En la equinoterapia, una manta separa al caballo del paciente
Apenas se enteró de que su hijo Jeremy presentaba trastornos del espectro autista, su madre Aracelly, por sugerencia del pediatra, buscó varios espacios de ayuda terapéutica para ella y su pequeño.
Tras recorrer algunos centros llegó hasta la Fundación My Horse, que brinda terapias integrales, físicas, lúdicas y sicológicas a niños y jóvenes con discapacidad. Aquí ella descubrió nuevos beneficios para su hijo, sobre todo al practicar la equinoterapia.
“Él (Jeremy) antes tenía mucho temor al caballo, pero ahora espera ansioso cada sesión de equino porque se siente feliz y le proporciona una sensación de tranquilidad”, comenta Aracelly Castillo, una de las progenitoras que a diario lleva a su hijo a la Fundación.
Ingresar a este espacio del norte de Quito es encontrar en un mismo lugar todas las terapias posibles, que incluyen música, reiki y sobre todo equinoterapia, y aunque no presenta evidencias médicas es muy demandada por los ‘beneficios’ que se le atribuyen.
Los consultados indican que los más pequeños disfrutan el espacio abierto y la música donde se desarrolla la terapia. “El contacto directo que existe entre la persona y el caballo hace que reciba toda la energía que desplegan estos animales nobles. Además el galope que realizan permite que el paciente reciba esas señales de coordinación necesarias para empezar a caminar”, refirió Wladimir Briones, director de la Fundación e instructor de equitación.
Briones cuenta que los caballos que se utilizan para esta actividad tienen menos tiempo de vida que los de competencia debido a la energía que trasmiten a los pacientes en cada sesión. Por ello solo una leve manta y una toalla separan al cuadrúpedo del paciente.
Además reciben tratamiento especial en la comida. Solo ingieren avena y hierba seca para evitar que sufran problemas intestinales.
“Al estar cerca del caballo, la columna vertebral del niño o del paciente recibe estímulos que luego se conducen hasta el cerebro y en el subconsciente se graban los movimientos, por esa razón, cuando termina la sesión de equinoterapia, vamos directamente a la caminadora y así se obtienen mejores resultados, ya que los chicos pueden inicialmente dar pequeños pasos y posteriormente caminar”, reitera Briones.
El instructor manifiesta que es importante que un centro de rehabilitación tenga todos los servicios al mismo tiempo y no solo algunas terapias.
Una terapia complementaria
El pediatra Édgar Játiva indica que la fisioterapia tiene más certezas médicas de ayuda para pacientes con distintos niveles de discapacidad.
“Existe evidencia científica de que la fisioterapia ayuda y en ello la equinoterapia debe ser considerada como un método complementario, que contribuye de alguna manera a mejorar la condición de un paciente, sobre todo porque se realiza en un lugar diferente al tradicional y eso es bueno para el niño o joven porque se siente más a gusto con lo que realiza”, refiere Játiva.
El neuropediatra Nicolás Espinosa también recalca que no hay datos científicos que comprueben la validez de la equinoterapia como un único tratamiento para mejorar una patología existente.
Por ello insiste en la necesidad de que esta terapia sea un complemento. “Esta actividad registra mayor resultado si acompaña las terapias físicas tradicionales y la sicología en conjunto”.
Espinosa además dice que la actividad que se realiza sobre el corcel ayuda a desarrollar aspectos puntuales en la parte física de la persona con alguna discapacidad.
“Mejora la postura, el equilibrio, el tono motor, sobre todo en la región axial en los chicos con problemas de hipotonía (disminución del tono muscular) o trastornos motores, ya que es algo lúdico que le gusta a quien lo realiza, pero por sí sola no es tan fantástica como se la promociona”, reiteró Espinosa.
La equinoterapia además es utilizada para combatir problemas de déficit de atención, hiperactividad y en pequeños que presentan trastornos del espectro autista. (I)