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Ecuador, 18 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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¿El uniforme: identidad y sentido de pertenencia?

Cada mañana ponerse el uniforme de color caqui de su colegio y lucirlo impecable representa un orgullo para Manuel de Jesús López Orellana, de 16 años.  “Cuando lo visto siento que imprimo respeto y seriedad. Sin ser un plantel educativo de corte militar pareciera que sí”, asegura el estudiante  del colegio Vicente Rocafuerte, de Guayaquil.

Precisamente, la identificación que genera pertenecer a un centro de educación o  institución es una de las razones históricas por las que  esta prenda aún se utiliza. Hoover Mora, docente de Semiología en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), asegura que los uniformes sirven para reforzar el proceso de identificación y la pertenencia a cierto grupo social.

“Son parte de un conjunto de símbolos alrededor  de un centro educativo, junto con el escudo, la bandera y el himno del plantel que genera un sentimiento de arraigo que incluso puede derivar en orgullo y estatus al pertenecer a tal o cual agrupación. Permite jerarquizar a la persona que lo usa”, indica. 

Para el historiador Ángel Emilio   Hidalgo, la fuerza de la costumbre ha hecho que las instituciones educativas impongan su uso. “El uniforme es el emblema, la identificación del instituto al que pertenece, y  de esta manera es reconocido por la sociedad”. Incluso a inicios de este año  un acuerdo ministerial estableció que el uniforme escolar constituye una indumentaria de identidad que forma parte de la historia de cada unidad educativa, sobre todo de aquellas consideradas emblemáticas, razón por la cual no ha sido suprimida.

Para el sociólogo Juan Coba, sin embargo, lo que verdaderamente existe es una falsa identidad. “Te dicen esa es tu identidad y tienes que defenderla, inclusive, se establece como una especie de competencia al decir este es mejor que el otro. Cuando esto deriva en rivalidades entre instituciones educativas no se puede hablar de identidad”, asegura.

Otra de las razones  para el uso de los uniformes es homogenizar las diferencias. Antonio Santos, director de la Dirección de Comunicación y Marketing de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, plantea  en el   proceso de la “uniformalización”   dos aspectos como los prácticos y el poder. Explica que al referirse a lo práctico se habla de ahorro económico y de evitar que exista una competencia de si una persona está mejor o peor vestida, o quién tiene y quién no. “La moda está dentro de una ideología”, sostiene el especialista.

Sobre el segundo aspecto explica que el discurso del poder está vinculado a la estandarización. “Es el que siempre tiende a achatar para controlar, porque parte de la manera de controlar es hacer que la gente encaje en un molde”, indica.

Asimismo, cree que volver a lo diverso homogéneo es peligroso. “Si uniforman, por un lado ahorras, pero por otro también le haces el juego al discurso del poder, a los sistemas de tiranía”, dice Santos. Carmen López de Gutiérrez, rectora del colegio  Vicente Rocafuerte (VR), considera que es una forma de manejar la parte disciplinaria. De hecho indica que  no llevarlo, según el Art. 330 de la Ley Orgánica de Educación,   es considerado una falta leve. Ella  explica que de esta manera cuando ocurre una situación que involucra a un estudiante de ese colegio será posible determinar sanciones, porque se lo reconocerá.

¿Y  la posibilidad de eligir cómo vestir?

Antonio Santos asegura que en algunas organizaciones el uniforme es parte de su lógica, y pone de ejemplo a la Policía. “Si ellos usaran ‘chancletas’ no serían respetados”, explica. Sin embargo, en los colegios y escuelas -porque allí un uniforme tiene que verse como tal- no debería ser estructurado o rudo sino algo cómodo y colorido. Plantea que para que esto cambie, los estudiantes deberían ser los que  elijan el vestuario que usarán: “empoderar a las personas, darles la oportunidad de decidir y  dejar de subestimar que ellos no pueden aportar buenas ideas”.

En cambio,  Carmen López considera que no se podría dar otra opción, porque el uniforme es algo práctico y  estándar, como ocurre en las empresas. “Sí a los jóvenes se les pregunta cómo quieren usarlo, van a pedir desde el peinado que quieren usar, lo que provocaría una distorsión de   la imagen del plantel. Además, se perdería la tradición del uniforme y sobre todo, la identidad con la institución”. No obstante, dice  que  en el VR un grupo de estudiantes de 3º de bachillerato ha propuesto un cambio en el uniforme. “En este momento no se puede hacer, porque es un grupo de cerca de 1.000 alumnos y se tiene que consensuar con un petitorio manejado por el Gobierno Estudiantil y los padres de familia”.    

Johnny Avendaño Quiroz, estudiante de Quibio, asegura que  debería incluirse la decisión de los estudiantes, porque son los que lo utilizan. Y es que por años el uso del uniforme  es parte de la historia de las instituciones educativas. Aunque no hay datos de a partir de cuándo se usa ni quién lo decretó (en Argentina fue en 1918 cuando la profesora Matilde Filgueiras promovió su uso y  cobró obligatoriedad en 1942), según el historiador Hidalgo esto se puede determinar a partir de los colegios más antiguos.

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