiento estudiantil. Así como la producción de conocimientos, los textos escolares, la investigación científica, las patentes, las revistas indexadas, la articulación con la producción, y sobre todo, el cambio de mentalidad.
Es decir, el paso de una estructura y gestión centralizada a una desconcentrada y descentralizada; de un modelo escolarista a otro societal, cultural y ambiental; de un sistema creado para reproducir y enseñar a otro para aprender y desaprender.
El primer deber social
La escuela del futuro propone un nuevo alfabetismo universal de muy alto nivel; es decir, de alto rendimiento. Se trata de “dar a los estudiantes las herramientas necesarias para rendir, para contribuir y para que puedan emplearse. Este es el primer deber social de cualquier sistema educativo”, afirma Peter Drucker.
Esta escuela propone una escolaridad que motive a los alumnos a aprender por sí mismos, y la disciplina necesaria para continuar aprendiendo; una escolaridad que dé conocimiento como sustancia y como proceso.
Una escolaridad que supere el ámbito tradicional de la escuela, que se convierte en un monopolio.
Hoy en día, la escolaridad debe saturar a toda la sociedad –la sociedad es educadora o no es sociedad- y a las organizaciones que dan empleo: las empresas, las oficinas de gobierno, las organizaciones no gubernamentales, las que se forman en la comunidad, entre otras.
La escolaridad no puede ser monopolio de las escuelas. Es urgente “ciudadanizar” la escuela. (O)