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249.633 niños en Educación Inicial recibieron desayuno y refrigerio en la jornada matutina en 2015
Emilene usa botellas de colores con los más pequeños del CIBV
Una botella de plástico llena con agua y bolitas de colores es un elemento con el que los niños de entre 12 y 24 meses pueden desarrollar el sentido visual, la concentración y otras habilidades cognitivas.
Emilene Álvarez, docente del Centro de Desarrollo Infantil San Francisco, es muy ingeniosa en el momento de crear actividades lúdicas para el centro que cuenta con aproximadamente 70 niños. En su salón alrededor de 10 pequeños observan con curiosidad el movimiento de las figuras que suben y bajan con el agua.
A veces, por curiosidad los infantes agitan fuertemente la botella sin desprender la mirada de los objetos en movimiento. “Su curiosidad es increíble”, comenta la maestra. Estas no son los únicas ‘herramientas’ que se utilizan en el lugar. A lo largo de las instalaciones hay un sinnúmero de artículos que son empleados para el aprendizaje de los menores, ubicados en diferentes áreas de descanso y de juegos. Incluso el comedor se encuentra ambientado para que los pequeños disfruten de sus alimentos. Un menú surtido de frutas, jugos, cereales y ensaladas es ideal para acompañar su crecimiento.
Para esto, un integrante del área degusta los productos para confirmar si tienen la dosis adecuada de sal o azúcar, y así servir a los pequeños ‘comensales’. “Cumplimos con una labor muy rigurosa. La visión de las docentes y del personal, en general, no es solo cuidar a los menores, sino también proporcionarles educación de calidad y calidez”, explica Franklin Pino, director del Centro Infantil para el Buen Vivir (CIBV), ubicado en el norte de Quito.
En los últimos 9 años, los servicios de desarrollo infantil no solo mejoraron en infraestructura, sino también en la capacidad de recibir a los pequeños. Así lo reflejan las cifras presentadas por el Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional (CNII). Según el organismo, entre 2009 y 2014, el porcentaje de niños que asiste a este tipo de programas de desarrollo público se incrementó el 4,43%.
Los Centros Infantiles para el Buen Vivir (CIBV) atienden a niños de entre 12 y 36 meses. También existe el Programa Creciendo con Nuestros Hijos (CNH), dirigido a infantes de entre 0 y 36 meses, mediante visitas domiciliarias y comunitarias en las que las actividades son de consejería para el desarrollo integral.
Estos servicios se encuentran a cargo del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES). De acuerdo al resultado efectuado por las labores de la institución, en 2014 se alcanzó una cobertura de 301.086 niños en situación de vulnerabilidad.
En cambio, en 2015 se atendieron a 92.519 pequeños en los CIBV y 214.885 menores asistieron en la modalidad CNH. Esta labor estuvo a cargo de 2.290 trabajadores de los CIBV y 3.754 promotores en CNH.
Atención personalizada
Otra de las ventajas de estos centros es la inclusión de las personas con discapacidad. Un ejemplo es el de Yamileth, de 3 años, que nació con discapacidad visual. La niña recibe atención en el Centro San Francisco. Marcia Tenelema, su profesora, cuenta que la pequeña nació prematura y sufrió un problema de atrofia de desarrollo de capacidad cognitiva.
La pequeña ha presentado importantes progresos en el año que asiste al centro infantil. “Antes la niña lloraba cuando se soltaba de su madre y era agresiva. Ahora, juega conmigo y aprendió muchas canciones”, comenta la docente.
Mejor calidad de vida
Los menores de edad también han registrado una mejora en las condiciones de vida. De acuerdo al informe del CNII, en 2010 la incidencia de la población de niños con necesidades básicas insatisfechas era del 52,45%.
En 2014, la cifra disminuyó a 44,84%. Esto representa que en 4 años se redujo la pobreza el 7,6%. Además, en 9 años disminuyó un 12,9% el número de niños que vive en hogares hacinados.
Mónica Alexandra Sopa, madre de 28 años, es una de la beneficiarias del servicio que ofrecen estas dependencias. La mujer, que vive en Chillogallo (en el sur de Quito), se dedica a la venta de frutas y verduras en el sector la Río Coca (en el norte).
Hace varios meses laboraba con su hija en brazos. “La tenía cargada porque no podía dejarla sola. Era muy duro trabajar así”, cuenta. Mónica recuerda que hace un año y medio, hablaron con ella para recomendarle que dejara a su hija en uno de los centros infantiles.
Reconoce que al principio tuvo desconfianza, pero luego se dio cuenta de que su hija se sentía bien en el lugar, no solo porque estaba a salvo, sino también porque recibe sus comidas del día y desarrolla destrezas propias de la edad. “Tenía miedo de que no la cuidaran, fue una buena decisión porque sí lo hacen”, indicó. (I)